Primer Seminario de Jóvenes Investigadores de Ciencias Sociales y Religión -la visión desde los nativos

AnaEl desafío de la propia autoridad etnográfica
por Ana Lucía Olmos Álvarez

Mi participación en el Primer Seminario de Jóvenes Investigadores de Ciencias Sociales y Religión estuvo marcada por las ansiedades de las inauguraciones ya que abrí la primera de las cuatro sesiones que tuvo el encuentro. Era, también, la primera vez que exponía un capítulo de mi tesis de maestría a un público tan variado como exigente: profesores y colegas (antropólogos, sociólogos e historiadores) locales y de Brasil, Uruguay y Colombia que dieron voz y vida a dos jornadas nutridas de reflexiones, críticas y variaciones sobre el campo religioso latinoamericano.

Superado el desafío de iniciar las presentaciones, llegó el turno de los comentarios. Desde distintas perspectivas, trajeron al primer plano aspectos de mis datos que aún no había logrado problematizar con densidad suficiente. A la vez, tendieron puentes con otras expresiones religiosas que mi imaginación antropológica posicionaba en la lejanía. De esta manera, la imposición de manos realizada por un cura carismático (como es el caso que analizo) podía ser comparada con el toque del chamán así como ciertas prácticas y nociones de mis nativos encontraban eco en las de los azande. Hubo, también, espacio para debatir sobre las prácticas de escritura y la necesidad de que los jóvenes investigadores construyamos la propia autoridad etnográfica y teórica sin escondernos detrás de las palabras de los clásicos.

Claro está que los enfoques para mirar con ojos renovados mis propias notas y avances no tuvieron su origen solamente en los comentarios recibidos. En la lectura y escucha de las investigaciones de colegas encontré herramientas teóricas y metodológicas dispuestas a desafiar con nuevos interrogantes las semi-certezas que, a veces, creo alcanzar.

Otra característica del seminario fue su intensidad y el número acotado de participantes que permitió, en primera instancia, un desarrollo acabado de cada presentación. A la vez, posibilitó que las charlas entre quienes participamos trascendieran lo estrictamente académico. Nos transformamos en personas que, además de compartir el nicho de la investigación, tenemos familia, intereses variados, cuentas que pagar, problemas con el vecino… Así, el mundo de la vida cotidiana –del que tratamos de dar cuenta constantemente en la vida de los sujetos que estudiamos- se hizo presente en nosotros atravesando nuestras experiencias de formación. A mi entender, fueron estos intercambios la riqueza extra de las dos jornadas de trabajo. Las cuales, para ser fieles a la práctica profesional que nos define, coronamos con una cena colectiva.

Finalmente, me queda por delante un nuevo y estimulante desafío: incorporar lo escuchado, aprendido y compartido a las futuras instancias de mi investigación y en las producciones textuales que de ellas resultan. En eso estoy.

Ana Lucía Olmos Álvarez es Profesora de Ciencias Antropológicas (UBA) y doctoranda en Antropología Social (IDAES/UNSAM). Becaria Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), dirigida por el Dr. Gustavo Ludueña y con sede en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES/UNSAM).

Nico PanNuevos aires en el estudio de lo religioso
por Nicolás Panotto

El Seminario me dejó un conjunto de imágenes y sensaciones, variadas y dispersas pero que hacen al conjunto de un encuentro especial: pluralidad de lugares, espacios, geografías y experiencias; nombres, ideas y rostros hasta entonces desconocidos; sentimientos de desafío desde la escucha del grupo y sus opiniones, cuestionamientos y aportes; y diálogo… mucho diálogo.

Centrándome en algunos elementos más específicos, podría mencionar los que más me llamaron la atención. Primero, fue muy enriquecedor que distintas generaciones de investigadores se encuentren a compartir y conversar. Este es un ejercicio más que necesario en el mundo académico contemporáneo, el cual se encuentra plagado de competencias y dinámicas que impiden un trabajo mancomunado de construcción del conocimiento. En otras palabras, la apertura de un espacio como éste refleja una opción epistemológica más que necesaria, tanto para los/las referentes del campo como para aquellos/as que venimos dando nuestros primeros pasos en esta fascinante tarea.

También, considero que este factor muestra que el campo de la relación entre las ciencias sociales y lo religioso en América Latina ya tiene un trecho respetable, que merece ser analizado y profundizado. Los diálogos y aportes de las “primeras generaciones” mostraron una experiencia acumulada –desde el trabajo de campo hasta el uso de mediaciones teóricas-, que permitió la construcción de herramientas lo suficientemente afianzadas para ser utilizadas por quienes vamos comenzando el camino.

Por otra parte, podríamos mencionar –desde mi perspectiva- algunas “máximas” que emergieron durante los intercambios del encuentro, en torno al quehacer académico:

– La necesidad de promover y construir una imaginación analítica que nos permita jugar con categorías propias, en diálogo con la comunidad académica en general y las herramientas metodológicas y teóricas que nos brindan. Más allá de que esto es algo espinoso para quienes estamos comenzando el sendero académico –donde no podemos evitar reduccionismos y temores metodológicos, como despegarnos de nuestros popes teóricos-, las conversaciones del seminario sirvieron, como se bromeada, a la evocación de una “práctica antropofágica” hacia aquellas teorías, ideas y prácticas predeterminadas en nuestro trabajo, que nos permita proyectarnos y jugarnos hacia una construcción lo más original y propia posibles.

– Hay que meterse en el fondo del barro del campo de investigación. Nada nos ayudará más a la exploración de la riqueza del mundo religioso que dejarnos interpelar lo más directamente posible, mano a mano, por esos universos variopintos y fascinantes, con todos los relativismos, complejidades y limitaciones que ello tiene.

– La importancia que posee escuchar al otro/a en nuestro campo de estudio. Más allá de todo lo que podamos considerar sobre la inevitable subjetividad puesta en la mesa de la investigación de campo, es necesario recordar, más aún con la ayuda de nuestros colegas -con quienes compartimos los andares y avatares del quehacer-, que necesitamos advertir el peligro de llegar a abstracciones que nos lleven a lugares o conclusiones indeseadas.

– Hay que dialogar, dialogar y dialogar. El conocer y compartir los diversos abordajes teóricos y los acercamientos a las tan diversas experiencias religiosas de nuestro continente, sirven al cruce y encuentro de matrices en común -al menos en lo que refiere a los abordajes y prácticas académicas- las cuales enriquecen la labor de cada investigador/a en su labor específica.

Por último, considero que el seminario reflejó la apertura de un espacio -¿o espacios?- alternativo al estudio del fenómeno religioso desde las ciencias sociales, coherente con el peregrinaje transitado en estas últimas décadas. Podríamos decir que dicha instancia ha estado tradicionalmente circunscripta a ciertos abordajes teóricos y metodológicos hegemónicos, como también guiado por una visión reduccionista y catolicocéntrica de los fenómenos religiosos. La diversidad de experiencias estudiadas, la evocación de distintos marcos teóricos, la consideración de la importancia social de lo religioso y todas sus mediaciones, refleja la existencia de un proceso que reclama mayor complejización y descentramiento del campo hacia nuevas metodologías y teorías.

Nicolás Panotto es maestrando en Antropología Social y doctorando en Ciencias Sociales en FLACSO (Argentina), Becario Doctoral del CONICET y Director del grupo GEMRIP (Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública).

AgustinaEn la cocina de la antropología de la religión
por Agustina Altman

En el Seminario, colegas de distintos países de América Latina nos juntamos a debatir nuestras investigaciones de doctorado. Inspirados en el célebre Manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade, gran parte de los debates y discusiones giraron en torno a metáforas relacionadas con el canibalismo, la comensalidad y la ingesta intelectual. En este sentido, pudimos conocer qué se está cocinando en Brasil, cómo saborean los uruguayos, cómo sazonan los colombianos y el modo en que los argentinos ponen la carne al asador.

Una vez dispuestos los manjares se dio lugar a la degustación. Los comentaristas, tal vez inspirados por este espíritu caníbal, nos sugirieron que debíamos animarnos a devorar a nuestros directores y a los autores de cabecera. También nos incentivaron a masticar los conceptos e incorporar a los ancestros míticos para ser y construir nuestra propia autoridad etnográfica. Otro de los temas debatidos durante el encuentro, fueron los beneficios y perjuicios de las modas académicas que si bien por un lado tienden  a limitar el menú, por otra parte muchas veces llevan a conocer nuevas cocinas.

El encuentro concluyó con un banquete a cargo de los anfitriones: César Ceriani y Emerson Giumbelli. Sus palabras finales así como las de los comentaristas invitados nos abrieron el apetito y despertaron el deseo. Por suerte, al retornar nos espera a cada uno nuestro campo donde…

¡la mesa está servida!

Agustina Altman es Licenciada en Antropología (UBA), doctoranda en Antropología en la Universidad de Buenos Aires y Becaria Doctoral del CONICET.

Las tres fotos fueron tomadas por Darío La Vega.

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Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio es Doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles. Anteriormente recibió la Licenciatura en Sociología en la Universidad Católica Argentina.
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