por Rodrigo Toniol (Universidade Federal do Rio de Janeiro)
Tal vez el dato más elocuente que brinda el censo 2022 respecto a religión sea el siguiente: las tradiciones religiosas afrobrasileñas fueron las que más se expandieron en el país. Entre 2010 y 2022, su presencia en la población se triplicó, pasando del 0,3% al 1,0%. Se trata del crecimiento relativo más acelerado registrado entre todos los grupos religiosos en Brasil.
Más que un fenómeno demográfico, esta expansión refleja un proceso de afirmación simbólica y visibilización política. Las religiones afrobrasileñas, históricamente marginadas y perseguidas, conquistan un espacio público inédito, rediseñando no solo el mapa religioso, sino también el imaginario social y cultural brasileño.
En los últimos años existía la expectativa de que el crecimiento de estas religiones estuviera fuertemente vinculado a la reconfiguración identitaria de una nueva generación de jóvenes que, asumiendo la negritud como dimensión central de su identidad, adherirían a las religiones de matriz africana como filiación primaria y afirmativa. Los datos del Censo de 2022 no refutan esta hipótesis, pero sugieren una realidad más compleja que exige una interpretación cautelosa. La mayoría de los adeptos de umbanda y candomblé en Brasil se identifica como negra, sumando negros (23%) y mestizos (34%), lo que representa alrededor del 56% del total, por encima de la media nacional. La distribución regional de estas religiones tiene su centro de gravedad en Río Grande del Sur. Solo este estado reúne más de la mitad del número de adeptos registrados en el segundo lugar, São Paulo.
El análisis de la composición racial revela una doble dinámica: los negros están sobrerrepresentados en relación con su proporción en la población general, mientras que los blancos se mantienen cercanos al promedio nacional, con presencia expresiva, aunque no mayoritaria. Los mestizos, por su parte, aparecen subrepresentados; constituyen casi la mitad de la población brasileña, pero solo un tercio de los adeptos. Amarillos e indígenas siguen teniendo una participación residual, inferior al 1%, tanto en la población general como en el campo afrorreligioso. En términos etarios, la distribución de los practicantes es bastante similar a la de la población general, relativizando así la idea de un fenómeno predominantemente juvenil.

Bará del Mercado Público de Porto Alegre
Esto no significa, sin embargo, que la hipótesis de la adhesión afirmativa de jóvenes negros a las religiones de matriz africana deba descartarse. Al contrario, sigue siendo una línea interpretativa relevante, especialmente si se sitúa en la intersección entre afirmación racial, experiencias urbanas y formas contemporáneas de religiosidad, mereciendo ser profundizada en los próximos años. El ascenso de la umbanda y el candomblé debe ser comprendido a la luz de una geografía social y racial compleja, articulada a desigualdades históricas, dinámicas regionales y disputas simbólicas aún en curso. De este modo, la agenda de investigación más prometedora es aquella que investiga en profundidad las conexiones entre juventud, identidad racial y religiosidades de matriz africana.
¿El descenso de los espiritistas ayuda a entender el aumento de las religones afro?
La trayectoria del espiritismo en Brasil, entre 1991 y los años más recientes, muestra un movimiento de ascenso seguido por un declive. Comenzando con el 1,12% de la población en 1991, esta religión experimentó un crecimiento constante y notable, alcanzando el 1,3% (2,3 millones de personas) en 2000 y culminando en un pico del 2% de la población (3,8 millones) en 2010. Este aumento fue especialmente significativo en la región Sureste, donde la proporción de espiritistas pasó del 2,0% al 3,1% entre 2000 y 2010, sumando más de un millón de adeptos. Sin embargo, el escenario cambió a partir de 2010, con el espiritismo mostrando una disminución hasta el 1,8% de la población, representando una caída de 0,3 puntos porcentuales respecto a la década anterior.
El dato más urgente es que, después de décadas de ascenso, la trayectoria demográfica del espiritismo ha cambiado de dirección. Además, la composición etaria se ha consolidado como más envejecida que la media nacional: actualmente, los espiritistas se concentran principalmente entre adultos de 40 a 60 años. En otras palabras, además de haber perdido participación relativa en la población, han envejecido. Queda por ver si este declive será continuo o apenas puntual, algo que solo los próximos censos podrán aclarar.
Investigaciones cualitativas sobre las transformaciones recientes en el campo espiritista son urgentes. Entre las hipótesis a investigar destaca la posibilidad de que parte de los umbandistas, quienes en décadas anteriores se declaraban espiritistas, hayan pasado a asumir explícitamente la identidad umbandista. Este movimiento de reclasificación podría ayudar a explicar, al menos parcialmente, el crecimiento de las religiones de matriz afrobrasileña y la disminución proporcional del espiritismo. Sin embargo, se trata de una hipótesis que requiere una cuidadosa verificación.

«Flora» (tienda de artículos religiosos) en el Mercado Público de Porto Alegre
¿Qué explica el protagonismo afro-religioso de Rio Grande do Sul?
Como señalé anteriormente, el censo de 2022 señala a Rio Grande do Sul como epicentro de las religiones afrobrasileñas, un dato que desafía el sentido común y reconfigura la geografía religiosa del país.
“La verdadera Bahía es Rio Grande do Sul”. La frase cantada por Caetano Veloso en Rock’n’Raul también sirve para comentar los datos del Censo de 2022 sobre las religiones afrobrasileñas. El estado más al sur del país, conocido por haber recibido inmigrantes europeos, concentra proporcionalmente el mayor número de practicantes de Umbanda y Candomblé. Con casi el doble de fieles que São Paulo, que ocupa el segundo lugar, Rio Grande do Sul se consolida como el actual epicentro de las religiones afrobrasileñas en Brasil. ¿Por qué?
Primero, es necesario comprender la dimensión que estas religiones asumen en ese estado. Para tener una referencia comparativa: mientras que el 6,36% de la población de Porto Alegre se declara adepta de la Umbanda o de religiones afrobrasileñas, en Salvador ese número no llega al 2,8%. En Río de Janeiro, es del 3,5%, y en São Paulo, del 2,29%. Como siempre, los datos sobre religiones afro deben leerse a la luz del historial de estigmatización que marca estas tradiciones. El prejuicio puede llevar a una subdeclaración, distorsionando el retrato numérico. Aun así, ese mismo argumento vale para Rio Grande do Sul, donde también existe intolerancia religiosa.
La fuerte presencia de las religiones afrobrasileñas en el sur del país no sorprende a quienes investigan el tema. Ya en el Censo de 2010, Rio Grande do Sul ocupaba el primer lugar entre los estados con mayor proporción de practicantes. A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, diversos mapeos de terreiros realizados en capitales brasileñas señalaron a Porto Alegre como la ciudad con el mayor número absoluto de estos espacios religiosos.
Pero los índices elevados no se concentran solo en la capital. El análisis de los microdatos del IBGE revela que la presencia afro-religiosa se extiende por todo el estado, con especial intensidad en el litoral y en la frontera sur, próxima a Uruguay. Para dar una idea, en Bagé, ciudad fronteriza situada a casi 400 kilómetros de Porto Alegre, el 7,28% de la población se declaró adepta de religiones de matriz africana. Proporcionalmente, eso representa casi el triple de los números registrados en Salvador.
El hecho de que las regiones fronterizas entre Rio Grande do Sul, Uruguay y Argentina concentren altos índices de adeptos de las religiones afrobrasileñas ilumina otro dato sorprendente: la transnacionalización de estas tradiciones por los territorios de los países vecinos ocurrió, en gran medida, a partir de los terreiros gaúchos. Hace casi tres décadas, el antropólogo Ari Pedro Oro ya había identificado este movimiento en su libro clásico Axé Mercosul. Es decir, Rio Grande do Sul no solo se consolidó como epicentro de las religiones afrobrasileñas, sino también como un polo de irradiación regional, una fuerza centrípeta en el mapa religioso del Cono Sur.

Reconocimientos otorgados por una federación de templos de religiones de matriz africana de Porto Alegre -en exhibición en el Mercado Público
Todos estos datos confirman que la presencia de las religiones afrobrasileñas en el estado es históricamente significativa. Pero, en el caso de estas tradiciones, el crecimiento reciente en los índices censales no se explica solamente por el número absoluto de adeptos. Es necesario considerar también las condiciones que permiten que esa presencia, antes marcada por la invisibilidad, se exprese ahora con más fuerza en los registros oficiales.
Desde hace décadas, las religiones afrobrasileñas en Rio Grande do Sul vienen ampliando su visibilidad pública. Líderes religiosos actúan de forma organizada a través de asociaciones que articulan la lucha por el reconocimiento y el enfrentamiento al racismo religioso. En Porto Alegre, el tradicional feriado dedicado a la patrona católica de la ciudad fue renombrado como Día de Nuestra Señora de los Navegantes y de Iemanjá. Las estatuas públicas de orixás se han multiplicado en el estado en la última década. La capital gaúcha tiene una larga historia de movilización negra: fue allí donde, hace más de 50 años, se instituyó por primera vez el Día de la Conciencia Negra.
Rio Grande do Sul es hoy el estado más afro-religioso del país no solo por el número de practicantes, sino porque estas comunidades vienen afirmando, con cada vez más eficacia, el derecho a ser reconocidas como tales.
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