Las devociones populares en la literatura (12): Judas en Jujuy

El traidor veneradopor Héctor Tizón

Este cuento es notable por diversas razones. En primer lugar, por su relectura en clave local del episodio bíblico. Por más que este caso sea ficticio, refleja también, la presencia y relevancia -en todo el territorio argentino, no sólo en el NOA- de personajes que conjugan la figura del santón y del curandero y que han liderado proto-movimientos religiosos de diferente índole -que siempre han sido perseguidos por las autoridades locales y olvidados por nuestra historia oficial. Por último, da cuenta de la variedad (injustamente sospechada de aleatoriedad) de personalidades que pueden dar origen a devociones populares (nota del editor).

Aquella sería la última comida juntos.

El que era indigno de ajustarle el cordón de los zapatos estaba ebrio. Toda esa noche la pequeña campana de la estación ferroviaria sonó incesantemente, a lo lejos, sacudida por el viento. Llovía a ratos.

El Chaguanco abrió una lata de picadillo, lo fue untando con su cortaplumas sobre el pan que les quedaba y luego repartió los pedazos. “Yo no tengo hambre” —dijo. Quispe, un hombre inquieto y de poca talla que ya estaba borracho, tomó el primero y se lo tragó con buen apetito; después permaneció mudo y apartadizo, contemplando el débil movimiento de las ramas delgadas —agitadas por el aire— del ceibal.

La fama del Chaguanco había cundido no sólo en Yala, sino también en las comarcas vecinas desde donde la gente acudió hasta formar multitudes albergadas en carpas y vehículos, o debajo de las copas de los árboles alrededor del miserable rancho, a cuya puerta se asomaba, abandonando sus meditaciones, en los amaneceres. Entonces los que habían perdido la salud, los que aún esperaban algo, caían de rodillas ante su mano levantada.

Pero al poco tiempo comenzó la persecución, eludida hasta hoy en que se cumplía un año de peregrinaje; un año de penoso ocultamiento, mudando siempre de lugar, durmiendo a la intemperie o bajo las alcantarillas en los caminos, desde Tilquiza hasta Valle Grande, de Tumbaya a Susques, seguido por algunos fieles desesperados, enfermos, opas y ladrones arrepentidos.

Beso de Judas – Fernando Botero

 

Cuando un alegórico ladrar de perros anunció a los perseguidores, el Chaguanco concluía también su sentencia postrera, y el hombrecito enjuto y nervioso a quien iba dirigida, exclamó, más bien para sí: “Esa palabra es dura. ¿Quién la puede oír?”.

Ahora los agentes del destacamento estaban cerca. Era la noche de San Roque y una botella de ginebra yacía, seca, en el suelo.

El ladrar se convirtió en aullido mientras el viento, a lo lejos, seguía torturando a la campana.

Cuando Quispe desapareció, entendiendo el Chaguanco que había llegado el fin y que en seguida lo conducirían a la ciudad, a la cabeza de una multitud de curiosos —como un político—, preguntó a los que quedaban si también ellos querían irse; después se apartó a corta distancia, pero sin ocultarse.

La campana y los perros dejaron de hacerse oír y la partida cayó sobre él. No opuso resistencia ninguna y —esposado— llegó sobre un camión maderero a la ciudad. Allí debió esperar turno porque el Tribunal estaba distraído con otros delincuentes, pero, el día señalado, fue sometido a proceso y juzgado.

Pocas personas acudieron al plenario y entre ellas Quispe, principal testigo de cargo, que, antes de escuchar la sentencia, se ahorcó colgándose de una viga en el retrete del Palacio de Justicia.

Finalmente el Tribunal, al no hallar mérito suficiente para sostener una condena, lo absolvió.

Y cuando el Chaguanco —deshonrado y solitario—, después de mucho tiempo regresó a Yala, encontró que muy pocos se acordaban de él y que la gente ya encendía velas pagando promesas en la tumba del otro.

Agradecemos a Socompa por haberlo republicado recientemente

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Héctor Tizón

Héctor Tizón

Héctor Tizón nació el 21 de octubre de 1929 en Yala, en la provincia de Jujuy. Licenciado en Derecho, fue ministro, diplomático y juez del Tribunal Supremo jujeño, y vivió en México, París, Milán y Madrid, si bien siempre volvió a Jujuy. Publicó numerosos libros traducidos a varios idiomas.
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