Un año del Papa Francisco. Visiones desde las ciencias sociales (2): Opinan César Ceriani, Elio Masferrer, Nicolás Panotto y Darío La Vega

viento5«Me visto de blanco, no soy un fantasma y aparezco en la tele ¿quién soy?»
por César Ceriani  (antropólogo, investigador del CONICET/FLACSO)

Si hay algo en lo que podemos concordar sobre la notable visibilidad local y global que la figura del Papa Francisco ha tenido en los últimos 368 días es su impacto en el trabajo de la imaginación. En efecto, la amplitud de las formas de circulación y producción masiva de su imagen, junto a las apropiaciones y consumos en torno a la misma, nos continúa sorprendiendo día a día. Entre estas, la adivinanza que titula estas reflexiones, contada en la tarde del viernes pasado por mi hijo Manuel, en sus 7 años, cuando volvíamos de la escuela (pública y laica, aclaro por las dudas). Ante la inevitable inquisición de su padre, contó que su amigo Danilo le había pedido a la profesora si podía decir una adivinanza ante todos los compañeros del grado. “La profe dijo que sí”, entonces pasó al frente y la expuso. Nadie la adivinó (!!!), pero todos la entendieron y se rieron, y al poco tiempo ya estaban circulándola entre otros amigos y padres.

El trabajo de la imaginación cultural condensa un repertorio abierto de nuevos sentidos que agentes y grupos sociales construyen en sus particulares coyunturas y estrategias. Esta colección de significados, y también de emociones y valoraciones, asume una constitutiva diversidad, pero esto implica que los marcos simbólicos, la intencionalidad y los referentes hacia donde se dirige la imaginación (¿sobre qué?, ¿en quién?) y al menos buena parte de las prácticas asociadas (¿qué hacemos?, ¿cómo lo hacemos?) sean cultural y socialmente definidos.

En este sentido, no podemos pensar en “el efecto”, “la revolución”, “los gestos” o “la humildad” del Papa Francisco, y todas las interpretaciones sobre sus acciones y comportamientos, sin tener como referencia implícita al Vaticano junto a toda la historia y mitología sobre la Iglesia Católica y su centro espiritual-material. No es poco. En general podemos observar en los análisis de periodistas, académicos y religiosos (entre otras personalidades) una construcción sobre Francisco como ansiada antítesis dialéctica de aquel sospechoso, pero igual decisivo, centro de operaciones del catolicismo mundial. En este horizonte, el “efecto Francisco” actuó principalmente como catalizador de múltiples sentidos morales, políticos, económicos y religiosos, que se enraízan en propósitos tan diversos como las personas que lo visitan, pero que asumen (o presumen) poder contagiarse de su mana.

Para analizar entonces la construcción social del carisma de Francisco, donde la imaginación y la memoria se interpenetran (y los aniversarios son momentos ejemplares al respecto), es preciso que no perdamos de vista cómo se plasma esa múltiple relación entre el líder y la gente. Hasta el momento presente, pocas dudas caben –más allá de las presunciones teóricas, políticas o teológicas- que Francisco es un personaje tan real como imaginado que ha vuelto a centrar las miradas, ideas y acciones en aquella institución cuyos días parecían casi contados.

Podemos discutir con mayor detalle cómo se edifica el “efecto Francisco”, en qué medida es político, religioso o cultural, o un poco de cada uno, y también establecer diagnósticos sobre su positivo alcance como agente de cambio social; pero por el momento sabemos con certeza que su fama ha ido in crescendo en su primer año de papado. Ese hombre vestido de blanco no es un fantasma porque, precisamente, aparece en la tele.

Francisco repara mi iglesia«Cambió la música, pero no la letra» *
por Elio Masferrer Kan (antropólogo, ENAH, México)

Hace un año se asomó al balcón: “Recen por mí, fueron casi al fin del mundo a buscarme”, se disculpó por ser Obispo de Roma, sin más distintivos que su sotana blanca y una cruz de hierro. Habló un italiano discreto, como muchos argentinos que lo aprendieron de sus padres.

Empezaba un nuevo estilo en la Iglesia católica, el modelo sencillito, misericordioso, generoso, que promete tocar los temas que eran eludidos con un ominoso silencio. ¿Qué pasa con los divorciados? ¿Qué hacer con los niños que se crían en parejas del mismo sexo? ¿Cómo rescatar a los viejos del “descarte” y a los jóvenes sacarlos de la “era del vacío”?

Increpó a los “obispos de aeropuertos”, que no están al “frente, en el medio y atrás de sus ovejas”, que más bien están comiendo en la mesa de los poderosos. Propuso llevar la “alegría del evangelio” a las grandes masas de pobres, abandonados y postergados para gran alarma de los ricos, “los elegidos de Dios”. Llamó a los jóvenes a la desobediencia cívico religiosa. “Hagan lío”, rebasen a los curas y obispos que no cumplen, “salgan a la calle, a las periferias”, les propuso. Criticó duro a la Curia romana: “Son una lepra”; dejó que detuvieran a un sacerdote, lavador de dinero. Rescató a la Teología de la Liberación Latinoamericana del ostracismo y la marginación. Llegaron a lo más alto de la Iglesia. Entraron a los salones del Vaticano. Millones de católicos que se habían alejado de la Iglesia, retornaron a la misma.

Estos cambios asombraron a los “expertos” y a los feligreses hartos de la lejanía de la burocracia eclesiástica. Cambió “la música” que escuchábamos de los jerarcas eclesiásticos. La pregunta que nos hacemos muchos es si cambió la “letra”. “Soy hijo de la Iglesia”, respondió cuando le preguntaron por el aborto, los homosexuales y otros problemas contemporáneos de la institución.

Los colectivos gays avisaron: Francisco dice que no juzgará, pero “la Iglesia sigue diciendo lo mismo”, al igual que sobre los divorciados y demás. Lo mismo, pero de manera diferente. No sabemos qué piensa Bergoglio, pero está claro que no puede con los grupos de poder del Vaticano. Su respuesta a la defensiva ante el Informe del Comité de la ONU sobre abusos a los niños es ofensiva para las víctimas. Nombró a las autoridades de la Legión de Cristo, donde quedaron los operadores de Maciel, sin ningún cambio significativo. Los cambios en el Banco Vaticano evitan marginarse como paraíso fiscal, pero al mismo tiempo designó a los grandes operadores económico-eclesiásticos, que utilizan la estructura del Vaticano para ocultar y fortalecer sus negocios detrás de la pantalla institucional, designó 15 hombres y ninguna mujer, precisamente el Día Internacional de la Mujer. Todo ello nos permite considerar que el Papa tocó el techo de lo posible. Prepárense para la canonización de los mártires de las dictaduras militares latinoamericanas, pero Bergoglio no afectará los intereses de los sectores conservadores, éstos ya le “tomaron la medida” y definieron los límites de sus cambios. No tocar a los pederastas, ni los dineros, ni los grandes dogmas de los tradicionalistas. Puede rescatar el Concilio Vaticano II, sin profundizar en el espíritu del mismo. Canonizará el mismo día a Juan Pablo II y a Juan XXIII, mitad para cada uno sin que los conservadores hayan perdido un centímetro de espacio político religioso, simplemente crearon un balcón para los marginados, los progresistas y los fieles que se “habían ido”. ¿Cuánto durará esta ambigüedad? De ello depende el futuro de la Iglesia católica.

* Así citó Página 12 a un especialista vaticano no identificado. 9 de marzo de 2014.

(Versión autorizada por el autor, con ligeras modificaciones sobre lo publicado en El Universal)

Francisco remera MugicaAcerca de la naturaleza de lo gestual
por Nicolás Panotto (teólogo, doctorando FLACSO, becario del CONICET/GEMRIP)

A un año del papado de Francisco, los análisis han sido de los más variados. Por un lado, hay quienes hablan de “gestos”, como pequeñas pero llamativas “interrupciones” de los discursos, retóricas y prácticas ortodoxas de la iglesia, donde lo que más se resalta es el nuevo carisma que imprime el argentino a una investidura tradicionalmente inconmovible. Por otro lado, existen también quienes se atreven a hablar de una “revolución”, donde dichas irrupciones representan más bien un giro radical e histórico dentro de la institución. Por supuesto que entre medio de estos extremos hay incontables matices. Pero lo importante a resaltar es que existe una amplia opinión que vislumbra cambio, transformación, o al menos la presencia de nuevos aires o gestos políticamente correctos. Ahora, la pregunta es: ¿existe un cambio “real” bajo la figura de Francisco? Lo que me lleva a una segunda pregunta: ¿desde dónde se define la “realidad” de estos cambios? ¿Un gesto es sólo un elemento superficial? Para muchas y muchos dentro (y fuera) de la iglesia no lo es. ¿O será que hablamos necesariamente de transformaciones radicales a nivel teológico, dogmático, litúrgico e institucional? La realidad es que no han habido muchos movimientos en este sentido. De todos modos, se continúa hablando de profundas mudanzas y de revoluciones por venir.

De aquí, en conclusión, considero que las variaciones que se han gestado con la presencia de Francisco no hay que analizarlas sólo a un nivel unidireccional (en este sentido, desde lo que la persona del Papa produce por sí mismo en su audiencia) sino como un fenómeno mucho más complejo, donde Francisco ha sido y es, más bien, reapropiado constantemente como un símbolo que habilita a nuevas narrativas, discursos y prácticas, tanto dentro del heterogéneo mundo católico particularmente y religioso en general, como en lo social y geopoítico. En otros términos, “Francisco” no es lo que Bergoglio crea por sí mismo sino una nominación polivalente, que asume significados de los más variados a partir del contexto desde donde se lo evoca. Uno podría decir que los “cambios reales” los veremos cuando haya una correlación entre lo que Francisco enuncia (o mejor dicho, lo que “deja entrever”) y su realización concreta. Pero el contexto es mucho más complejo para plantearlo de esta manera. Retomando una bizantina discusión dentro de las ciencias sociales, este año hay que observarlo no sólo a la luz de las redefiniciones en lo macro o institucional sino desde las innumerables micro-transformaciones que se han gestado en el amplio campo donde Francisco ha sido invocado. En este sentido, los juicios positivos o negativos pueden llegar a ser muy reduccionistas o apresurados, más allá de las posturas personales. Aún queda mucho por ver, con suma cautela y agudeza.

San Lorenzo papa x Dario bestSan Francisco de Almagro
Por Darío La Vega ((casi)antropólogo, UNSAM/IDAES)

«Viendo lo que despierta Francisco, decidimos poner una estatua suya”, afirma Marcelo Tinelli durante una entrevista en un medio local especializado en fútbol. Quien lo dice es (para los lectores que no son locales) el conductor de televisión y empresario de medios más exitoso de los últimos 20 años y, hace un año y medio, vicepresidente del Club San Lorenzo. El lugar elegido es la vereda de la sede del club situada en Avda. de Mayo al 1300, pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Será una estatua de tamaño real, de unos 300 kilos de bronce y costará cerca de 300.000 pesos.

Sabido es que Francisco es hincha de San Lorenzo, y mucho se ha escrito sobre esta relación entre el Papa y el club de sus amores. Mucho también se ha dicho, en especial en este blog, de la capacidad polisémica de Francisco. Los argentinos le hemos dado tantos significados como veces hemos hablado de él y nos hemos apropiados de su imagen desde los campos más disímiles -incluso antagónicos. Pero sin dudas, el hincha sanlorencista es quién más “legítimamente” se ha apropiado de la imagen del Papa. De todas las etiquetas que los argentinos le hemos endosado a Francisco, de la única que él mismo fehacientemente se ha hecho cargo es la de “fanático de San Lorenzo”. De las otras etiquetas, sólo podemos hablar de “gestos”.

La relación entre hincha que va todos los domingos a la cancha y Francisco no es muy distinta a la de la mayoría de los argentinos, salvo que se ve potenciada por el declarado fanatismo del pontífice. Si los argentinos hemos exaltado la “argentinidad” a partir de Francisco, los sanlorencistas han hecho un deificación de su propia identidad.

El mito de origen cuenta que San Lorenzo fue fundado por el padre salesiano Lorenzo Massa, que era encargado del Oratorio San Antonio, en el barrio de Almagro, donde luego Bergoglio asistirá con frecuencia a dar misa. De hecho, a los sanlorencistas se los conoce como los “cuervos” debido a la fuerte relación en su origen con los sacerdotes salesianos (quienes vestían de negro) o como los “santos”, porque el equipo entrenaba habitualmente en el Oratorio San Antonio. Los colores azul y rojo de la camiseta fueron tomados por el padre Massa de la imagen de la Virgen María Auxiliadora, los mismos colores que tiene la imagen de la Virgen Desatanudos de la Iglesia de San José del Talar que trajo Bergoglio en 1984 desde St. Peter am Perlach, Augsburgo. San Lorenzo es el único club de la Argentina que tiene una capilla en el predio de su estadio, capilla en la que varias veces Bergoglio ofició misas.

Entonces, a partir de la influencia católica en los orígenes de San Lorenzo sumado al autoreconocimiento de fanatismo por parte del Papa Francisco por los “santos”, todo esto potenciado por el sentimiento de “argentinidad” que nos irradia el “efecto Francisco”, podemos comprender las decisión de San Lorenzo de construirle la mencionada estatua de bronce.

Como dice Frigerio, es posible que el «efecto Francisco» nos revele más respecto de la cultura y de la política locales que de la religión. Sin dudas, esto se da en el caso de la relación de los hinchas de San Lorenzo y el Papa Francisco: es enarbolado como un “héroe cultural sanlorencista”, como epítome de la identidad del hincha de San Lorenzo. En la cual es importante la dimensión religiosa pero a la hora de reivindicarlo como “emblema del hincha cuervo” predomina la dimensión cultural: es hincha de San Lorenzo, es un tipo de barrio, es afecto al tango, es un tipo sencillo, iba a la cancha, conoció al padre Massa bajo las tribunas del Viejo Gasómetro (antiguo estadio expropiado por la dictadura), y así podría seguir sin nombrar nada referido a su labor dentro de la Iglesia Católica.

Así como el Papa es tomado por los sanlorencistas como epítome de la identidad del hincha de San Lorenzo, se podría decir que el hincha de San Lorenzo es la síntesis perfecta de lo que le pasa a la argentinidad con Francisco.

Share
Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio es Doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles. Anteriormente recibió la Licenciatura en Sociología en la Universidad Católica Argentina.
Publicado en Debates, Ensayos, Primer año del Papa Francisco. Tagged with .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *