Shamanismo Selk’nam -comienzos del siglo XX

Por Michael Taussig y según Lucas Bridges

En 2016 Hau: Journal of Ethnographic Theory, reeditó un artículo de Michael Taussig tituladoViscerality, faith, and sekpticism. Allí el autor, recuperando una serie de experiencias etnográficas sobre chamanismo, reflexiona sobre la relación entre las prácticas mágicas, el cuerpo y los trucos físicos y viscerales que hacen a la tensión entre magia y escepticismo.

A continuación, recuperamos un fragmento del trabajo donde se reproduce una larga descripción sobre chamanismo Selk’nam de comienzos del siglo XX, brindada por Lucas Bridges, hijo de un misionero anglicano, nacido en Usuahia y con buen conocimiento de la realidad local.

En su autobiografía maravillosamente evocadora e informativa, Lucas Bridges, hijo de un misionero convertido en criador de ovejas, nos cuenta cómo creció jugando con niños indios alrededor de 1900 en Isla Grande, una de las muchas islas, penínsulas y canales que conforman Tierra del Fuego. Aprendió al menos uno de los idiomas nativos, y para cuando fue adulto tuvo la tentación de aprender los modos del hechicero, formas que, en esencia, eran muy desconcertantes porque el miedo a la magia coexistía con la incredulidad hacia los magos. Téngase en cuenta que la magia, en forma de asesinato por medio de brujería, era común. La primera de las supersticiones indias Onas, según Bridges, era «el miedo a la magia y al poder de los magos, incluso por parte de aquellos que, profesando ese arte, debían haber sabido que ellos mismos eran farsantes. Tenían un gran temor del poder de los demás «(Bridges 1951: 406). Llegó a decir que «algunos de estos farsantes fueron excelentes actores», y nos será útil seguirlo en su descripción de lo que él llama «actuar» y observar el foco, sino la obsesión, con el «objeto», un objeto retirado de los intersticios del cuerpo vivo, humano.

De pie o arrodillado junto al paciente, mirando fijamente el lugar donde se encontraba el dolor, el chamán permitía que una expresión de horror le invadiera la cara. Evidentemente, podía ver algo invisible para el resto de nosotros… Con sus manos trataba de reunir la presencia maligna en una parte del cuerpo del paciente -generalmente el pecho- donde luego aplicaba la boca y chupaba violentamente. A veces esta lucha duraba una hora, para repetirse más tarde. En otras ocasiones, el joon se alejaba de su paciente con la pretensión de tener algo en la boca con las manos. Luego, siempre alejándose del campamento, apartaba las manos de su boca y las agarraba con fuerza, y, con un grito gutural difícil de describir e imposible de deletrear, arrojaba este objeto invisible al suelo y lo golpeaba ferozmente. Ocasionalmente, un poco de barro, algo de pedernal o incluso un pequeño y muy joven ratón se podían producir como causa de la indisposición del paciente. (Bridges 1951: 262)[1]

Como nota al margen, tomemos en cuenta los ojos del gran curandero Houshken, necesariamente un experto en fisonomía. Medía más de seis pies[2] y sus ojos eran extremadamente oscuros, casi negros. «Nunca había visto ojos de ese color», reflexiona Bridges, y se pregunta si Houshken era miope. Lejos de eso. Porque no solo el hombre era un poderoso cazador, sino que se decía que podía mirar a través de las montañas. Estos ojos eran también del tipo que pueden ver a través del cuerpo humano, como se demostró cuando Bridges permitió a otro curandero famoso, Tininisk (que veinte años más tarde se convirtió en uno de los informantes más importantes del padre Martin Gusinde), inducirlo en las formas de obrar del curandero. Medio reclinado desnudo sobre pieles de guanaco junto al fuego protegido por un cortaviento, las manos y la boca del curandero recorrieron el pecho de Bridges tan atentamente como lo haría, en palabras de Bridge, cualquier médico con su estetoscopio, «moviéndose de la manera prescrita de un lugar a otro, pausándose para escuchar aquí y allá». Luego volvieron esos ojos, esos ojos que pueden ver a través de montañas, la montaña del cuerpo. «También miró intensamente a mi cuerpo, como si lo hubiera visto como un aparato de rayos X» (Bridges 1951: 406).

Tener ojos como esos ojos es útil para ver a través del mundo, pero tal vez la implicancia que esto conlleva es engañosa. Por penetrantes que sean esos ojos, podría ser la naturaleza del material a través del que se mira lo que es especial. Pues al parecer los sólidos, como el cuerpo, son, al menos en ciertas condiciones, inestables y transparentes.

El curandero y su ayudante se desnudaron. La esposa del curandero, una de las raras sanadoras, se quitó la prenda exterior, y los tres se acurrucaron y produjeron algo que Bridges pensó que era del gris más claro, con forma de cachorro y unas cuatro pulgadas de largo con orejas puntiagudas. Tenía la apariencia de estar vivo, tal vez debido a la respiración de los adiestradores y el temblor de sus manos. Había un olor peculiar cuando el «cachorro» fue colocado por los tres pares de manos en su pecho, donde, sin ningún movimiento repentino, desapareció. Tres veces esto se repitió y, luego de una pausa solemne, Tininisk preguntó si Bridges sentía que algo se movía en su corazón o si podía ver algo extraño en su mente, como en un sueño.

Pero Bridges no sintió nada, y finalmente decidió abandonar lo que había encontrado como un fascinante curso de estudios porque, por un lado, tendría que mentir frecuentemente, «para lo cual yo no era muy inteligente», y por otro, esto podría separarlo de sus amigos Ona. «Ellos temían a los hechiceros; no quería que también me temieran a mí «(Bridges 1951: 264)[3]. Sin embargo, aunque su deseo de aprender magia disminuyó, nunca lo abandonó por completo.

Unos veinte años más tarde, los indios informaron al padre Martin Gusinde que el “cachorro» estaba hecho de plumas blancas de aves recién nacidas y que el cuerpo entero de un chamán, además de la piel, estaba hecho de estas cosas. Fue esta sustancia la que le dio al chamán sus poderes especiales: su visión penetrante, su habilidad para adivinar, para tender la mano y matar, como también para cantar (Gusinde 1982: 18).

Cuando más tarde se encontró con el famoso Houshken, del que había escuchado tanto, Bridges le dijo que había oído hablar de sus grandes poderes y que le gustaría ver algo de su magia. La luna estaba llena esa noche. Reflejado en la nieve del suelo, proyectaba la escena como la luz del día. Al regresar del río, Houshken comenzó a cantar, se llevó las manos a la boca y sacó una tira de piel de guanaco tres veces más gruesa que un cordón de zapato de unas dieciocho pulgadas de largo. Sus manos se sacudieron y se separaron gradualmente, la tira se extendía hasta cerca de cuatro pies. Su compañero tomó un extremo y los cuatro pies se extendieron a ocho, luego desaparecieron repentinamente en las manos de Houshken para hacerse cada vez más pequeños, de modo que cuando tenía las manos casi juntas se los llevó a la boca, lanzó un prolongado alarido y luego extendió sus manos, completamente vacías[4].

Incluso un avestruz, comenta Bridges, no podría haberse tragado esos ocho pies de piel sin un trago visible. Pero ¿dónde más podría haber ido, sino de vuelta al cuerpo del hombre? Él no tenía mangas. Se quedó desnudo en la nieve con su capa en el suelo. Además, había entre veinte y treinta hombres presentes, pero solo un tercio de ellos eran de Houshken y el resto estaba lejos de ser amistosos. «Si hubiesen detectado algún truco simple», escribe Bridges, «el gran curandero habría perdido su influencia; ya no habrían creído en ninguna de sus magias «(Bridges 1951: 285).

Houshken se puso su capa y pareció entrar en trance mientras caminaba hacia Bridges, dejó que su capa cayera al suelo, se llevó las manos a la boca otra vez, las retiró, y cuando estaban a menos de un metro de la cara de Bridges lentamente las separó para revelar un objeto pequeño, casi opaco, de aproximadamente una pulgada de diámetro[5], estrechándose en sus manos. Podría haber sido elástico o masa semitransparente, pero fuera lo que fuera, parecía estar vivo, girando a gran velocidad.

La luna era lo suficientemente brillante como para seguir mientras separaba sus manos, y Bridges se dio cuenta de repente que el objeto ya no estaba allí. “No se rompió ni estalló como una burbuja; simplemente desapareció.” Hubo un grito de asombro de los espectadores. Houshken giró sus manos para la inspección. Estaban limpias y secas. Bridges miró hacia el suelo. Estoico como era, Houshken no pudo resistir una risita, porque no había nada que ver. “No dejes que te moleste. Lo llamaré nuevamente hacia mí”.

A modo de explicación etnográfica, Bridges nos dice que se creía que este objeto curioso era “un espíritu increíblemente maligno que pertenecía, o posiblemente era parte del joon (curandero) del que emanaba”. Podría tomar una forma física. O podría ser invisible. Tenía el poder de introducir insectos, ratones diminutos, barro, piedras afiladas, o incluso una medusa o un pulpo bebé en el cuerpo del enemigo. “He visto a un hombre fuerte estremecerse involuntariamente al pensar en este horror y sus potencialidades malvadas” (Bridges 1951: 286). “Fue un hecho curioso”, agrega, “aunque cada mago debió haberse sentido un fraude y un embaucador, siempre creyó y temió en gran medida las habilidades sobrenaturales de otros curanderos” (Bridges 1951: 286).

Traducción del inglés: María Pilar Bossio

[1] Nótese que Bridges hablaba el lenguaje Ona (Selk’nam es el término nativo), y cuando describe el habla como gutural no está necesariamente equivocado. Joon es la palabra para chamán o médico nativo.

[2] Más de 1,80 metros. [N.T.]

[3] Podemos mencionar la historia en las más de mil páginas de etnografía de Gusinde sobre los Selk’nam (basada en el trabajo de campo realizado en cuatro viajes entre 1918 y 1924) de cómo en 1919 un grupo de curanderos recibiría regalos del hermano de Bridges, Guillermo, si podían matar a uno de sus perros con magia. Los curanderos se negaron, ya que creían que su magia no servía de nada contra los hombres blancos o sus perros (Gusinde 1982: 698-99).

[4] Dieciocho pulgadas: cuarenta y cinco centímetros; cuatro pies: 1,20 metros; ocho pies: 2,40 metros [N. T.]

[5] 2,5 cm. [N.T.]

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María Pilar García Bossio

María Pilar García Bossio

María Pilar García Bossio es Becaria doctoral del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales (IICS) de la UCA, Se encuentra realizando el Doctorado en Ciencias Sociales en la UBA e investiga las relaciones entre Estado y religiones en la Provincia de Buenos Aires.
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