Africa en Luján: La entronización de Mamã Muxima (patrona de Angola) y la evocación del «Negro Manuel»

6por Fabián Flores (UNLu/CONICET)

Brindaré aquí un relato de la entronización de la imagen de Mamã Muxima, situando la mirada en las prácticas, los sujetos, las representaciones y los discursos que circundan al caso, y que le dan un matiz singular vinculado a la invención de ciertas representaciones que remiten a la presencia de África [y lo africano] en Luján.

Luján como ciudad santuario

La ciudad de Luján es una de los principales centros de peregrinación y turismo religioso de la Argentina y de Latinoamérica. Con unos 80.000 habitantes, esta urbe del noroeste de la provincia de Buenos Aires recibe al año entre 2 y 3 millones de visitantes, concentrados mayoritariamente en el segundo semestre del año -debido al cronograma de peregrinaciones.

La producción de la ciudad de Luján como centro religioso se sustentan en al denominado “milagro de la carreta”, mito fundante de los discursos religiosos sobre el lugar. (Flores, 2013). Las narraciones al respecto indican que, hacia 1630, un portugués llamado Antonio Farías de Sáa, hacendado en Sumampa pidió a otro portugués comerciante en los puertos de Brasil, una imagen de la Virgen. Circulando por el viejo camino, Farías se dirigía hacia el norte transportando en su carreta algunas mercancías y dos imágenes religiosas. Haciendo un alto en el camino, como era frecuente entre los viajeros que circulaban por estas rutas, el comerciante portugués pasó la noche en una estancia cercana a Pilar (actual localidad de Villa Rosa)  a unos 30 Km. del actual emplazamiento de la ciudad de Luján. Al día siguiente, cuando quiso continuar con su viaje se produjo “el milagro”: los caballos no avanzaban y sólo lo hacían cuando quitaban una de las imágenes de la carga de la carreta. Se trataba de la advocación de la Purísima Concepción. En los primeros 40 años la imagen permaneció en ese sitio donde se montó una ermita y quedó al cuidado de un joven esclavo negro, pero hacia 1671 fueron comprados por la estanciera Ana de Matos y Encinas, cuya propiedad se emplazaba a orillas del río Luján. Como señalo en otro trabajo,  “los sucesos de la estancia de ‘lo de Rosendo’ (1630) y la instalación de la ermita de la Virgen en las tierras de Ana de Matos (1671) están separados por 30 kilómetros y por 41 años” (Flores 2013).

Desde 1755, aproximadamente, el territorio comienza a articularse en torno al templo (tal cual lo muestra el plano elaborado por de la Rea a mediados de siglo XVIII) y los flujos de peregrinos comienzan a incrementarse progresivamente. Sin embargo, los grandes cambios urbanos y la consolidación de su dimensión religiosa se van a efectivizar sólo a fines de siglo XIX con la construcción de la Basílica Nacional.

Una Basílica Nacional para la Argentina

La Basílica Nacional de Luján –tal como se la conoce actualmente- fue una invención del padre Jorge María Salvaire, y se enmarcó en un proyecto urbano mucho más amplio que proponía el posicionamiento de la ciudad de Luján como la principal hierópolis del país (Flores, 2013) proyectando además el culto a nivel nacional y latinoamericano.

1Con la misión de rescatar cautivos por parte del gobierno, el sacerdote lazarista Salvaire arribaba a las Salinas en 1875 en un ambiente de alto nivel de hostilidad. La tensión iba creciendo a tal punto que el cacique Manuel Namuncurá desoyó sus reclamos y desconoció la autoridad del clérigo como enviado del gobierno. Hacia 1875, el foco de conflicto alcanzaba su punto mayor hostilidad cuando el cacique ordenaba lancear al sacerdote, acusándolo  de espía y de traer  consigo la peste de la viruela que atacaba a gran parte de la población mapuche. La desesperación de Salvaire quedó plasmada años más tarde al relatar en su Historia de Nuestra Señora de Luján los sucesos de “una noche fatídica”, sugiriendo que: “la noche previa a la lanceada le prometí a la Virgen de Luján que le escribiría su historia, y levantaría un gran templo en su honor si la Inmaculada me conserva la vida”. Luego de ser liberado y una vez instalado en Luján hacia 1885, Salvaire comenzó a cumplir sus promesas y se dedicó de lleno a organizar y escribir la historia de la Virgen de Luján.

Con el apoyo del Arzobispo Aneiros, de varias congregaciones del clero argentino y, sobre todo, del Círculo Católico Argentino, Salvaire inició su obra cumbre: la construcción de una majestuosa basílica de estilo neogótico que vendría a reemplazar al viejo templo que ya había sido remodelado en 1880, producto de su deterioro. Las obras culminaron a mediados de la década de 1930. Para la erección del templo se apostó por el estilo neogótico, con planta en forma de cruz latina con tres grandes naves.

Como espacios distinguibles dentro de la basílica se destacan el camarín de la Virgen (un sitio reducido en la parte superior, detrás del altar donde se encuentra la imagen original de la Inmaculada Concepción) y la cripta, sobre el lateral derecho de la entrada principal, en el subsuelo. Esta, sin embargo, sufrió frecuentes inundaciones que obligaron a mantenerla cerrada. En la década de 1950 se pensaba nuevamente en abrir la cripta, pero apenas en 1980, al cumplirse los 350 años del “milagro”, se pudo inaugurar este espacio.

En las últimas dos décadas este sitio se utilizó como repositorio de las principales advocaciones marianas y otros objetos que eran entregados a la Virgen en agradecimiento (el más reconocido es la rosa de oro que le regaló el papa Juan Pablo II en su visita a la basílica). De este modo, la cripta representa en la actualidad, una especie de museo mariano con réplicas provenientes de distintos puntos del país y del mundo; imágenes que en su mayoría fueron donadas por organizaciones estatales, no gubernamentales, embajadas y colectividades.

Hasta la entronización de Mamã Muxima, la composición de las advocaciones marianas situadas en la cripta reflejaban la matriz local de colectividades y grupos inmigrantes: una fuerte presencia de europeas (21 advocaciones) y latinoamericanas (18 casos). Complementaban este panorama 2 imágenes de América del Norte y 5 asiáticas, sumadas en los últimos años. La entronización de la patrona de Angola marca el arribo de la presencia africana en este sitio y le da un tinte singular al transformarse en la primera de este continente en ser sumada a un santuario de las características de la basílica de Luján.

2Mamã Muxima: de Angola a Buenos Aires

Angola es uno de los países del África austral con mayor número de cristianos, siendo los católicos el grupo predominante. La colonización portuguesa primero, y la acción del líder local Nzinga Mbemba luego, fueron los principales propulsores del catolicismo en los territorios que actualmente corresponden a la República de Angola.

Las cifras varían según quién las mencione y bajo qué estrategias se capture la información, pero en general los católicos representan alrededor del 45% de la población, seguido por los protestantes que rondan el 20% -un panorama que se vuelve mucho más complejo si tenemos en cuenta que el sincretismo es una constante en la mayoría de los fieles, con prácticas y rituales que remiten a creencias ancestrales. La expansión del catolicismo durante la colonización portuguesa encontró en el culto mariano, al igual que para el caso americano con los españoles, uno de los principales focos de difusión.

Es en este contexto cuando, hacia fines de siglo XVI y por emprendimiento del portugués Baltazar Rebelo de Aragón, se inició el culto a la Virgen de la Concepción en una paraje inhóspito, sobre el río Kwanza a unos 140 km. de Luanda, la capital actual de Angola. Los pocos relatos fragmentarios acerca del origen local de la devoción remiten a los informes que el obispo emérito de Luanda, Manuel Nunes Gabriel, le enviaba al rey de Portugal. En sus crónicas, el origen del Santuario en ese sitio se vincula con la recuperación de toda el área que, a mediados del siglo XVII, había quedado bajo la ocupación holandesa. Así, la invención de la matriz local mariana (y su leyenda) en torno a Mamã Muxima se dio en el contexto de ese enfrentamiento entre las potencias coloniales.

El actual templo es el más importante de Angola y uno de los más trascendentes del universo católico de África del sur. Se sitúa al noroeste del país, en la provincia de Bengo y dentro del Parque Nacional de Quisamma. Anualmente recibe cientos de miles de peregrinos, especialmente entre fines de agosto y principios de septiembre cuando se celebran las festividades de Mamã Muxima o la “madre del corazón”. Las representaciones espaciales mencionan al sitio como “la Lourdes africana”.

Desde mediados de 2012, se habían iniciado los contactos entre las autoridades eclesiásticas angoleñas con las de la Basílica de Luján (mediadas por las Iglesias católicas de ambos países a través de los respectivos Episcopados nacionales) para llevar a cabo un evento de carácter cultural-religioso cuya actividad central desembocara en la entronización de la devoción africana en la  de la Basílica de Luján[1].

Finalmente, y luego de varias idas y vueltas –no exentas de conflicto– en la que se sumó el poder político local a través del gobierno municipal y las autoridades diplomáticas angoleñas, se programó la celebración para el domingo 14 de abril de 2013, siendo la plaza Belgrano, frente al templo, el escenario preferencial donde se exteriorizarían las prácticas culturales y religiosas, y la cripta de la basílica, donde se llevaría a cabo la celebración meramente litúrgica restringida a la delegación africana y un conjunto de representantes de la Iglesia Católica argentina, especialmente los clérigos locales.

La partida de Angola estuvo precedida por una celebración con singularidades propias del catolicismo vernáculo que luego se repetirían en el evento lujanense. En su paso por nuestra capital, la imagen y su grupo peregrino asistieron a la catedral de Buenos Aires, donde fueron recibidos por el vicario apostólico, monseñor Sukunza, y luego a la embajada de Angola en la Argentina, donde fueron homenajeados por las autoridades diplomáticas.

Además, la comitiva de clérigos angoleños recibió una catequesis especial sobre la Virgen de Luján (con una interesante reapropiación del “milagro de la carreta” y de la figura del negro Manuel, como veremos más adelante) de parte del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Aurelio Poli.

El evento

3La actividad principal se llevó a cabo el domingo 14 de abril de 2013 en dos escenarios espaciales diferentes: la plaza Belgrano, frente a la basílica de Nuestra Señora de Luján, y la cripta, en el interior de la misma.

Participaron de la organización autoridades políticas y religiosas de ambas naciones y el acto contó con la presencia de algunos de ellos: el intendente municipal de Luján, Oscar Luciani; el embajador de Angola en Argentina, Herminio Escorcio; la Ministra de Cultura de Angola, Rosa Cruz e Silva y un centenar de asistentes, religiosos y laicos del país africano, entre ellos el obispo de Lwena, Jesús Tirso Blanco.

Una parte del evento, de carácter más secular se desarrolló en la plaza Belgrano con la presencia de la comunidad angoleña y escaso público local. Pero la puesta en escena desbordaba la propia Plaza y se derramaba en los alrededores de la misma, en la zona del centro histórico-basilical, donde se llevó a cabo la peregrinación con la réplica de Mamã Muxima llevada en andas por los peregrinos angoleños.

La ceremonia religiosa se combinó con una propuesta cultural que incluyó un espectáculo de danza angoleña y música gospel con artistas de ese país. Al final de la jornada se llevó a cabo un almuerzo de confraternización con los más de 100 servidores argentinos que misionan en Angola. Todo este paquete cultural operó como fortalecedor de la imagen espacial articuladora del evento: la presencia de África [y lo africano] en Luján.

El otro escenario se desplegó en la basílica y con un tinte mucho más litúrgico. Incluyó la misa (en portugués y castellano) llevada a cabo por prelados  argentinos y angoleños, cánticos gospel y, finalmente, el rito de la entronización de Mamã Muxima en un nuevo altar dentro de la cripta.

Toda la ceremonia fue transmitida por la televisión de Angola, y los medios locales (y unos pocos nacionales) cubrieron el evento de modo anecdótico haciendo alusión a la “curiosidad” y el  “exotismo” que lo caracterizaba:

La visita culminó con una festiva y colorida ceremonia, donde hubo cánticos y danzas típicas, incentivadas por un coro gospel que acompañó a la delegación” (AICA, 22/04/2013).

El ‘batuque’ de música, danzas y trajes angoleños llegó junto a la imagen de Mamã Muxima, la patrona de Angola que luego fue entronizada en la Basílica de Luján” (Clarín, 18/05/2013).

negro Manuel1El “retorno” de Manuel

Como parte de la Catequesis que los migrantes religiosos angoleños recibieron en Buenos Aires, previo a su arribo a Luján, monseñor Poli dijo:

El negrito Manuel es clave para entender la devoción del pueblo argentino a esta advocación mariana. Él hizo la ermita, y cuidó durante 40 años que estuviese siempre limpia y con florcitas; pero sobre todo le enseñaba a rezar a los peregrinos. Y su dueño lo dedicó a cuidar la imagen. Durante 40 años, estuvo destinado, en medio de la pampa india, a cuidar a la virgencita”. (resaltado propio).

El discurso de Poli condensa una de las representaciones nodales que vertebraron toda la actividad cultural y religiosa que culminó con la entronización de la réplica africana: la presencia e importancia de la figura del negro Manuel en el culto de la Virgen de Luján.

Manuel Costa de los Ríos fue un actor clave de la historia del pago de Luján y de la construcción de la devoción de Nuestra Señora de la Limpia y Pura Concepción. Sin embargo, y dependiendo de los cronistas y sus relatos, su presencia fue sobredimensionada, opacada, engrandecida e incluso, en algunos casos,  hasta se dudó de su existencia (hasta que el descubrimiento en 1972 de un documento referido a la sucesión de la propiedad de Manuel dejó sentada su efectiva presencia)

El “negro Manuel”, como popularmente se lo conoce, habría nacido en el año 1604, en la Costa de los Ríos, actual territorio de Cabo Verde, una colonia portuguesa en aquel entonces. Poco se sabe de su infancia y adolescencia, pero según las escasas y dispersas fuentes existentes, y de acuerdo a su lugar de nacimiento, se lo vincula con el grupo etno-lingüístico-religioso yoruba. Muchos de los componentes de su cosmovisión religiosa lo influyeron en su estadía en la ribera del río Luján, lo que quedó manifiesto a través de prácticas consideradas “exóticas” o “poco convencionales” a la mirada de los relatos locales.

Casi al cumplir veinte años fue capturado por mercaderes portugueses, y embarcado desde África hacia Pernambuco. Ya en Brasil fue comprado por el un capitán y contrabandista del patache San Andrés, Andrea Juan, en el año 1629. Un año más tarde fue embarcado hacia Buenos Aires, y como “parte de pago” y en agradecimiento, Andrea Juan entregó a Manuel, quién rápidamente se asentó en la estancia de Oramas, conocida como lo ‘de Rosendo’.

Es en este sitio donde ocurrieron los hechos que dieron origen al mito fundante del “milagro de la carreta”, del cual Manuel fue uno de los protagonistas directos.

Según los relatos de los constructores del mito fundante, sobre todo la versión del padre José María Salvaire, la participación del negro Manuel fue central en la consolidación de la devoción a la Virgen. Se fue montando un relato que se completaba con la exclamación de “¡milagro!” hecha a toda voz por el Negro Manuel, al momento en que Andrea Juan dejaba al esclavo al cuidado de la imagen de la Inmaculada Concepción. Para Salvaire, Manuel fue testigo directo de los sucesos y se tornaba en un “entendido en asuntos católicos”, pese a ser un migrante esclavo africano con todo el complejo bagaje cultural previo que éste traía desde su territorio de partida.

En  las crónicas aparecen dispositivos vistos como “extraños” en la religiosidad de Manuel (sobre todo prácticas) que no hacen más que reflejar los componentes previos vinculados a su identidad religiosa individual resignificada y reapropiada a partir de su estancia en el nuevo contexto socio-político-cultural.

A pesar de ésto, en 1637, el obispo de Buenos Aires instalaba un curato[2] en el sitio donde se hallaba la ermita de barro donde la imagen era venerada; sin embargo esto duraría poco tiempo: la Iglesia Católica no podía permitir que en esa estancia, un esclavo africano fuera el propagador de la fe mariana. Es que con el paso del tiempo, Manuel fue construyendo una fama de “milagrero”, producto de la mezcla de sus componentes religiosos previos con el nuevo habitus católico.

Hacia 1671, la estanciera  Ana de Matos, dueña de campos a la vera del Río Luján, ofertó la suma de cien pesos a Oramas  por la compra de la imagen de la Inmaculada Concepción que a esa altura había alcanzado consolidar su “popularidad”; junto a ella, Manuel se instalaba en la misma estancia para seguir “cuidando” de la Virgen, transformándose en el protagonista de los primeros tiempos del culto mariano a orillas del río Luján.

5Durante la ceremonia de la entronización de Mamã Muxima en Luján, la figura del negro Manuel ocupó un lugar destacado en los discursos y representaciones puestas en escena, tanto de parte de las autoridades eclesiásticas argentinas como de los líderes africanos. Con una sugestiva reinvención del “relato del milagro”, del papel de Manuel en la construcción de la devoción de Luján y su “indudable catolicidad”, los discursos giraron en torno a encarnar en la figura de Manuel la presencia temprana de lo africano en la advocación lujanense. A tal punto que algunas de las imágenes desplegadas alcanzan ribetes inusitados como la de referir al posible origen angoleño de Manuel y su apropiación local. Así lo expresaba el propio arzobispo de Buenos Aires cuando mencionaba:

las antiguas crónicas sostienen que el negro Manuel pudo haber venido de Angola, aunque también se sospecha que haya sido original de Cabo Verde. No obstante, la segunda hipótesis perdería fuerza […] No sabemos si es de Angola o de Cabo Verde; de hecho sí que es africano, pero para nosotros es un santito nuestro (resaltado propio).

Así, Manuel, más allá de su origen nacional (inexistente por otro lado si tenemos en cuenta que el origen de las unidades político-territoriales africanas a las que se hace mención son muy posteriores) es ante todo africano, hoy apropiado como argentino, en la medida que tuvo un rol fundante en la principal devoción nacional de la Argentina.

Discursos y representaciones en los escenarios

La ruta peregrina que culminó en Luján conecta en un puente simbólico Portugal, Angola y Argentina (con todas las desagregaciones territoriales posibles). Así se va construyendo un mapa devocional que enlaza unos lugares con otros, situados en el mismo o distinto tiempo.

Un rol no menor, como ya hemos visto, ocupó el discurso elucubrado en la catequesis de monseñor Poli a la delegación que acompañaba a Mamã Muxima en Buenos Aires. Allí, se fortalecieron dos representaciones axiales que pivotearon el evento en un proceso de reinvención espontánea de la devoción: el origen africano de Manuel, y su protagonismo central, y el origen lusitano de varios de los actores del relato devocional (Manuel de Oramas, Ana de Mattos, Antonio Farías de Sáa, Andrea Juan). Estas palabras de Poli ilustran dichos procesos:

7“Y todo esto comenzó con un señor portugués que encargó una imagen de la Inmaculada Concepción, allá por 1625, desde Brasil, pero en vez de una imagen le enviaron dos. En ese momento traían un negrito esclavo, que habían comprado en una subasta. La historia se empezó a tejer allí. Suponemos que ese negrito tenía entre 10 y 12 años […] Ese negrito fue destinado a una estancia de un portugués por el camino; y por el camino las caravanas que llevaba las imágenes de la Virgen se paró. A la mañana siguiente, los bueyes que tenían las imágenes no tiraban. No se movían. […].»

Y luego, refuerza la idea del protagonismo de Manuel en el relato del “milagro de la carreta” que diera origen al culto de Luján:

Fue entonces cuando una voz inspirada, casi a media legua (porque recién llegaba), la de este negrito Manuel, la que dijo que bajen algunos de los cajones. Bajaron uno de los cajones, pero igual no se movía. Con el mismo temple, dijo a viva voz: “¡truequen los cajones!”, es decir: “¡cambien los cajones!”. En ese momento, sin que nadie hiciera nada, los bueyes comenzaron a tirar. Y en el cajón que bajaron encontraron una bella imagen de la Inmaculada Concepción (resaltado propio).

Finalmente, otra de las representaciones circulantes en los discursos refería a la existencia de numerosos y profundos lazos entre ambas naciones (Angola y Argentina), reforzando, de alguna manera, procesos de transnacionalización en distintos aspectos. Así, lo manifestaba el intendente municipal Luciani y el obispo de Lwena:

Para ellos entronizar la Virgen en nuestra ciudad fue muy importante. El evento, sin dudas estuvo muy lindo. Ellos trajeron su espectáculo y nosotros aportamos lo nuestro. Estamos muy contentos de haberlos recibido y de que toda la ceremonia se haya visto en el mundo entero, ya que Angola replicó la transmisión a todo el mundo” (Intendente Luciani).

La venida de Muxima es el camino de vuelta, de la misión desde Angola para Argentina, dos pueblos que comparten su fe y los dones recibidos” (Obispo Blanco).

[1] La propuesta surgió como una iniciativa del sacerdote argentino Jesús Tirso Blanco, obispo de Lwena que había llegado como misionero a Angola en 1986 donde desarrolló allí una importante actividad misional. Al respecto, el propio Blanco mencionaba en su red social: “El 14 de abril de 1986 pisé por primera vez Lwena, donde ahora estoy como obispo. Era mi primer lugar como cura. Unos 27 años más tarde ofrezco el tiempo, las amistades, las faltas, los proyectos y las muchas intenciones a ‘Aquella’ que me acompañó, me cuidó y me protegió en tantas guerras de adentro y de afuera, en momentos de paz y en otros no tan calmos”. Por otro lado es de destacar que estas circunstancias se dan en el marco del fortalecimiento de las relaciones bilaterales entre el gobierno argentino y la República de Angola, tanto en lo económico como en lo cultural.

[2] Era el cargo de sacerdote con cura de almas en una parroquia; así como el territorio sobre el que, especialmente en la época colonial, ejercía su jurisdicción espiritual y su capacidad de extraer rentas, que constituían su beneficio eclesiástico. De esa jurisdicción sacaba la congrua, renta mínima con la que cada cura (o en su caso capellán) cubría su sustento básico.

Una versión más larga y mas teóricamente compleja de este trabajo se puede encontrar como un capítulo del libro: Experiencias plurales de lo sagrado: La diversidad religiosa argentina. Fabián C. Flores y Paula Seiguer, comps. Buenos Aires: Imago Mundi. 2014

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Fabian Flores

Fabian Flores

Fabián Claudio Flores es profesor y licenciado en Geografía de la Universidad Nacional de Luján, Magíster en Ciencias Sociales con mención en historia social, Doctor de la Universidad de Luján con orientación en Ciencias Sociales y Humanas y miembro de la Carrera de Investigador del CONICET.
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