Criminalización y medios de comunicación: De homicidio confesado a «crimen ritual» en 5 simples pasos

Hace pocos días fue presentado en el Congreso de la Nación un proyecto de ley para crear un «Programa de asistencia a víctimas de líderes y/o grupos coercitivos», o mejor dicho, una «Ley Anti-sectas», por iniciativa del Diputado Carlos Rubin de la provincia de Corrientes, en donde se plantea responder a «la indefensión jurídica que significa que el país no cuente con instrumentos legales eficaces para enfrentar el problema de las sectas». Dejando de lado por el momento la dificultad en definir con un mínimo de precisión qué podría ser una «secta» (como han mostrado la casi totalidad de los estudios académicos al respecto), en la fundamentación de este proyecto de ley es muy significativo el discurso de los medios de comunicación: el proyecto se fundamenta casi exclusivamente en notas periodísticas.

Sin embargo, desde la década de los ochenta y especialmente principios de los noventa (cuando el blanco eran las «sectas»), hasta la actualidad (con las religiones afrobrasileras y las devociones populares en la picota), los medios de comunicación han estigmatizado y criminalizado a las creencias y religiosidades que no responden al paradigma imperante en el sentido común de buena parte de nuestros connacionales (con preponderancia entre los porteños) acerca de cómo «el argentino es» (o debe ser): «blanco, católico, racional y europeo».

Los medios de comunicación, brindando información mayormente falaz sobre las consecuencias sociales negativas de la existencia de nuevas religiones y la expansión de devociones populares, son los principales responsables -como muestran distintos trabajos académicos- en este proceso de construcción de una imagen negativa de prácticas religiosas que contradicen esta imagen ideal que ellos  también transmiten  y que tenemos sobre «cómo somos» o deberíamos ser, los argentinos.

Para comprender el clima en el cual surge este proyecto de ley nacional, y la manera en que se construyen, en los medios, asociaciones (inquietantemente) espurias entre creencias religiosas y criminalidad, presento como caso el trato que tuvo el asesinato de un joven de 17 años ocurrido el 31 de julio pasado en la ciudad de Curuzú Cuatiá por parte de un periódico local -El Litoral, en su versión online. Saltos lógicos y acusaciones infundadas similares se pueden observar también en medios nacionales.

A continuación, detallaré cronológicamente el modo en que se dio a conocer esta noticia.

01 de agosto: «Horror: hallaron cadáver cortado en dos en Curuzú Cuatiá». La serie de notas comienza con una crónica policial que describe, a pocas horas de sucedido, un «macabro hallazgo de un cadáver cortado en dos y con golpes», que, «además de estar cercenado, presentaba golpes en distintas partes». Por el momento, afirma el cronista, «los motivos aún se desconocen».

– 02 de agosto: «Curuzú: el aberrante crimen habría sido después de una ronda de tragos». Al día siguiente, la segunda nota continúa con el marco interpretativo del día anterior, con afirmaciones como «la Policía apresó a los tres implicados, uno de los cuales confesó cómo se produjo el homicidio», «todo se desencadenó luego de una acalorada discusión que terminó de la manera más atroz, cuando uno de ellos le propinó un golpe contundente en la cabeza al menor» y «ante la consulta de porqué lo arrojaron cerca de las vías la justificación que dieron es que era para que creyeran que el tren le pasó por arriba». El tenor de la nota continúa siendo de crónica policial sin opiniones o conjeturas, por parte del cronista, sobre otras motivaciones o variables intervinientes en el crimen.


03 de agosto: «Crece la hipótesis que al chico de 17 años de Curuzú lo mataron en rito a San La Muerte». Al tercer día, sin embargo, a causa del «hermetismo de las pesquisas y los escalofriantes detalles que se van conociendo con el correr de las horas», el periódico cambia el enfoque de los primeros días y comienza a construir sus propias conjeturas sobre el caso y a titular la nota en base a ellas. El hallazgo de una imagen de San La Muerte junto a huesos de animales basta para suponer que «lo mataron en medio de un rito satánico, o en honor a San La Muerte». Esto pese a que en la misma nota se manifiesta que «uno de los implicados se quebró y le contó a los detectives de la Comisaría Segunda que estaban muy borrachos y que se desató una pelea, donde le dieron muerte a Escalante con un fuerte golpe en la cabeza», que «a uno se le ocurrió que sería buena la idea, partirlo en dos así se pensaría que el tren lo había pasado por encima» y que «el testigo aclaró una y otra vez que no fue un ritual sino consecuencia de una ronda de tragos». Las algo trilladas motivaciones de los participantes (el descuartizamiento de cadáveres no es ninguna novedad al intentar ocultar crímenes) parecen no ser suficientemente interesantes para el periodista a cargo, que señala que «los investigadores quedaron boquiabiertos con un santuario dedicado a San La Muerte, junto al cual había cabezas estaqueadas que podrían pertenecer a un perro, gato u oveja».


03 de agosto: «Endilgan responsabilidades provinciales por el macabro crimen en Curuzú». Durante la tarde, El Litoral replica dos tuits de Pablo Salum (el promotor de la primera ley anti-sectas, aprobada en la provincia de Córdoba y de la cual se desprende la de Rubin) en donde asegura que «el macabro crimen es responsabilidad de autoridades provinciales por el veto a una ley (relativa a las «sectas») en 2012″, «dejando entrever que con la ley, se hubiera evitado el hecho». De esta manera, fomentan la hipótesis del crimen motivado por causas religiosas -y la supuesta desidia oficial respecto de ellas- sin que, al momento, exista algún indicio firme que vincule el homicidio con las imágenes de San La Muerte encontradas en la casa de uno de los acusados.


24 de agosto: «Especialista abona la teoría del crimen ritual en el caso del menor de Curuzú». La última nota publicada hasta el momento por la edición online de El Litoral es sobre la opinión del Lic. en Antropología José Humberto Miceli, director del Gabinete de Investigaciones Antropológicas de Corrientes y presentado como «especialista en crímenes rituales», donde considera que «estamos frente a un asesinato encuadrado en un ritual de base sobrenatural». Señala que «Miceli se explayó en algunos detalles que abonan la teoría de una ritualidad en el crimen» y «cada uno de estos aspectos conjugados, tiene directa correspondencia con un asesinato ritual, por su significado particular en la cultura de los crímenes de esta naturaleza» (Miceli dixit). Sin embargo, a pesar de las conjeturas vertidas por Miceli, la nota finaliza confirmando que  «uno de los testigos que guió la investigación policial insistió en que no se trató de un ritual sino de una borrachera. La investigación se desarrolló solamente en este sentido».

Por medio de este breve seguimiento a las notas publicadas por El Litoral podemos observar cómo la noticia sobre un homicidio común comienza a tomar tintes de «crimen ritual» a partir de la manipulación de la información que realiza el  periódico. Es decir, a pesar de la confesión de los autores que explica las causas del homicidio y de que la policía guíe la investigación en otro sentido, el periódico de todas maneras abona e insiste en la hipótesis de que el crimen ha ocurrido por causas religiosas y en medio de un «ritual en honor a San La Muerte» sólo basándose en el indicio de haber encontrado en la casa donde se habría realizado el crimen una imagen de San La Muerte, velas y huesos de animales. La única manera en que puede darle algún sustento a sus conjeturas es apoyándose en la opinión de dos «expertos» cuyas perspectivas no están de ninguna manera en sintonía con la mirada actual de los trabajos que sobre religiones se realizan dentro de la comunidad académica argentina.

Podemos ver que existen medios de comunicación que construyen relaciones espurias entre crimen y devociones y religiones populares que nada se condicen con las prácticas reales de éstas religiosidades. Más frecuentemente de lo que se cree, ni siquiera se trata de casos en que los creyentes realizan abusos o prácticas no ortodoxas de éstas creencias (que de hecho pueden ocurrir, pero los medios tampoco los presentan de esta manera, sino que son tomados como prácticas frecuentes y aceptadas dentro de las religiones), sino que directamente se manipula la información para crear vínculos incorrectos y arbitrarios entre crimen y religión. Y éstos medios de comunicación y periodistas luego son, craso error, consultados y utilizados como fundamentación para proyectos de leyes que no responden a problemáticas reales de nuestras sociedades sino que, por el contrario, terminan profundizando situaciones de estigmatización y criminalización que vienen creciendo en los últimos años.

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Dario La Vega

Dario La Vega

Darío La Vega es estudiante de Antropología Social y Cultural en la Universidad Nacional de San Martín y fotógrafo.
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