¿El Yoga es religión?

por Rodrigo Toniol (UNICAMP, Brasil)

Después de todo, ¿es el yoga una práctica religiosa? Esta es una pregunta compleja que provoca un acalorado debate entre profesionales e instructores. Responderla de manera definitiva sería renunciar al análisis de disputas y capas de significados que hacen que la pregunta sea interesante. Evitando el campo minado, tomemos como hilo conductor el caso del yoga en algunas situaciones en las que su dimensión religiosa surgió como clave de la controversia. En febrero de 2011, en el área de San Diego, California, nueve escuelas primarias públicas comenzaron un proyecto que implementó clases de yoga para sus estudiantes. Las clases fueron parte de un proyecto más amplio para mejorar la salud física de los estudiantes y se implementaron gracias al apoyo de $ 500,000 provisto por la Fundación Jois, que promueve el yoga en ambientes escolares. Unos meses después de que comenzaran las actividades, un grupo de padres presentó una demanda contra la ciudad de San Diego y los directores de las escuelas, argumentando que la práctica socavaría la libertad religiosa de sus hijos, así como los principios constitucionales sobre la laicidad estatal. “Si hay alguna dimensión religiosa en la práctica del yoga, su lugar no puede ser la educación pública. Siempre habrá un componente religioso en esta práctica ”, argumentó el representante de las familias ante la prensa local durante las discusiones en torno al caso. Como prueba del principio religioso de la práctica se presentaron algunos carteles con los ocho pasos de la práctica, escritos en sánscrito. También se cuestionó el uso del saludo «namasté» al comienzo de las clases y los nombres de las posturas enseñadas, que se referían a reverencias a las deidades hindúes. En los años en que el proceso continuó, las clases siguieron, pero el «namasté» fue abolido y las posturas cambiaron de nombre con palabras lúdicas como «teléfono», «salsa de manzana» y «dedo del pie». El embrollo legal duró dos años. En su fallo, el tribunal reconoció que el yoga tiene raíces religiosas, a pesar de su origen en la filosofía hindú, pero que su versión moderna «está anclada en la sociedad secular estadounidense e incluso puede considerarse como un fenómeno cultural estadounidense». El fallo mantuvo el estatus ambiguo de la práctica al afirmar que en los Estados Unidos, la tradición religiosa del yoga se ha convertido en una cultura secular y que, por lo tanto, practicarla no es un acto religioso.

En el mismo estado de California, la administración del aeropuerto de San Francisco tomó la decisión de no dedicar ningún espacio a práctica religiosa alguna. Abolió de su arquitectura la capilla ecuménica, tan común en los aeropuertos de todo el mundo. Sin embargo, en un lugar análogo al que ocuparía la capilla, implementó el Yoga room, «un espacio dedicado a la relajación, a la autorreflexión y a la práctica del yoga», como se describe en su sitio web. Si en el aeropuerto la sala de yoga ocupa ahora el espacio que alguna vez fue de la religión, parece entonces encarnar el papel de su avatar y, al mismo tiempo, de su antítesis.

En América Latina, las situaciones potencialmente controversiales relacionadas con la práctica también se han consolidado en los últimos años. En Argentina, por ejemplo, como ha demostrado el antropólogo Nicolás Viotti, hay un número creciente de prisiones que han implementado sesiones de yoga para los presos, con el argumento de que la práctica mejora la calidad de vida y promueve valores como «gratitud, fuerza de voluntad, paciencia, persistencia, responsabilidad, libertad y paz” entre sus practicantes. La pedagogía de la práctica implica no solo la enseñanza de posturas, sino también clases teóricas, que involucran sus fundamentos hindúes.

Suryanamascar A

En Brasil, es en el Sistema Único de Salud donde la práctica encuentra apoyo. Desde 2006, a través de la Política Nacional de Prácticas Integrativas y Complementarias, el SUS reconoce la legitimidad de terapias alternativas/complementarias y las promueve en algunos de sus hospitales y puestos de salud. La lista de prácticas promovidas es extensa y abarca, por ejemplo, la homeopatía, la medicina tradicional china, la biodanza, la danza circular, la meditación, el reiki, las terapias florales y, desde 2018, el yoga.

Si en el caso de las escuelas californianas, la legitimidad de la práctica y su disociación de la religión pasaron por el alegato de la cultura y en las cárceles argentinas, la clave accionada es la de bienestar y educación,  en Brasil, lo que hace posible la oferta de yoga por las instituciones públicas es la posibilidad de presentarla como una herramienta de promoción de la salud.

Las primeras menciones al yoga por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ocurrieron a fines de los años 60 y principios de los 70. En aquel contexto, siempre se la describió como una práctica de medicina tradicional, colocada junto a muchas otras, como el Ayurveda, algunos rituales de curación de grupos indígenas en la Amazonía y sistemas de tratamiento de comunidades en África. Asociadas con la medicina tradicional, estas prácticas fueron descriptas como modelos de cuidados holísticos atentos también a la dimensión espiritual de las personas. Esto cambió a partir de la década de 1980, cuando, dentro del ámbito de la propia OMS, el yoga pasó a ser descripto como una técnica terapéutica. Y no solo eso, fue presentado como una técnica cuya efectividad no dependía ya de la pertenencia cultural a grupos específicos, sino que podía demostrarse a partir de ensayos clínicos. La ciencia operó como mediadora del proceso de «desreligiosización» de la práctica, permitiéndo que se convirtiera, en Occidente, en una técnica de salud.

Como rasgo común a todas estas situaciones está la autonomización de la práctica del yoga de un universo simbólico mayor, del cual fue y es una parte integral. Convertir al yoga en una práctica desvinculada del hinduismo no es una tarea sencilla, que tampoco tuvo una trayectoria lineal en la historia reciente. Algunos ingredientes de este caldo son: la explosión del mercado editorial dedicado al tema, la estetización de la práctica por la industria cinematográfica y la oferta cada vez más amplia de escuelas de formación en la disciplina.

En la versión occidental, el yoga se asocia con la religión cuando este desapego del sistema más amplio con el que ya fue asociado no funciona. Sin embargo, si generalmente se niega la relación con la religión, no es raro mantener su vínculo con otra dimensión mediadora entre lo religioso y lo secular: la de la espiritualidad. Al involucrar esta noción, las situaciones que involucran al yoga se asocian con movimientos que podemos reconocer en una gama más amplia de otras prácticas, como la meditación, el reiki, el mindfulness y las terapias florales. La espiritualidad parece ser la puerta de salida de la religión y, al mismo tiempo, una manera de mantener referencias a ella. Es este doble vínculo el que hace que las respuestas a la pregunta que titula este texto sean invariablemente ambiguas sin ser contradictorias.

Publicado originalmente en portugués, en el periódico Estadão de São Paulo -ver aquí.

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Rodrigo Toniol

Rodrigo Toniol

Actualmente es Presidente de la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión en el Mercosur. Es Profesor permanente del Programa de Pós-Graduação de la Unicamp y Profesor del Departamento de Antropologia Cultural de la UFRJ -Brasil.
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