Un año del Papa Francisco. Visiones desde las ciencias sociales (5): Juan Mauricio Renold

papa simbolo papalBreves consideraciones sociológicas a un año del papado de Francisco
Por  Juan Mauricio Renold  (antropólogo, Universidad Nacional de Rosario – CIUNR)

Si bien hemos seguido con atención el proceso de llegada del arzobispo Jorge Mario Bergoglio al papado, y prestado atención a toda la parafernalia propia del reconocimiento de un “Papa argentino”, sin embargo nos han interesado cuestiones que tienen que ver menos con esos intereses periodísticos (que sin embargo satisfacen la normal curiosidad de cualquier ciudadano) que con las modalidades en que se han manifestado en el corto plazo sus actitudes y su presencia en el ámbito eclesial vaticano y en las relaciones con los fieles. Dejando aparte las simpatías y/o antipatías referidas a su persona, las cuestiones con efectos sociológicos más significativas que se derivan de las actitudes iniciadas por el Papa Francisco para su resolución en algunos casos, para profundizar su tratamiento en otros y para comenzarlo, en algunos más (en términos de distintas acciones cuyo detalle no podemos desarrollar aquí) son, a nuestro juicio, las siguientes:

1)      El problema gravísimo y de urgente resolución referido a los sacerdotes pedófilos.
2)      Los problemas referidos a la carencia de  transparencia de los asuntos económicos-financieros del Vaticano.
3)      El problema de los católicos excluidos de sacramentos (por divorcio, por ejemplo).
4)      El problema de la corrupción institucional.
5)      Señales concretas de una mayor apertura al diálogo con respecto a ciertas expresiones teológicas apartadas del diálogo intraeclesial (la teología de la liberación, por ejemplo).
6)      Una mayor expresión del diálogo interconfesional y mayores gestos ecuménicos.
7)      Una concepción de la Iglesia sustantivamente más pastoral (“sacerdotes con olor a ovejas”). Exigencia de una relación más directa con los fieles.
8)      La problemática del celibato obligatorio sacerdotal.
9)      La exigencia de una mayor participación de las mujeres en la institución eclesial.

Estas cuestiones podemos clasificarlas provisionalmente, tentativamente, en institucionales (1, 2, 4, 7), doctrinales (3, 8) y doctrinales-institucionales (5, 6, 9). Estas cuestiones evidentemente no serán resueltas con medidas apresuradas (sean cuales fuesen las medidas finales a tomar) pero han implicado gestos, expresiones, que apuntan a su tratamiento, seguramente algunos en plazos largos, en la conocida larga duración eclesial.

papa lava piesEl campo religioso global en que se expresan estos “signos” de cambio es, como hemos mencionado en otro lugar y referido a otra problemática (Renold, 2009), el campo de una comunidad –para decirlo en términos de la modalidad ideal de Max Weber- institucional, legitimado por la fundación divina (gracia sacramental) y que dispensa las gracias siguiendo tres principios:

1) Extra ecclesiam nulla sallas. Solo perteneciendo al instituto de la gracia se puede obtener gracia. 2) Solo el cargo poseído legítimamente y no la personal calificación carismática del sacerdote, decide sobre la eficacia de la gracia otorgada. 3) La calificación personal religiosa del necesitado de salvación es en el fondo indiferente al poder gratificante del cargo. La salvación es, por lo tanto, universal, y no solo accesible a los virtuosos en religión (Weber, 1984: 441)

Estos “signos” o actitudes de Francisco -que se expresan como tales- revelarían una perspectiva del desarrollo del anterior punto 2) weberiano, donde no se consideraría en principio que la relación entre legitimidad del cargo y la calificación carismática sea impugnada respecto del primero si se profundiza un compromiso institucional expresado en un aumento de la acción pastoral haciendo más evidente el aspecto carismático en términos de la persona de los sacerdotes y también de los laicos creyentes, como “pastores de ovejas”, correlativo de su crítica al “clericalismo”. Muchas de las cuestiones antes mencionadas –y otras- se van a tratar, seguramente, dentro del “paraguas” de una Iglesia con acento en lo pastoral. Y los cambios posibles se realizarán en el interior de este contexto. Pareciera que es la Iglesia la que debería asumir la problemática del carisma personal transformándolo en institucional en términos de una profundización de expresiones pastorales tanto por sacerdotes como por los laicos comprometidos. Y respecto del punto 3) weberiano, dichas actitudes parecen poner en evidencia que no se considera “peligroso” manifestar en acciones esa formulación valorando y estimulando la modificación de comportamientos extremadamente esclerosados, rígidos, de la institución religiosa, respecto de los reclamos de los creyentes divorciados, los homosexuales, el ecumenismo, inclusive la posibilidad de que se “hable” acerca de una eventual evaluación del celibato sacerdotal obligatorio. Además de cierta –incipiente- democraticidad (o “colegialidad”) en el abordaje de esos problemas. Todo esto, por supuesto, parece implicar una estrategia institucional que intenta ponerse “al frente” –por así decir-, o al menos no quedar “a la retaguardia” de los insistentes e históricos reclamos que manifiestan los fieles y no pocos sectores jerárquicos eclesiales, acerca de cambios de comportamiento institucional-doctrinal, dentro de unos márgenes de una posición que no parece apuntar a cambios teológicos dogmáticos significativos. Se trata de actitudes que expresan una preocupación institucional en tanto Iglesia que trata –como hemos mencionado en otro lugar- de adecuarse respecto de:

“(…) modificaciones importantes referidas a la problemática del celibato, el divorcio, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, la anticoncepción, la planificación familiar, la educación sexual, la corrupción, la problemática del sida (…) y en dar respuestas a las variadas manifestaciones de las experiencias vividas por los creyentes, en primer lugar, y no creyentes, que si bien no son todas “novedosas”, son ya explícitamente actuadas, sin ocultamiento y que además son legisladas jurídicamente de distintas formas por los estados nacionales” (Renold, 2009: 100)

papa fieles saludaCon sólo estos “signos”, estos gestos, Francisco, por ahora, parece satisfacer las expectativas de millones de fieles. Y algo más. Por efecto de esta Iglesia con olor a oveja (expresión instalada periodísticamente y referida a una Iglesia de pastores) hay una cierta “coloración diferencial” en el punto 1) de la formulación weberiana (aunque, claro está, sin que signifique estrictamente una modificación dogmática eclesial). Es decir, la consigna explícita, directa, sin demasiada verbosidad intelectual de Francisco en acercarse pastoralmente a los creyentes en su variedad –y a los no creyentes- produce un efecto diferencial respecto de sus inmediatos antecesores, en lo referido a una visión más caritativa de la acción de la gracia, por parte de los destinatarios de su palabra. En conjunto, parecen estar en sus movimientos iniciales atisbos de modificación respecto de lo sostenido en los últimos 45 años por sus predecesores, en las problemáticas mencionadas. No se estaría muy errado si se pensara que una globalización económica, social y cultural sostenida y en curso de profundización en los últimos 25 años, con una población mundial de fieles que manifiestan explícitamente cada vez más sus opiniones y sus descontentos (sobre todo tipo de cuestiones, incluyendo a la misma Iglesia), haya encausado la necesidad de comenzar –así sea tímidamente- estas modificaciones.

Por otra parte, no debe olvidarse que estas expresiones se enmarcan además en la tradición histórica jesuítica a la que pertenece Francisco y que va –institucionalmente- desde la detallada casuística moral que tanto irritaba a los jansenistas de Port Royal, la afirmación y el estímulo del saber, el conocimiento intelectual, hasta la evangelización apelando a toda experiencia pastoral permitida (no en vano los jesuitas fueron históricamente un baluarte de la Contrarreforma).

Si se nos permite -con respeto- una humorada (aunque no lo es totalmente) así como hay un género de films que se rotulan como road movies, o sea, películas “del camino” y que no refieren únicamente a una itinerancia argumental sino fundamentalmente a la experiencia de vida obtenida por los protagonistas “en la ruta”, “en la calle”, así parecería querer presentarse Francisco en sus actitudes (llamadas telefónicas a amigos o parientes, pago personal de residencias, utilización de transportes compartidos, no sometimiento a protocolos estrictos, gestos de salutación pública directa en las plazas y recorridos, no utilización de auto blindado en sus desplazamientos, etc.). Como un Papa “de calle” (un road Pope) o “con calle” antes que un Papa principesco (un palatial Pope). La suma jerarquía –eclesialmente hablando- que acompaña con gestos y expresiones “de calle” a gente con problemas “de calle”. Por ahora, al menos, sólo hace un año de su entronización, no habría que confundir con un “Papa viajero”, al estilo de Juan Pablo II. A estas expresiones que podríamos referirla a un “frente interno” se le suma su presencia activa en un “frente externo” referido a sus continuos llamados a la paz y las propuestas de eventuales intervenciones mediadoras y pacificadoras en conflictos diversos de carácter nacional e internacional (a tal punto que parece –según informaciones periodísticas- que ha sido propuesto para el próximo Premio Nobel de la Paz). Por ahora, todo esto pareciera ser suficiente para alcanzar su alta estimación positiva a nivel internacional y nacional.

Se nos permitirá, finalmente, una insistencia en algo obvio y ya escrito por periodistas informados y sociólogos, pero no menos importante: para quienes se consideran partícipes e integrantes de la Iglesia Católica, aún siendo indiferentes a expresiones dogmáticas doctrinales, aún interpretándolas “a su modo” –socio-culturalmente hablando-, la figura jerárquica del Papa es una presencia altamente convocante y referencial, claro está que no siempre con unanimidad monolítica –por así decir- por esos mismos amplios sectores ni por los mismos motivos. Además, la intervención “política” del Estado Vaticano en relación a la defensa de sus intereses y los de sus fieles (intereses diversos, complejos y hasta contradictorios) es observada con atención por los Estados nacionales, con relaciones que se inscriben en la lógica de las relaciones internacionales. Y el caso de Francisco no es ninguna excepción.

Bibliografía:

Renold, Juan Mauricio (2009), “Una carta pastoral como expresión temporal y estructural de un campo religioso”, en Renold, Juan Mauricio (Compilador) (2009), Miradas antropológicas sobre la vida religiosa, Editorial Ciccus, Buenos Aires.

Weber, Max (1984), Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México.

Share
Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio es Doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles. Anteriormente recibió la Licenciatura en Sociología en la Universidad Católica Argentina.
Publicado en Debates, Ensayos, Primer año del Papa Francisco. Tagged with .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *