Reseña de «Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina 1980-2001», de Hilario Wynarczyk.

Marcos Carbonelli (CONICET/CEIL)

Ciudadanos 2-01Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina 1980-2001″, de Hilario Wynarczyk, Buenos Aires: UNSAM Edita, 2009, 392 páginas.

El libro “Ciudadanos de dos mundos” corresponde a la publicación de la tesis de doctorado de Hilario Wynarczyk, defendida en la Universidad Católica Argentina. La investigación se concentra en la constitución del movimiento evangélico argentino como sujeto político de la sociedad civil durante el período 1980-2001. De forma particular, el análisis se focaliza en el proceso de politización de sectores conservadores evangélicos, que hasta la década del noventa habían permanecido masivamente al margen de los debates en la esfera pública y se habían concentrado exclusivamente en actividades religiosas en el interior de los templos y congregaciones.

Los dos primeros capítulos de esta obra se dedican a la construcción y caracterización del objeto de estudio, y a la presentación de la hipótesis central de la investigación, a partir de la cual explica la incursión de los evangélicos conservadores en el ámbito público. En primer lugar, partiendo de una construcción propia basada en la teoría general de los sistemas, Wynarczyk conceptualiza al conjunto de iglesias evangélicas en Argentina como un campo de fuerzas cuyos elementos interactúan entre sí mediante relaciones que, de acuerdo a sus intereses y a las relaciones con otros sistemas sociales, oscilan entre la conflictividad y el consenso, por encima del zócalo de  sus denominadores comunes. Por otra parte desarrolla una escala de posiciones dualistas frente al “mundo”, con dos términos principales, el “dualismo negativo” o de rechazo del mundo y el “dualismo positivo” o de avance hacia el mundo, que a su vez admiten variantes específicas. Esta escala es un recurso teórico auxiliar para describir la estructura del campo de fuerza pero también sus contrastes y modificaciones a lo largo de la historia de las iglesias evangélicas.

El espacio de tensiones, cuyas fuerzas son básicamente hermenéuticas e intereses, se encuentra organizado históricamente en dos grandes polos o grupos de convergencia: 1) el polo histórico liberacionista, que conglomera a las comunidades herederas de la Primera Reforma Protestante y que se destaca por su hermenéutica histórica situada de la Biblia, por su perspectiva ecuménica frente a la Iglesia Católica y por su militancia por los Derechos Humanos; 2) el polo conservador bíblico, conformado por iglesias evangelicales (nacidas de la Segunda Reforma) e iglesias pentecostales, que a su vez desagrega en pentecostales clásicas, neoclásicas y neopentecostales. Este polo se caracteriza por leer literalmente la Biblia, asumir posiciones conservadoras con relación a la moral sexual, y, finalmente, rechazar fuertemente la participación política de sus miembros por considerarla una actividad mundana, viciada y pecaminosa. Wynarczyk describe el proceso de politización del polo conservador-bíblico aplicando aquí dos categorías, movimientos sociales lato sensu (en este caso el movimiento religioso) y movimientos sociales stricto sensu (movimientos de protesta por una situación percibida como de injusticia). De este modo describe  la evolución de los evangélicos desde un movimiento social religioso a otros de protesta por la Ley de Culto y los privilegios concedidos a la Iglesia Católica Apostólica Romana, en desmedro del campo evangélico, entre las décadas del 80, con la apertura democrática, y todo el curso de la década de los 90.

El estudio de Wynarczyk organiza el proceso en tres fases. Primero, se conforma un movimiento religioso conservador bíblico que acumula recursos y una identidad común; luego, activistas antisectas disparan mecanismos de regulación y control que son percibidos por el liderazgo evangélico como amenazas; finalmente, en condiciones ambientales favorables constituidas por la democracia, los evangélicos hacen su incursión en la esfera pública como acción colectiva de protesta. En la descripción de esta secuencia, Wynarczyk incorpora la teoría de los movimientos sociales al campo de la sociología de la religión; su objeto de estudio es considerado como un movimiento social que despliega acciones en el ámbito político estructuradas a partir de diferentes marcos interpretativos, sin dejar de ser al mismo tiempo un movimiento social religioso. En este sentido, se destaca particularmente el tránsito de los conservadores bíblicos desde un marco interpretativo dualista negativo, que consideraba al mundo como un espacio externo del que es preciso huir, a un marco dualista positivo, donde las esferas mundanas (incluida la política) se re-conceptualizan como espacios de conquista y movilización con el fin de defender intereses sectoriales amenazados. También Wynarczyk puntualiza que la transformación del movimiento religioso en un movimiento social es producto de la interacción entre el campo evangélico y un sistema mayor, conformado por la sociedad y sus múltiples agentes, en particular, los medios de comunicación, varios sectores del Estado y la Iglesia Católica (agente hegemónico en el campo religioso).

Metodológicamente, el autor articula diferentes herramientas de la tradición cualitativa, a saber: entrevistas extensas y recurrentes a dirigentes evangélicos y a funcionarios estatales, en una muestra “en 360 grados” que incluye también actores católicos y políticos; observación participante de reuniones y acciones públicas vinculadas al proceso de movilización, y el análisis en profundidad de fuentes secundarias, periodismo y literatura de los evangélicos, y periodismo “secular”. En el momento del auge del movimiento de protesta (1999-2001), Wynarczyk fue parte de un Consejo de Expertos de la Secretaría de Culto que escribió un proyecto de Ley de Culto alternativo, dejado de lado con la renuncia abrupta de Fernando de la Rúa a la Presidencia de la Nación, y la circulación de funcionarios en la Secretaría de Culto. Por otra parte, Wynarczyk ha producido investigación y análisis periodístico para ONGs, iglesias y publicaciones del campo evangélico, y esto le abría mayores avenidas a su comprensión del objeto de estudio.

En el capítulo tres Wynarczyk desarrolla  su hipótesis central acerca de la construcción histórica de una identidad común en el campo evangélico. El autor subraya la hegemonía del “paradigma misionero” hasta la década del ochenta (Marostica, 1997), cuando primaba la autonomía de las denominaciones sobre cualquier lógica de unificación.[1] La organización de campañas de evangelización masivas se contrapone luego a este panorama de segmentación. Organizadas por pastores neopentecostales (en particular Carlos Annacondia), favorecen el trabajo en redes de comunidades diversas, la irradiación de perspectivas teológicas y litúrgicas comunes (basadas en nuevas perspectivas teológicas que Wynarczyk muy bien analiza como marcos de la acción colectiva de tipo religioso), y la conformación de una identidad “victoriosa”. El autor ubica el contexto político aperturista en la base de este fenómeno. El retorno democrático en 1983 y, fundamentalmente, la expansión de un marco que nomina a la Argentina como “una tierra visitada por el Espíritu Santo” marcan este contexto.

La acción coordinada de las campañas evangelísticas masivas y la formación de megaiglesias y producciones culturales que subvierten la lógica denominacional se cristalizan en la constitución de un movimiento religioso, la visibilidad en los espacios públicos y un aumento ostensible de su caudal demográfico.

Ante el crecimiento evangélico descrito, Wynarczyk analiza cómo activistas antisectas (básicamente dedicados al periodismo), desde la mitad de la década de 1980, articulan dos contra-marcos interpretativos. Específicamente, el autor remite a la “teoría del Caballo de Troya” y al fenómeno del “brainwashing” (lavado de cerebros); discursos que asocian, en un caso, a los evangélicos con una corriente imperialista orientada a desmovilizar a los sectores populares y, en el otro, con grupos transgresores de derechos individuales inalienables. Los activistas antisectas lograron una notable difusión de su discurso e impactos en actores de la Justicia y el Poder Legislativo, sin consecuencias de todos modos, sobre el andamiaje jurídico existente. En cualquiera de sus variantes, asociadas al “progresismo” o al integrismo católico, el movimiento antisectas podía ser funcional frente a un elemento disruptivo de la hegemonía de la Iglesia Católica, consagrada en la Constitución Nacional, el Código Civil, Concordatos con el Vaticano y la Ley de Culto.

Frente a este contexto de amenaza, los dirigentes del campo evangélico elaboran una respuesta que se traduce en un avance hacia el mundo de la política y que procura desarticular la sanción de un proyecto de ley de características severamente restrictivas para los grupos religiosos no católicos. Siguiendo la perspectiva teórica propuesta por Wynarczyk como eje de su trabajo, es en este momento donde tiene lugar la transición del movimiento religioso al movimiento social stricto sensu y la adopción de una interpretación dualista positiva: lo político dejará de ser un espacio asociado al pecado y a la corrupción del mundo, para pasar a conformar un escenario vital donde es preciso manifestarse para evitar la erosión de la libertad religiosa y procurar marcos de regulación de mayor equidad.

En esta instancia, los acercamientos propiciados por la etapa previa de movilización y acercamiento denominacional se capitalizan en encuentros y reuniones celebrados por las principales federaciones evangélicas: ACIERA (evangelicales), FECEP (pentecostales) y FAIE (históricos liberacionistas). Allí se produce la unidad de los polos dinámicos del campo, gracias al contexto de hostigamiento común, y se abre paso, a la concertación de acciones colectivas, la constitución del Consejo Nacional Cristiano Evangélico en 1996 como federación de federaciones y el planteo de un concepto teológico de “unidad de las iglesias” que serviría como marco interpretativo auxiliar.

En el capítulo seis, Wynarczyk identifica, dentro de un enfoque centrado en el progreso de las estrategias planteadas y ejecutadas por los líderes de las federaciones, las intervenciones evangélicas en el plano cívico, como acciones de lobby, concentraciones frente al Congreso y mega-concentraciones en el centro de Buenos Aires, finalmente. Los dirigentes de la comunidad religiosa consiguen obstaculizar en el Parlamento el avance de un proyecto restrictivo y, en un proceso no exento de tensiones internas, presentan, en el marco del proceso de Reforma Constitucional en 1994,  propuestas de renovación de los mecanismos de regulación del fenómeno religioso. En su análisis, Wynarczyk no deja de lado la participación de los dirigentes del polo histórico liberacionista a su vez, en cuestiones de Derechos Humanos, Reforma Constitucional, y el rol que cumplieron al unirse también a la protesta.

En el apartado más extenso de su obra, Wynarczyk destaca particularmente las concentraciones evangélicas de 1999 y 2001 en el Obelisco de la Plaza de la República. Las reuniones en el centro neurálgico de la ciudad de Buenos Aires fueron multitudinarias en ambas ocasiones. Los evangélicos, además de celebrar sus cultos y manifestar su preocupación por la situación social imperante, reclamaron a las autoridades la sanción de una nueva ley de cultos. Además, acapararon la atención de los medios, de la dirigencia política y de la ciudadanía en general; por eso, para el autor, “el Primer y el Segundo Obelisco” representaron los puntos más altos, según el grado de unidad y de visibilidad obtenido, del ciclo de movilización analizado. En el “Segundo Obelisco”, además, los evangélicos agregaron a sus reclamos particularistas, elementos de reclamo a favor de derechos de la sociedad civil en general.

El ciclo de movilización analizado se cierra, pese a estos marcados avances y a la elaboración de un proyecto superador en forma conjunta con la Secretaría de Cultos (donde el autor era entonces Consejero Experto), sin alcanzar el objetivo de la sanción de un nuevo marco reglamentario para las confesiones religiosas no católicas. Wynarczyk aduce que las razones de este saldo negativo deben encontrarse en el estallido de la crisis social, política y económica de 2001, que obligó a las iglesias a concentrase en la ayuda social. Una posterior concentración, en el 2003, logró ya un menor caudal de público e impacto.

No obstante, Wynarczyk considera que la principal consecuencia del período de movilización fue  la conformación  de un nuevo sujeto político, cuya voz se escucha por primera vez en la esfera cívica y que, a partir de allí, se constituyó como interlocutor reconocido en los debates por la regulación del fenómeno religioso.

En suma, el libro de Hilario Wynarczyk representa un abordaje sociológico minucioso sobre el proceso de movilización y politización de actores religiosos no católicos en el contexto democrático. Frente a la abundante literatura sobre la relación entre catolicismo y política en Argentina, este libro contribuye sustancialmente a llenar un vacío en el campo de la sociología de la religión local, en lo que refiere a la sistematización de la historia política reciente de una minoría religiosa que crece en visibilidad y gravitación. Paralelamente, a partir de la triple descripción, la de las relaciones de la religión con el poder público, la de la orientación de sus demandas y la del carácter multifacético y dinámico que asume el espacio de la sociedad civil, esta obra habilita diversas herramientas teóricas, construidas con gran originalidad y capacidad técnica, para comprender el fenómeno de la “publicidad” de las religiones en los tiempos democráticos.

Esta reseña fue publicada originalmente en Lupa Protestante


[1] Marostica, Matt (1997). Pentecostal and politics: The creation of the Evangelical Christian Movement in Argentina, 1983-1993. Ph. D. dissertation. Political Sciences Departament, University of California, Berkeley.

 

 

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Marcos Carbonelli

Marcos Carbonelli

Marcos Carbonelli es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Magister en Ciencia Política por el Instituto de Altos Estudios Sociales, UNSAM. Becario post-doctoral del Área Sociedad, Cultura y Religión del CEIL-CONICET.
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