Milei y el judaísmo

por Damián Setton (CEIL/CONICET)

Las elecciones primarias, abiertas y obligatorias han arrojado un dato interesante: el candidato que dice estudiar asiduamente con un rabino y que insinuó una posible conversión al judaísmo, fue votado por el 30 por ciento del electorado. Si bien no fue ésta la causa de su consagración en las PASO, el dato resulta revelador de las transformaciones de lo religioso en la Argentina y de los usos del judaísmo que se viene haciendo, desde hace un tiempo, en el terreno de la política.

La dimensión propiamente judaica del fenómeno Milei hubiera sido impensable años atrás, cuando los vínculos entre la política y la religión se desarrollaban bajo el estandarte del catolicismo. El catolicismo hegemonizaba el espacio público. Antes de la reforma constitucional de 1994, un ciudadano que no fuera católico estaba impedido de ejercer la Presidencia. A Carlos Menem se le podían dedicar cantitos que apelaran a su “gorilismo musulmán”, pero era católico. Que el candidato más votado en las PASO coquetee de este modo con el judaísmo, muestra una transformación profunda de los vínculos entre religión, política y sociedad.

El incipiente éxito de Milei ha tenido sus inesperados detractores. Los antisemitas vetustos no tardaron en reaccionar, llamando a no votar al “judío Milei”. Es que, para ellos, ya es judío. La distopía de la derecha antisemita se nutre de los mitos de la conspiración judía mundial y la sinarquía mientras reivindican a Seineildín y sueñan con que un patriota “verdadero”, preferentemente militar, venga a poner las cosas en orden. Son una minoría insignificante.

En el mundo judío también empiezan a manifestarse las reacciones. El director de la Agencia Judía de Noticias, Daniel Berliner, le recordó a Milei que los actos de fe se realizan en privado. Por su parte, el Llamamiento Argentino Judío ha difundido un comunicado cuestionando el uso mileísta de los símbolos judíos.

En el cierre de campaña del candidato libertario, se proyectó una imagen donde una figura cubierta con un talit (manto que se colocan los judíos para rezar), con el desierto como fondo, ejecuta el shofar, un instrumento litúrgico de viento confeccionado con el cuerno de un carnero. Como si estuvieran en medio de la plegaria judía, o en un estado de elevación espiritual mediado por la tecnología, los asistentes pudieron escuchar el sonido emitido por dicho instrumento. El shofar, que se ejecuta durante los días del último mes del calendario hebreo, en la festividad de Rosh ha Shaná (Año Nuevo) y de Iom Kipur (Día del Perdón), representa el llamado al pueblo para el arrepentimiento y el retorno a la senda marcada por Dios. Debemos detenernos sobre este simbolismo.

Los liberales tienden a apelar a las imágenes del extravío y el retorno. Sostienen que, a causa del intervencionismo estatal y el peronismo, el pueblo se habría extraviado del camino trazado por los padres fundadores de la nación. Queda, en el pueblo, el deber de retornar a esos proclamados orígenes liberales. Volver a Alberdi. De no hacerlo, merecerá el castigo infligido a través de la plaga de la inflación. Si esta dimensión religiosa del discurso liberal contemporáneo resultaba difusa, acaba de ser explicitada por la campaña libertaria.

Un análisis sobre el fenómeno Milei no puede dejar de tomar en cuenta la autoimagen que este candidato ofrece a sus seguidores, el modo en que los interpela. En este sentido, la imagen del león resulta significativa y explica parte del atractivo del economista. Milei interpela a sus seguidores a partir de la imagen del león. Los convoca a rugir. Les ofrece una imagen de sí mismos que connota potencia. Recurre, nuevamente, al profetismo. A la imagen del león le adosa el versículo, tomado de Amós, “Bramando el león ¿Quién no temerá?”. No es la imagen de los que necesitan protección, de aquellos a quienes se les promete que serán defendidos. El león no precisa que lo defiendan. Y es aquí donde podemos identificar mejor los componentes de ese judaísmo que atrae a Milei. Porque judaísmos hay muchos. El de Milei, es un judaísmo pre y post exílico.

Se considera que el exilio judío comienza en el año 70DC, con la destrucción del templo de Jerusalén. Durante 2000 años, el pueblo judío habría vivido privado de soberanía política. A fines del siglo XIX, el movimiento sionista cuestionó ese estado de existencia. Denunció la sumisión y el fatalismo del judío del exilio, identificó al judío pre exílico con la imagen del guerrero y aspiró a retornar a ese estado ideal de existencia que, para algunos, sería el moderno Estado de Israel con su pujante ejército.

En el judaísmo de Milei se resalta el profetismo y se denigra la monarquía. Para el discurso libertario, el rey de la Biblia representa al Estado. El conflicto entre el profetismo y la monarquía impregna la apropiación liberal del relato religioso. Cuando el pueblo le pide a Samuel que le nombre un rey, el profeta anticipa los males que implicará la instauración de la monarquía. El antiestatismo, no sólo en su vertiente liberal, encuentra en la Biblia una fuente de legitimación.

Promediando la segunda década del siglo XXI, el discurso político en la Argentina sigue, como en otros países, imbuido de referencias religiosas. Milei no es el único caso. Lo que caracteriza al libertario es la selección estratégica de imágenes tomadas del judaísmo. Esto es una novedad y da cuenta del lugar que el judaísmo comienza a tener en los imaginarios sociales más allá de las estructuras comunitarias de la colectividad y más allá de los deseos de los propios judíos.

Este texto fue publicado originalmente en el diario Página 12

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Damian Setton

Damian Setton

Es Licenciado en Sociología y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como Investigador Independiente del CONICET en el programa Sociedad, Cultura y Religión del CEIL.
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