La resurrección de los altares de muertos en el México contemporáneo

Festival de día de muertos, Zapopan, 31 de octubre de 2021

por Renée de la Torre  (Investigadora CIESAS Occidente, México)

Hablar de la tradición de los altares de muertos en la actualidad requiere de muchos desplazamientos presenciales, etnográficos y teóricos. No podemos definirlos de una sola manera pues en la actualidad al ser el emblema patrimonial más condensado es también sin duda uno de los más disputados culturalmente. Algo similar a lo que sucede con el icono de la Virgen de Guadalupe. Aunque los altares, más que un símbolo, son una práctica que se ha transformado en un dispositivo generalizado como mexicano donde se viven y expresan distintas maneras de relacionarse con la muerte, con lo invisible, con los seres queridos. ¿Cómo se transforma la tradición de altares de muerto? ¿Se ha estandarizado o se ha diversificado? ¿existe un canon estético o se ha personalizado? ¿se ha restringido a ciertos espacios o se ha multiplicado? Y sobre todo debemos preguntarnos si es solo una fiebre comercial, o un recurso patriotero, o un escaparate para atraer turismo o si es una práctica vivida de la muerte y en ese caso habrá que preguntarnos ¿cómo se ha adaptado o mejor dicho ha sido adoptada para dar respuesta a las maneras de vivir, experimentar y sentir la muerte en la actualidad?

Por un lado, hay quienes sostienen que es uno de los patrimonios culturales más antiguos destacando su raigambre prehispánica que se ha transmitido mediante la tradición oral y que es sostén vivo de las cosmovisiones de los pobladores indígenas de México. Otros sostienen que es una tradición sincrética que surgió de la fusión entre las culturas indígenas y su idea del Mictlán con las tradiciones católicas que celebraban el día de los santos. Incluso la historiadora Elsa Malvido la acusó de ser una tradición inventada por el nacionalismo cardenista (años 30 del siglo XX). Y puede ser cierto porque hasta hace pocos años se instituyó como nacional.

Yo no recuerdo que en Guadalajara (la ciudad donde vivo) su gente acostumbrara a montar altar de muertos en sus casas. Lo mismo me han comentado mis amigos de Durango, Monterrey o Aguascalientes. En estos estados del Norte el día de muertos se practicaba asistiendo a los cementerios para visitar, limpiar y alegrar con flores las tumbas de los familiares difuntos. Los panteones eran el lugar donde se depositaban las ofrendas. Esta tradición también se vivía en España, basta con ver la película de Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar para detectar las similitudes entre nuestras tradiciones y las ibéricas.   Y cuando veíamos altares de muertos era en las oficinas de gobierno con un sentido patriótico oficialista. Los altares de muertos se habían convertido en dispositivos para honrar a los héroes de la patria y  fomentar el aprecio y orgullo por el folklore mexicano.

Altar en agencia de renta de autos Hertz, La Paz, Baja  California, Renée de la Torre, 19 de octubre 2021

En fin, eso no niega el hecho de que los altares de muertos sí se practicaban y practican aun con un sentido animista que va más allá del recuerdo en los pueblos indígenas vivos del centro y el sur de México: en las comunidades étnicas de 41 grupos étnicos, como son las nahuas, otomíes, purépechas, mixtecos o zapotecos, por mencionar algunos. En ellas los altares son ofrendas donde se les brinda a los familiares difuntos la comida y bebida preferida en vida para que regresen a convivir con los vivos. Son también rituales para honrar a los ancestros (como sucede en el budismo). Incluso, en mis entrevistas con miembros de una comunidad nahua en el estado de Hidalgo donde se preserva la tradición étnica, aseguran que los difuntos regresan al mundo de los vivos, y una prueba de ello es que los sabores de la comida cambian después de la vista de las animas de los difuntos.  Si bien en distintas comunidades étnicas se comparten estas concepciones animistas, es importante reconocer que en cada una de ellas la tradición se vive de diferentes maneras y con distintas intensidades y duraciones. En Yucatán todavía acostumbran a sacar los restos óseos de sus tumbas y lavarlos. En algunos poblados de la sierra de Hidalgo la fiesta de día de Muertes dura más de un mes y medio y está articulada con el ciclo agrario y las maneras de pedir permiso y dar las gracias a la Tierra por la cosecha. En algunos poblados de Michoacán se ha convertido en un evento público en la que se realizan velaciones toda la noche en los panteones y sin duda es uno de los que más ha sido retomado como horizonte patrimonial vinculado con la promoción turística de Janitzio, isla que cada año se ve invadida de extranjeros que quieren fotografiar la extraordinaria velación de muertos. Y sin embargo existen cientos de comunidades donde también se vive esta tradición que no causan ninguna atracción turística.

Sabemos que los altares de muertos han pasado por diferentes reconfiguraciones en distintos momentos. Podríamos decir que el altar de muertos se ha convertido en un dispositivo patrimonial que es apropiado y resimbolizado para manifestar múltiples sentidos. El Estado fomenta el altar de muertos como la principal práctica patrimonial y no religiosa que debe estar presente en cuanta oficina de gobierno exista, en toda plaza pública municipal, en toda universidad pública y escuela.   Como efecto del nacionalismo cultural se le imprimió la estandarización de su montaje en pisos, con fotografías, con calaveras de azúcar y papel picado de colores. Es decir, se le imprimió una estandarización nacional a los altares de muertos los cuales incluyeron los colores de la bandera y se reconvirtieron en mini altares a la patria donde se conmemoraba el panteón de héroes nacionales en cada patio y salón escolar.  Mientras la población era mayoritariamente católica esta disposición oficial en las escuelas no generó conflicto, pero en el presente varios niños que asisten a las escuelas son evangélicos, testigos de Jehová o pentecostales y como lo ha documentado Cristina Gutiérrez Zúñiga (2021) la obligatoriedad de montar el altar de muertos en las escuelas se ha convertido en causa de exclusión de las minorías religiosas y los maestros no lo ven como un frente religioso sino como tradición folklórica nacional.

Más recientemente el mercado lo ha incluido como decoración en todo comercio, plaza comercial y estrategia de publicidad de diversos productos. Con la festividad de día de muertos sucedió algo similar a la navidad o la pascua. Se vende decoración para los hogares y los elementos para montar el altar. Incluso se venden pequeños altares portátiles. Se venden disfraces y ropa para la ocasión (calacas o catrinas). Se venden vajillas con motivos de día de muertos. Se publicitan alimentos especiales como la rosca o pan de muertos e incluso se decoran otros productos como las donas o los pasteles. Se venden veladoras y velas especiales. Los establecimientos comerciales han implementado el montaje de altares, en los cuales no hay ningún referente a los muertos, solo sobresale la forma o la estética, como advertía Jesús Ibáñez (1994), la lógica del consumo retoma el significante, lo exacerba a la vez que lo vacía de su significado.

Escaparate de tienda marca Vans, Plaza comercial Patria, Renée de la Torre, 25 de octubre de 2021

En 2008 la UNESCO reconoció la ceremonia de día de muertos mexicana como patrimonio inmaterial de la humanidad 2008 destacando que:

“En esta ceremonia dedicada a los muertos, no solo se comparte una antigua práctica ceremonial en la que se mezclan las tradiciones precolombinas y la tradición católica, sino una diversidad de expresiones sustentadas en la pluralidad étnica, cultural y lingüística del país. Estas expresiones populares, que se transmiten de generación en generación, adquieren diferentes significados en cada pueblo o comunidad indígena en las que se realizan. En una gran mayoría significa el regreso de las ánimas de los difuntos”.

Para la Unesco lo relevante es su raigambre tradicional e histórico, y lo valora como soporte de cosmovisiones ancestrales y como expresión multicultural. Sin duda este reconocimiento más que promover la continuidad de la cosmología en las ánimas de los difuntos a  alentado la promoción turística y con ello un nuevo régimen de visualidad que instauró una renovada formación estética “basada en una epistemología de la apariencia en lugar de la sustancia”(Meyer 2019: 55), con ello  tomó el  sentido contrario al de la preservación de su sentido tradicional del regreso de las ánimas de los difuntos, y fue cooptada y recreada por la cultura del consumo, una semiosis que trasforma los bienes culturales en lugares de consumo donde: “Todo es brillante, nada es profundo: no hay intimidad, ni pasado Las cosas se despliegan en un presente sin espesor, en un escaparate” (Ibáñez 1994: 32). El montaje publicitario de los altares de muertos retomaron sus formas aparentes, las exacerbaron y dejaron fuera la relación afectiva con los difuntos. En los altares comerciales no hay menciones a personas en particular. Tampoco son lugares que vinculen con las almas de los  difuntos, esto se suple por  una estilización exacerbada, con colores más brillantes y llamativos, con imágenes de calaveras más grandes, que incluso –como veremos en la fotografías– se transforma en set para los selfies de personas vivas que han sido adaptados para circular en las culturas digitales. Los altares bajo está lógica han sido reconvertidas en utilería  para transformar el paisaje en renovados escenarios que permitan capturar una foto espectacular capaz de ganar un like.

Pero sería falso decir que los altares de muertos han quedado reducidos o vaciados por el mercado. En el presente es una tradición que se ha multiplicado –no contamos con cifras precisas-pero sabemos que se montan en múltiples hogares sin importar clases sociales y que se han extendido en las grandes ciudades, incluso sabemos que es una tradición que está siendo adoptada por aquellos donde no era una costumbre familiar (como es mi caso personal y el de muchas de mis amistades cercanas).

Festival de día de muertos, Zapopan, 31 de octubre de 2021

 

Un altar de muertos es ingrediente de lo que alimenta el orgullo de ser mexicano. La festividad de muertos es uno de los dispositivos más cargados de orgullo por nuestras tradiciones, por nuestro colorido, por nuestra cultura mestiza. Es propio y lo podemos presumir sin complejos.  Por eso siempre estará presente en las embajadas de México o en cualquier sitio extranjero donde se promueva la representación mexicana o donde los mexicanos en diáspora quieran expresar su diferencia identitaria digna y orgullosamente. De hecho, este tipo de altares comúnmente está dedicado a personajes de la cultura y el arte que han logrado un gran reconocimiento internacional como lo son Frida Kahló, Diego Ribera, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Cantinflas, María Félix, Juan Gabriel, por citar a los más emblemáticos. Y podemos agregar que los altares de muerto, parafraseando a Shinjji Hirai, son parte fundamental de la economía de la nostalgia de los mexicanos que viven fuera de su país, con ellos montan el vinculo con su terruño y su familia, y muestran su diferencia cultural como un regalo para el mundo.

Papelería en Guadalajara donde se venden los enseres de Halloween y de día de muertos tanto para disfrazarse como para confeccionar altares. Fotografía de Renée de la Torre, octubre de 2021

De la calle de los juguetes a Wallmart

Recuerdo que cuando era niña mi mamá nos llevaba a la “calle de los juguetes” a comprar muñecas y caballitos de cartón. Esta feria se montaba en el mes de octubre. En los años noventa llevé varias veces a mi hija para continuar con la tradición. En ese tiempo se habían incorporado puestos donde se vendían calaveras de dulce, papel picado de colores y distintos artículos propios para montar un altar de muertos. Recuerdo que había una fuerte campaña que alertaba que la cercanía de la fiesta de Halloween (también recientemente incorporada en la ciudad) era una amenaza a la continuidad de nuestras tradiciones basadas en el altar de muertos. Se percibía como una tradición extranjerizante que enterraría nuestro folklor mexicano el cual también se percibía como agonizante. Durante la década del 2000 cuando visitaba la ciudad de México en estas fechas me maravillaba de ver que en las papelerías se vendía los productos para armar un altar de muertos situación que no se vivía en Guadalajara. Pocos años después la tradición de altares de muertos llegó junto al Halloween a la cadena de supermercados de Wallmart donde al mismo tiempo se vendían las roscas de muertos que los disfraces de día de brujas para ir de casa en casa a pedir dulces. En el presente ambas parafernalias cohabitan en todas las papelerías y en los supermercados.

De hecho, las celebraciones de días de muertos adoptaron los espectaculares desfiles de Halloween que se llevan a cabo en las ciudades de Estados Unidos. En mi estancia en Nueva York en 2015 asistí al desfile de Halloween y cuál fue mi sorpresa descubrir que no era un evento comercial, sino un evento donde organizado por los ciudadanos que retomaban la tradición para manifestar disidencias políticas, recuerdo a los ambientalistas recreando una ciudad verde, a los contingentes de la diversidad desbinarizando el género y a las feministas llevando una enorme vagina por las calles. Ahí también descubrí que la estética de las catrinas era una manifestación étnica de la diferencia, pues los contingentes latinos la habían adoptado para hacer pública su etnicidad. Ese mismo año se hizo el rodaje de la película Spectre 007 en México el cual innovó un desfile de día de muertos en la capital. Un hecho inusitado pero atractivo. A partir de ahí nació una nueva tradición: la del desfile de calaveras y catrinas que en la actualidad no solo ocurre en la ciudad de México sino en distintas ciudades e incluso pequeños poblados del país asemejando el día de muertos al Halloween. Incluso, como dato curioso, en los colegios American School de la república mexicana, cuya principal tradición escolar de identidad estadounidense era el desfile de Halloween hoy se incorpora la celebración del Day of the Dead en el mismo día feriado. Me atrevo a decir que en el presente Halloween no sustituyó al día de muertos, pero hoy Halloween incorpora las catrinas de día de muerto (con sentidos de identidad en México y de diferenciación étnica en EUA); a su vez el día de muertos incorpora la nueva tradición de desfiles (parades) en distintos poblados tanto de Estados Unidos como de México. ¿hacia dónde apunta esta fusión de dos festividades escenarios de identidad nacional,  antes percibidas como opuestas? ¿Qué implicaciones tiene el nuevo régimen de estetización elaborada para el consumo como semiosis de lo aparente para los nuevos significados y usos de la tradición? ¿los vacía? ¿o amplía la tradición? O por el contrario es generador de ambivalencias culturales donde se incluye esto y lo otro. Me oriento por esta última.

Papelería en Guadalajara donde se venden los enseres de Halloween y de día de muertos tanto para disfrazarse como para confeccionar altares. Fotografía de Renée de la Torre, octubre de 2021.

 

El efecto Coco y la multiplicación de los altares

Lo que sin duda reactivó la tradición o más bien dicho intervino la formación estética de día de muertos fue la película de Coco producida en 2017 que trata sobre el imaginario de día de muertos llevado magistralmente a una producción animada por la empresa Disney.  A simple vista podemos advertir que tanto la estética del desfile de calaveras y catrinas como la estética excesivamente colorida y kitsch de Coco se lograron colocar como un nuevo régimen .

Hace un año, en pleno confinamiento provocado por la pandemia del covid.19, junto con Cristina Gutiérrez Zúñiga decidimos lanzar una encuesta en línea para conocer las reapropiaciones que la tradición de altares de muertos estaba teniendo en esa situación que cerraba los espacios públicos, entre ellos los cementerios a donde muchos mexicanos acuden para celebrar a sus muertos. Encontramos que la tradición se había trasladado al hogar, ya que también las oficinas, las escuelas y las plazas públicas estaban canceladas. Parte de nuestra investigación incluyó la solicitud de material fotográfico  de los altares de días de muertos. Con este material pudimos detectar no solo distintas estéticas, sino diferentes sentidos practicados. El más frecuente no era ya el establecer contacto con las ánimas de los difuntos, sino el de una instalación que favorecía al recuerdo de los seres queridos, entre los cuales ya no solo estaban los familiares difuntos, sino también los amigos, los artistas admirados, los héroes, e incluso las mascotas.

Fotografía de altar a mascotas en un tienda-veterinaria. Fotografía de Renée de la Torre, Chapala, Jalisco, 31 de octubre de 2019

Los altares de muertos en casa tenían una ventana hacia el exterior al compartirlos mediante fotos en las redes sociales digitales. La tradición no estaba en vías de extinción, era practicada por grupos de distintas edades y de diferentes niveles socioeconómicos. Tampoco se puede decir que los regímenes estéticos hubieran impuesto una única representación. Por el contrario, se habían multiplicado las formas de representación y los altares se montaban incluso con los objetos decorativos o devocionales presentes en el hogar o producidos e improvisados por los propios sujetos para conformar un altar de muerto.

Una de las sorpresas fue descubrir la apropiación de este dispositivo material simbólico para expresar distintos sentimientos, para incorporar diferentes afectos, para establecer formas más contemporáneas de recordar aun cuando varios de los altaristas montaron sus altares en el extranjero para establecer un vinculo nostálgico con los seres queridos de su terruño. La combinación de formas era impresionante. Y la presencia de elementos kitsch no necesariamente anulaba el sentido de la necesidad de establecer un vinculo con los seres queridos o admirados. Es un vínculo materializado con lo no material. Preferentemente esta materialidad contribuye a la transmisión generacional del recuerdo y el cariño hacia los ancestros o amigos cercanos.

Otra de las sorpresas fue encontrar en las redes sociales nuevas resignificaciones del altar de muerto, desde la que realiza como acto oficial el Presidente de la República desde el Palacio Nacional para dar un mensaje de aliento a la nación en un momento en que el covid-19 estaba causando más víctimas letales. O aquella la de un grupo de paramédicos especializados en traslados de Covid-19 que creativamente adaptaron una ambulancia para transformarla en altar de muertos. Aunque la estética retomaba elementos de Halloween el sentido era: “crear conciencia entre la gente para adoptar medidas de seguridad sanitaria y como un homenaje a sus compañeros fallecidos durante su lucha contra la pandemia.”

El día tres de octubre, un día después de la festividad, asistí al panteón de Zapopan, a unas cuadras de mi casa. Sus bardas exteriores han sido decoradas por motivos de día de muertos –como muchos otros panteones de la región– . Al entrar llama la atención que todo tiene la decoración de un gran altar de muertos, y en cada pabellón han colocado uno dedicado a trabajadores del ayuntamiento (bomberos, policías, aseo público, etc).

La instalación de altares y su estética también se filtró a las tumbas que renovaron su decoración lúgubre y abandonada por altares coloridos y festivos: les colocaron banderillas papel de china, caminos de cempasúchil, se llevaron ofrendas de calacas, flores y veladoras. En algunos se hicieron camios de pétalos para guiar el alma del difunto. En varias tumbas les ofrendaron coca colas o cervezas y hasta comida, transformando la lápida en una mesa para compartir con el alma del difunto sus antojos. Hace pocos años la tradición era asistir al panteón a limpiar la tumba, llevar flores naturales y alegrar el lugar con música, particularmente de Mariachi. Luego se pusieron de moda los arreglos de coronas florales que suplían a las flores naturales por artificiales. En el presente el panteón lucía alegre, no solo por el colorido, sino también por las imágenes de calaveras y calacas sonrientes. Hubo uno me llamó la atención pues le deseaban un feliz día al difunto empalmando las felicitaciones de cumpleaños con el día de muertos. Sin duda este corrimiento estético trae consigo una nueva tesitura emocional, más secular, más ligera, más festiva, más alegre de vivir el panteón y la relación con los muertos queridos.

Fotografías de tumbas-altares en el panteón de Zapopan, Renée de la Torre, 3 de noviembre de 2021

 

Fotografías de tumbas-altares en el panteón de Zapopan, Renée de la Torre, 3 de noviembre de 2021

 

Fotografías de tumbas-altares en el panteón de Zapopan, Renée de la Torre, 3 de noviembre de 2021

 

 “No alcanza el cempasúchil para iluminar todas las que nos quitaron”

Quizá lo que más llamó nuestra atención en las fotografías recibidas fue la apropiación que hacían diferentes colectivos para manifestar muertes violentas e injustas que han sido invisibilizadas por los poderes principalmente gubernamentales. Algunos reclamos son bien conocidos como el reclamo por los jóvenes de Ayotzinapa, o los migrantes calcinado en San Fernando, las sexoservidoras de la ciudad de México. Los colectivos feministas montan altares para denunciar feminicidios colocando cruces rosas y pronunciándose enérgicamente por el “ni una más”.  Un mural urbano de los ojos de una mujer disfrazada de catrina fue intervenido por un colectivo feminista sobreponiendo el siguiente mensaje: “En México todos los días son días de muertas”.

En tiempos de necropolítica distintos colectivos colocan su dolor y su reclamo en altares de muertos. Una novedad para la tradición. Laura Rousch nos compartió las fotografías que tomó en la ciudad de Zamora en cuyos barrios se organizaron los vecinos  para montar sus altares en los lugares donde habían asesinado a sus hijos, víctimas de la violencia y la inseguridad urbana y que había instrumentado el montaje de altares de muertos a la manera de cenotafios (o tumbas vacías) para visibilizar públicamente el problema y  oponerse al olvido.

Fotografía cortesía de Patricia Sánchez, intervención de mural por colectivo feminista en la Ciudad de México, 2020

 

Un año después, estas acciones colectivas tomaron distintos espacios públicos como una exigencia de justicia. Este fue el caso del colectivo de familiares de los desaparecidos en Jalisco que montaron un altar en el exterior de las oficinas del SEMEFO (Servicio Médico Forense) de Jalisco, que tiene el objetivo visibilizar la voluntad de invisibilizar cuerpos y exigir su búsqueda a las autoridades pertinentes. Con un cartel negro manifestaron su intención de esta manera: “en memoria de quienes se encuentran en los diferentes SEMEFOS del estado de Jalisco. Personas que se encuentran en espera de ser reconocidos, para que sus familiares puedan brindarles un lugar digno de descanso. Respetuosamente FUNDEJ”. Existen cuerpos de cientos de personas, en su mayoría jóvenes, que han desaparecido sin dejar rastro y que esperan ser identificados. Como pude ver en el muro de fotos de desaparecidos pocos tienen la suerte de ser encontrados, vivos o muertos. La mayoría, salió un día de su casa y nunca más volvió. Aunque el tiempo transcurrido invita a pensarlos muertos, han dejado su tumba vacía y las almas de sus familiares rotas, pero no vencidas, pues como escribieron en un cartel: «una persona desaparecida dolerá hasta el último día de la última persona que alguna vez la amó».

Altar de reclamo por las personas desaparecidos organizado por FUNDEJ en el exterior de las oficinas estatales de SEMEFO, Renée de la Torre, 31 de octubre de 2021.

 

Existen distintas cifras sobre desaparecidos en el estado de Jalisco. Las de la Fiscalía reconoce que de 2018 a la fecha son 7,904 desaparecidos no localizados; por su pare los colectivos de familia reclaman a 14,500 personas desaparecidas. En este contexto de dolor atravesado por una nueva manera de vivir la muerte sin rastro ni cuerpo, la tradición de altares de muertos cobra una vigencia inusitada por ofrecer una materialidad que expresa el recuerdo contra lo que se quiere borrar y ofrece vínculos emocionales con los seres queridos ausentes.

Cuando las cruces se tiñen de rosa o de morado los altares reclaman las muertas a causa de los feminicidios, otra manera en que la muerte manifiesta su rostro más cruel. En la ciudad de México también marchan cientos de familias de víctimas de feminicidio que resignifican el 3 de noviembre como el día de las muertas reclamando justicia y verdad para los 762 asesinatos de mujeres clasificados como feminicidios (Ver nota de EFE publicada en El Informador, 4 de noviembre de 2021).

Altar de reclamo por las personas desaparecidos organizado por FUNDEJ en el exterior de las oficinas estatales de SEMEFO, Renée de la Torre, 31 de octubre de 2021.

 

En una de las instalaciones se colocaron cruces rosas por cada feminicidio y en el centro un tapete de pétalos de cempasúchil que decía : “no alcanza el cempasúchil para iluminar todas las nos quitaron”. Coincido con que en México no alcanzan los altares para iluminar el camino de los muertos, ni para guiar a los vivos hacia el reclamo de justicia, pero los altares de muertos hoy son tanto el escenario hueco de millones de selfies, como el soporte material de la muerte vivida: brinda consuelos, soporta recuerdos, transmite tradiciones, alimenta nostalgias, vincula lo visible con lo invisible, y es un medio popular que se ha apropiado para visibilizar los reclamos por las muertes injustas que se viven a diario en este país.

Altar de reclamo por las personas desaparecidos organizado por FUNDEJ en el exterior de las oficinas estatales de SEMEFO, Renée de la Torre, 31 de octubre de 2021.

 

Bibliografía

Gutiérrez Zúñiga, Cristina (2021) “Modelos de convivencia en transición: la escuela pública y la diversidad religiosas”, en Renée de la Torrey Pablo Semán (eds.) Religions y espacios públicos en América Latina, Buenos Aires: CLACSO/CALAS, pp. 135-160.

Hirai, Shinji (2009 ) Economía política de  la nostalgia. un estudio sobre la transformación del paisaje urbano en la migración transnacional entre México y Estados Unidos, México: UAM/Juan Pablo editor.

Ibáñez, Jesús (1994) Por una sociología de la vida cotidiana, Barcelona: Siglo XXI editores.

Meyer, Brigit (2019) Cómo as coisas importam. Uma abordagem material da religi~ao, Porto Alegre: UFRGS editora.

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Renée de la Torre

Renée de la Torre

Reneé de la Torre es Doctora en Antropología Social por el CIESAS y la Universidad de Guadalajara. Anteriormente recibió la Licenciatura y Maestría en Ciencias de la Comunicación en el ITESO. Es investigadora nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias.
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