Dependencia académica en las ciencias sociales de la religión en América Latina

Gauchito GilPor Eloísa Martín (Universidade Federal do Rio de Janeiro)

Esbozando una reflexión sobre las principales actividades de mi quehacer profesional: la enseñanza, la participación en la construcción de redes colaborativas y la investigación/publicación, no puedo dejar de lado una cuestión central: el lugar (geográfico pero también epistemológico) donde y desde donde realizo dichas actividades. Soy una socióloga actuante y completamente formada en la periferia del mundo académico. Y ello tiene implicaciones, como espero mostrar a lo largo de este texto.

Si entendemos las ciencias sociales como proyecto colectivo y necesariamente dialógico, podemos pensar estas tres actividades atravesadas por un eje central, al que denominaré “interlocución”. Al hacer sociología -ya sea enseñando una clase, presentando un trabajo en un congreso, publicando un artículo o pleiteando fondos para un proyecto de investigación- estamos siempre conversando con alguien, hablando a alguien, queriendo ser escuchados por alguien más.

La interlocución (tal cual estoy planteándola) puede ser analíticamente dividida en dos grupos. Por un lado: para quién se escribe o se habla; esto es, la audiencia. Por otro: las referencias; es decir, autores citados, conceptos y teorías utilizadas para construir un objeto de investigación, un marco teórico, el estado del arte. Estos dos grupos de interlocutores —en permanente tensión— van a determinar de manera definitiva rumbos y límites de lo observable, así como alcances analíticos de mi estudio o de la materia que estoy impartiendo.

El hecho de que prive una tensión en el eje de las interlocuciones: entre desde dónde hablamos y para quién hablamos, sólo puede ser entendido en el contexto más amplio de la división internacional del trabajo académico. Dicho concepto ha sido tratado por varios autores de modos diferentes, pero encuentra una ca- tegorización más sistemática en los trabajos del sociólogo malayo Syed Farid Alatas.

Según Alatas (2003: 606), la división global del trabajo en las ciencias sociales fue originalmente determinada por el modo colonial de producción de conocimiento. Las desigualdades subsecuentes en relación con las comunidades de ciencias sociales de los de- nominados Primer y Tercer Mundo, se mantienen y se profundizan por las características actuales de la división del trabajo, que se caracteriza por una división entre quienes realizan trabajo intelectual teórico y quienes hacen investigación empírica; una división entre quienes estudian otros países y los que sólo acceden a estudiar el propio; y una división entre quienes tienen la posibilidad de realizar estudios comparativos y los que sólo analizan casos singulares. Como veremos en seguida, para el campo de los estudios sobre religión la situación de dominación puede ser claramente verificada en América Latina.

Por otra parte, Alatas divide la relación de dependencia académica que caracteriza al denominado “Sur Global” en seis dimensiones. Para los fines de este trabajo, retomaremos apenas una de ellas: la dependencia de ideas que constituye —para dicho autor— la dimensión más importante de la dependencia académica.

La dependencia de ideas refiere a la subordinación en varios niveles de la actividad del cientista social: tanto en la enseñanza como en la investigación, el conocimiento es transmitido desde las “potencias de la ciencia social contemporánea”; a saber: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia (cf. Alatas, 2003: 602). Las grandes teorías, los conceptos clave, las agendas, son importadas desde este occidente moderno hegemónico para nuestras realidades y nuestras estructuras institucionales.

Quería, entonces, plantear algunas premisas para pensar la relación entre interlocuciones y dependencia académica a partir de mi experiencia en el campo de la sociología de la religión, en lo referente a las tres actividades mencionadas: impartir clases, construir redes y publicar en el campo de las ciencias sociales de la religión.

LSM San AngelI. Enseñar

La primera pregunta que formularía, entonces, es ¿qué leemos? ¿Cómo determinamos los diferentes niveles de jerarquía dentro de esas lecturas? ¿Y de qué manera tales lecturas preseleccionadas orientan una segunda selección: la del contenido de los programas de curso a la hora de formar sociólogas y sociólogos?

Independientemente del país o la universidad donde la materia es impartida, los contenidos de los programas de Sociología de la Religión suelen estar divididos en dos grandes ejes temáticos: una primera parte que discurre sobre las definiciones de “religión” y autores clásicos, así como una segunda parte que aborda temas contemporáneos. Esta segunda parte —a su vez— suele contener un capítulo dedicado al contexto local: generalmente destinada a corroborar las consideraciones teóricas estudiadas con autores y casos locales.

El primer eje se basa en un núcleo canónico (resultado de lo que Wallerstein denomina “cultura sociológica”) que también ayuda a perpetuar. Durkheim consigue la unanimidad en los programas tanto de Antropología como de Sociología a nivel de grado; también aparece regularmente en los programas de posgrado. La tendencia es respetar el canon de los clásicos en las primeras unidades, cuando se discute la delimitación del campo de estudios, la metodología y la definición de “religión” como objeto de la sociología. Luego de establecer el núcleo canónico, los programas dedican gran atención al análisis de los fenómenos religiosos nacionales, a partir de conceptos o paradigmas elaborados en los centros hegemónicos académicos; principalmente Francia y Estados Unidos.

En los programas brasileños no aparece una sola mención a autores latinoamericanos en toda la muestra: ni en la sección de conceptos clave ni en la de análisis empíricos. Un caso ilustrativo de cómo funciona la dependencia académica en las ciencias socia- les en Brasil surge cuando analizamos los diferentes programas de la materia “Antropología de la Religión” en uno de los programas de posgrado considerados de excelencia que, además, cuenta con una larga tradición de investigación etnográfica. Por sus aulas han pasado, como profesores o alumnos, muchos de los grandes nombres de las ciencias sociales de ese país. Bajo un mismo denominador común, diversos profesores han tratado una amplia variedad de temas que refieren a fenómenos locales (nacionales o latinoamericanos); además, a pesar de una extensísima producción sobre el tema realizada también en la propia institución, los programas se caracterizan por una sobrerrepresentación de textos de autores estadounidenses, ingleses y franceses. Aun en las lecturas optativas (así como en temáticas con una amplia producción brasileña y latinoamericana), predominan los autores de las academias centrales.

La situación brasileña es reveladora para este análisis. Brasil puede ser considerado como una potencia académica periférica, pues cuenta con una comunidad científica dependiente de las ideas originadas en las ciencias sociales centrales, que no obstante ejerce cierta influencia en las comunidades científicas de la región, ya que aporta recursos para investigación, becas de posgrado y posiciones para profesores en las universidades locales; financia publicaciones y conferencias, y así por el estilo. Es la propia fortaleza de la academia brasileña, especialmente en los estudios de ciencias sociales sobre religión, lo cual trae consigo el riesgo de sedimentar su dependencia académica y encerrarse en una tradición de peculiaridad tan absoluta que dificulte el diálogo necesario para revertir la situación de dependencia.

Aunque en Argentina los programas de estudio de Sociología y Antropología de la Religión generalmente incorporan a autores argentinos y latinoamericanos, sólo aparecen como comentaristas de los “teóricos” de las academias centrales, o bien en calidad de proveedores de material empírico para las relaciones entre sociedad y religión. Así, también en el campo de la sociología de la religión latinoamericana nos encontramos en la situación ya descrita por Alatas (2003: 604-605): a pesar de una significativa cantidad de trabajos empíricos, no se cuenta con un análisis teórico o meta- teórico local, mientras que la agenda de intereses, las perspectivas teóricas, los conceptos y los métodos son importados de Europa o Estados Unidos. En esos centros, además, es donde vamos a buscar la bendición final del prestigio: no es la Universidad Nacional Autónoma de México, El Colegio de México, la Universidad de Buenos Aires, la Universidade Federal do Rio de Janeiro o la Universidad de São Paulo las que dirán si somos o no buenos en lo nuestro, sino Harvard, Yale, “la École” u Oxford. Y ello tiene lógica, pues sólo quien crea el patrón estándar, calcado sobre su propia especificidad, puede evaluar hasta qué punto nos parecemos. El éxito de las ciencias socia- les del Sur Global está determinado por llegar al nivel de las ciencias del Norte, pues ellas son la medida estándar del éxito, de la relevancia, de la excelencia. También sucede en estas latitudes. Y no se trata de un problema sólo político, sino de uno fundamentalmente epistemológico, pues al excluir de la agenda —y por lo tanto de los interlocutores indispensables para la construcción de la relevan- cia— a los investigadores de academias periféricas corremos el riesgo de reducir las posibilidades de innovación intelectual.

Malverde y Papa 11 Guada DSC08221-001II. Construir redes

Desde el Sur Global, de ambos lados del meridiano de Greenwich se ha cuestionado repetidamente la aplicabilidad del concepto religión. Si, en última instancia, religión es un concepto “nativo” de la Europa y los Estados Unidos protestantes (basado en las realidades empíricas allí encontradas), es fundamental que —más allá de las críticas— se establezcan esfuerzos para construir nuevos conceptos y modelos de análisis derivados del estudio de los fenómenos locales que tengan validez universal. Es el esfuerzo que realizan muchos de los investigadores afiliados a la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur (ACSRM). Fundada a comienzos de los años noventa, fue creada originalmente para promover intercambios y debates a nivel regional; está muy interesada en crear espacios independientes de las asociaciones europeas y estadounidenses. Desde su origen, ella ha organizado las Jornadas sobre Alternativas Religiosas en América Latina  -que se realizan cada dos años en ciudades diferentes de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay- y publica la revista Ciencias Sociales y Religión/Ciências Sociais e Religião, entre otras actividades.

Los congresos regionales, en particular las Jornadas promovidas por la ACSRM, posibilitarían tanto cuestionar como ampliar las agendas académicas hegemónicas al presentar nuevos autores y perspectivas a partir del análisis de fenómenos locales, así como de una perspectiva crítica que permitiera evaluar el alcance y la pertinencia de conceptos, métodos y teorías acuñados en los centros académicos; al mismo tiempo abriría espacios para la producción de conceptos, métodos y teorías producidos aquí con un horizonte de alcance global. Idealmente —por otra parte—, estos espacios deberían generar nuevas perspectivas para la construcción de la relevancia, lo cual tiene también un impacto práctico muy importante: hoy por hoy, resulta más fácil conseguir recursos si presentamos un proyecto comparativo con Francia, Inglaterra o Estados Unidos, que si lo hacemos con Nigeria, Líbano, India, Singapur o, incluso, algún otro país latinoamericano. Los resultados dependen mucho del tipo de congreso y del compromiso que contraigan los organizadores locales para lograr esa apertura.

A nivel regional, y a pesar del intenso intercambio de estudiosos entre ambos países (estimulado en gran medida por la ACSRM y sus Jornadas), se cuenta con pocos trabajos comparativos entre Argentina y Brasil (cf. Reyes Herrera, 2004). Cada uno de ellos ha privilegiado un determinado centro académico hegemónico como espejo: para Brasil, Estados Unidos; para Argentina, Francia; en dichos centros será donde se delineen tanto los marcos teóricos cuanto las agendas de investigación, la definición de áreas problemáticas, los métodos de investigación y los estándares de excelencia. Como sostiene Alatas, ello hace que la dependencia de ideas se replique en todos los niveles de la actividad del cientista social. En este sentido, cualquier posible diálogo que se entable en encuentros científicos (o en publicaciones regionales), tiende a verse interrumpido por la necesidad de legitimar argumentos y análisis a partir de desarrollos teóricos acuñados en Europa y los Estados Unidos. Tal cuadro se agrava más cuando analizamos los trabajos presentados en congresos por estudiantes —principalmente, los de grado y de maestría—, pues el modo como se enseña sociología influye en el tipo de investigaciones que los alumnos realizan. En el caso argentino, los marcos teóricos de dichas investigaciones utilizan los mismos autores que estudiaron en las materias: europeos que ora denuncian la alienación de los sectores populares, ora establecen comparaciones; como si Buenos Aires fuera París, y los fenómenos religiosos fueran una supervivencia de matrices tradicionales, o una reconversión de creyentes posmodernos, desencantados con la Iglesia católica (utilizada, casi inconscientemente, como sinónimo de “religión”).

En el caso brasileño, el diálogo privilegiado con las potencias académicas los pone en un lugar de singularidad absoluta, donde determinados fenómenos religiosos serán explicados a partir de lo que se entiende como modos brasileños de ser y hacer. Mariz (2001) señala que el hábito brasileño de compararse sólo con Estados Unidos o con Europa ocasionó que algunos intelectuales consideraran el sincretismo como algo específico de Brasil: la cuestión que la autora plantea es que la supuesta singularidad brasileña es producto de estas comparaciones y que lo que se considera específico tal vez no lo sea tanto, comparado con lo que ocurre en el resto de América Latina o con lo que sucede en otros contextos del Sur Global.

publicarIII. Publicar

Escribir/publicar es una actividad básica y la principal herramienta de difusión del conocimiento en las Ciencias Sociales. Publicar – sobre todo cuando se trata de publicaciones periódicas científicas prestigiosas— define actualmente —con mayor preponderancia que el ejercicio de la docencia, la consultoría en organismos públicos y privados, la participación en redes internacionales— la asignación de prestigio dentro del campo académico.  En este sentido, el trabajo de investigación (y ulteriormente, las publicaciones), no se limita sólo a la producción del conocimiento, sino que tiene otros objetivos agregados, alternativos y complementarios . Así, la elección de una u otra revista académica para publicar los resultados de una investigación, puede tener más que ver con la necesidad de construir una red, responder a las de- mandas de la propia institución o completar el currículum; no se trata simplemente de una decisión respecto del vehículo que más eficientemente divulgará los resultados. En tal sentido, los objetivos (cualesquiera que ellos sean) de la publicación están determinados por las interlocuciones, se realicen ellas en vehículos locales, regionales o internacionales.

A partir del análisis de las referencias bibliográficas de los artículos publicados en la revista de la ACSRM (Martín, 2011) y de los libros producto de Actas de las Jornadas sobre Alternativas Religiosas en América Latina (Reyes Herrera, 2001), es posible observar ambos grupos de interlocutores: por un lado, se trata de emprendimientos regionales orientados a una audiencia latinoamericana; por otro, las referencias (los autores discutidos y las agendas de investigación) reproducen los de las academias centrales. Los temas que se investigan, debaten y publican refieren a modernidad, secularización, laicidad, encantamiento, desencantamiento, identidades religiosas. Temas que acaso no tendrían necesariamente lugar tan central en la preocupación de nuestras realidades y que bien podrían ser reemplazados por otros como sincretismo, “magia”, prácticas de sanación, o las diversas relaciones entre los seres humanos y los seres no humanos (sagrados, muertos, extraordinarios), si las agendas tuvieran una menor presencia de autores de academias hegemónicas y una mayor presencia tanto de investigaciones como de reflexiones latinoamericanas.

Lejos de entender la publicación en publicaciones periódicas en inglés y la internacionalización simplemente como signos de apertura, diversidad y democratización de las ciencias sociales, estudios recientes muestran que la internacionalización consolida las desigualdades propias de la división del trabajo académico, con lo cual favorece sobre todo a las regiones previamente dominantes: Europa y Estados Unidos. Para romper el círculo, es necesario, entonces, que nos enfrasquemos en un triple diálogo: con nuestros colegas de la región (en castellano y portugués), de modo de generar y profundizar tanto temas como conceptos propios; con nuestros colegas del Sur Global (indispensablemente en inglés, a menos que seamos capaces de leer y escribir en las lenguas locales), para romper con el culturalismo,  con lo que se comprobaría que la singularidad de los fenómenos locales no siempre tiene que ver con nuestra latinoamericanidad, sino que hay otros procesos en marcha que merecen estudio y ahí están: esperándonos; y con los colegas del Norte Global de las potencias hegemónicas (en inglés, como idioma dominante de la academia), de modo de establecer vínculos ya no sólo entre fenómenos locales y conceptos universales/occidentales, sino conexiones relevantes entre dichos temas y conceptos aquí elaborados y “[…] los asuntos occidentales, así como contribuciones conceptuales para la formación de una teoría general y universal” (Alatas, 2001: 20-21).

sociologos y su sociologiaReflexiones finales

La división internacional del trabajo académico hace de los investigadores latinoamericanos proveedores de datos, mientras desde los países centrales se produce teoría, incluso a partir de los datos producidos aquí. Como consecuencia, verificamos dificultades no sólo para participar en los intercambios globales de manera horizontal, sino para generar debates teóricos también en el nivel regional. Nuestra condición estructural de subordinación intelectual es igualmente nuestra responsabilidad, en tanto aceptamos el lugar que nos conceden, y lo reproducimos al interior del campo académico local, al elegir nuestras interlocuciones en las tres actividades del quehacer sociológico cotidiano.

La consolidación de un campo académico regional debería ayudar a que la producción local sea tomada en cuenta por académicos que estudien la religión en América Latina dentro y fuera de la región. Para ello, algunos autores latinoamericanos subrayan la necesidad de realizar una reflexión sobre la región con visos de validez universal y desde una perspectiva “glocal”, en la que se asuma el doble desafío de universalidad y pertinencia geocultural. La propuesta de asumir el desafío “glocal”, empero, parece condenarnos a convertirnos en una especie de world music y a entrar en las discusiones de manera subordinada. No se trata, entonces, de una tarea simple; el riesgo que se corre es, una vez más, reproducir la relación de dependencia. Tal como reconoce Alatas (2006b), los movimientos para descolonizar, nacionalizar o “nativizar” las ciencias sociales, de corregir el discurso eurocéntrico, termina volviéndose una forma de nativismo u orientalismo al contrario

En el caso de la enseñanza, ¿cuál sería la alternativa para elaborar los contenidos de las materias? ¿Deberían los clásicos, entendidos como resultados de configuraciones políticas y académicas específicas, ser retirados del canon y, por lo tanto, de los programas? Alatas señala que una salida posible consiste en que en manuales o libros de texto de teoría sociológica, junto a los clásicos se incluya a sus contemporáneos no europeos. Sin embargo, quizás este movimiento nos devuelva pronto al punto de partida. La iconoclasia renovará sus objetivos a cada medio siglo y deberemos encarar el esfuerzo (acaso inútil) de refundar la ciencia, en lugar de desarrollarla. Tal vez plantearnos un horizonte más cercano sea —simultáneamente— una estrategia más posible y más eficaz.

Mediante la interlocución horizontal en la región, los investiga- dores del campo religioso latinoamericano vienen construyendo de manera paulatina nuevos objetos de investigación, con condiciones de relevancia propios, al relativizar o al apropiarse críticamente —a partir de las realidades locales— de las agendas de investigación impuestas por la academia hegemónica. La relevancia de estos nuevos objetos se construye en el diálogo con otros autores latinoamericanos y en la problematización de los datos a la luz de investigaciones previas en contextos que guardan mayor semejanza entre sí que con los europeos o el estadounidense. De tal modo —y cada vez más— ponemos en cuestionamiento los conceptos provenientes de las academias centrales para elaborar nuestras propias claves analíticas.

Si —como hemos visto— la dificultad para generar debates teóricos regionales depende parcialmente de la condición estructural de la división global del trabajo académico en las Ciencias Sociales, también constituye nuestra responsabilidad cuando nos acogemos al lugar que nos conceden y lo reproducimos en nuestras interlocuciones: en la definición de los contenidos y la bibliografía que enseñamos en nuestras clases; en las decisiones que tomamos al participar y construir redes colaborativas; en la definición de nuestros objetos de investigación; así como en las prácticas de publicación. Consecuentemente, en buena medida, la salida de esta subordinación depende también del compromiso cotidiano que cada uno de nosotros asumamos en nuestras actividades profesionales: la lectura crítica y la cita de nuestros colegas de la región, la inclusión de autores locales en los programas de nuestros cursos, la exigencia de referencias a las investigaciones autóctonas cuando se trata de evaluar el aporte de una tesis o la pertinencia de un artículo para publicación, la presencia de autores locales en las mesas centrales y conferencias de apertura de las conferencias tanto nacionales como regionales. Compromiso que, como la sociología, precisa ser un proyecto colectivo y necesariamente dialógico.

Nota: Esta es una versión algo abreviada (y desprovista de las numerosas citas y notas al pie) del artículo que fue publicado en el libro «Sociólogos y su sociología: Experiencias en el ejercicio del oficio en México» organizado por Hugo José Suárez y Kristina Pirker (UNAM, México, 2014). La versión completa del trabajo se puede bajar de aquí, y el libro entero, de acá

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Eloisa Martin

Eloisa Martin

Doctora en Antropología Social, Museo Nacional/Universidad Federal de Rio de Janeiro. Profesora adjunta, Departamento de Sociología, Universidad Federal do Rio de Janeiro. Editora de Current Sociology.
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