El San Baltazar que llegó en bicicleta

Cambio de Capas, San Baltazar de Mónica Ramírez

por Manuela Rodríguez (UNR/CONICET) (texto y fotos)

Corrientes

El panorama correntino, para una antropóloga ávida de nuevas experiencias, es muy generoso. Uno llega para conocer un rito, pero se encuentra con varios más, paralelos, que se atraen y se repulsan, como las corrientes, como las siete que tiene.

Durante la fiesta celebrada para el Santo Rey Baltazar, que este año duró dos días, el sábado 5 y el domingo 6 de enero, ocurrieron por lo menos cuatro situaciones en paralelo y en espacialidades diferentes.

Altar del Parque Camba Cua

La primera se ubicaría en un altar extenso, al lado de la ermita construida en el parque Camba Cuá, en el cual  se acomodaron los “santitos” de las familias que conforman la Cofradía, catorce en la actualidad, dirigida por la familia Cavallero. Allí se santiguaron muchos -algunos promeseros, otros no- y fue el centro de atracción de danzantes y tamboreros en varios momentos de la fiesta, el lugar donde se le rindieron honores, saludos y se pidieron deseos. Fue, por ello, el espacio hacia donde se dirigieron las diferentes comparsas en el transcurso de ambos días.

Escenario principal, parque Camba Cuá

La segunda podríamos situarla en el escenario montado por la municipalidad, en el mismo parque, en donde se fueron sucediendo los distintos espectáculos, mediados por la voz de un locutor que animó la fiesta ante unos cuantos miles de personas sentadas en semicírculo, con sus reposeras, tablones y sillas. Allí transcurrieron la tardecita hasta pasada la medianoche. Este espacio estuvo en constante relación con el altar, pues allí estaba Gabriela Cavallero, referente de la Cofradía, que iba y venía para anunciar y coordinar los distintos momentos del evento. Si bien este fue un año especial -pues se cumplieron las bodas de plata, los 25 años de “empoderamiento y reivindicación de los festejos de San Baltasar”, en palabras de Gagri, como la llaman sus amigos-, el escenario ha perdido dimensiones si se lo compara con el de años anteriores.

Ensayo de Camba Cuá Candombe

Evidentemente el cambio de gobierno se ha hecho sentir, lo que no concuerda con las palabras que pronunciara Eduardo Tassano, el actual intendente, en la conferencia de prensa, en la cual manifestó su deseo de transformar a Corrientes en una ciudad de eventos que asocien “la cultura y el turismo”. Como sea, en este escenario se sucedieron grupos musicales (de folclore, con mucho chamamé, pero también música cubana, colombiana, reggae y dub), ballet y academias de danza folclórica y contemporánea (que presentaron coreografías en base a toques de orixás). Además, se presentaron el “Semillero pequeños devotos”, que consistió en la entrega de globos plateados a los niños vinculados a la Cofradía; el homenaje al comisario Aguilar, recientemente fallecido, que acompañó muchos años el festejo; la presentación de Ubuntu, la cuerda de tambores de la Cofradía que tocó varios temas junto a distintos invitados; y el cambio de capa de los santos, ritual que se hace cada diez años aproximadamente.

Saludo final frente al altar.

En tercer lugar habría que señalar las calles del barrio propiamente dicho, el Camba Cuá, más específicamente en la casa de Uli Gómez, referente de la comparsa Camba Cuá Candombe, en donde se reunió un grupo muy numeroso de percusionistas, bailarines y curiosxs. De allí salió la comparsa, que para esta fecha reunió unos cuarenta tamborerxs y misma cantidad de bailarinxs, para recorrer las calles del barrio, saludando a los santos que otras familias tienen en su poder. Familias que han decidido no sumarse al festejo en el parque por motivos que aún desconozco en profundidad, pero que intuyo, a partir de algunos comentarios al pasar; tema al cual volveré más adelante. En esta oportunidad la comparsa se detuvo frente a tres casas, que habían sacado sus altares a la calle. Junto a grandes parlantes que amplificaban el sonido de una guitarra y un acordeón, hicieron los toques de candombe uruguayo, charanda y chamamé, con sus respectivos cortes y algunos cantos. Por este desfile deambulaba también el vicegobernador, perseguido por las cámaras de diversos medios. Este recorrido finalizó en una esquina del parque, donde esta comparsa se encontró con la de Ubuntu, para desfilar juntas hasta el altar mayor. Mientras cruzaban el parque en diagonal, la gente que estaba sentada mirando el escenario se fue sumando, generándose un pasillo tumultuoso, eufórico, de altos decibeles, que culminó frente a los santos. Allí se mezclaron con el sonido estridente de La pegada, el bloco de Samba Reggae de Rosario que había sido contratada para tocar en la fiesta, y que estaba esperando a la columna frente al altar. Luego vinieron los saludos, de Ubuntu, de Camba Cuá Candombe, de las bailarinas, los tambores, y un saludo final con las manos levantadas de todos los presentes, y el repiqueteo general: un estallido de felicidad. Así culminó el festejo del sábado en el parque.

Altar de San Baltazar en casa de Ovidia Juana de Jesús

Por último, deberíamos registrar lo que está aconteciendo en otros barrios y en otras casas. Por ejemplo, cruzando la avenida 3 de abril, en el barrio San Martín, en una calle oscura, varios vecinos y familiares se reunieron en la casa de Ovidia Juana de Jesús, una mujer de 98 años, con rasgos afros muy identificables, para homenajear a su San Baltazar. Su bisnieta invitó a Uli Gómez, la tardecita del domingo, para que venga a rendirle culto al santo con tambores y danza, una práctica que su familia no hacía antes, pero que ella quiere mantener y avivar cuando su bisabuela ya no esté. Unas veinte personas escucharon y miraron atentas la intervención; luego nos convidaron empanadas. Allí nos despedimos y nos fuimos al parque, para ver las últimas bandas que quedaban en el escenario y que cerraban el festejo.

Miguel Ángel Figueroa (San Baltazar) junto a Gabriela y Osvaldo Cavallero.

El peregrino

En un apresurado y breve repaso de lo vivido en esos intensos días, varias cosas llamaron mi atención. Una corriente, podría decirse, está conformada por el santo. Hay familias poseedoras de santo, algunos muy antiguos, que han pasado de generación en generación; hay promeseros y mucha gente que venera a San Baltazar, de distintas maneras, pero siempre con festejos. Hay, también, una corriente vinculada a un culto profundo al tambor, que no está directamente asociada al santo. Puede que sí, puede que no. Muchos afro-turistas (término sumamente apropiado de Fernández Bravo en este mismo blog) llegan a Corrientes por amor al tambor, y porque allí el tambor ha adquirido santidad. ¿Cómo podría explicarse, si no, que un percusionista porteño haya peregrinado hasta Corrientes para conocer la fiesta y se haya convertido, de la noche a la mañana, en el mismísimo Santo Rey?

Resulta ser que Miguel Ángel Figueroa revolucionó la ciudad en esos días al avisar que estaba llegando desde Buenos Aires en bicicleta. Tanto es así que, en honor a su esfuerzo, la Cofradía le propuso encarnar el traje de San Baltazar que la comparsa Sapucay había confeccionado en el 2016, cuando salió ganadora en los desfiles de carnaval representando un enredo sobre el Santo Cambá, como nos cuenta Cleopatra Barrios, también en Diversa. El mismo traje que el año anterior había desfilado el congolés Boni Ngitukulu Nsumbu, artista plástico y, en ese momento, vicepresidente de la Unión Africana del Cono Sur. Para ese entonces, el Santo fue, literalmente, negro. En esta oportunidad, el color no fue lo más importante, sino la voluntad de un músico por llegar a tierras lejanas.

San Baltazar y la reina del Carnaval, en la procesión

Así fue como el viernes 4 de enero conocí a Miguel Ángel en casa de Gabriela; juntos compartimos un ensayo de Ubuntu, hablamos de los toques, me contó que era músico y que estaba allí por un amigo, también músico, que le había contado todo lo que estaba aconteciendo en torno al Santo. El sábado nos volvimos a encontrar, luego de los festejos en el parque, pasada la medianoche, en la puerta de la casa de Uli, en un ritual típico de candombe, que bien podría haber sido del estilo de los que viví en Montevideo hace más de 15 años: un relevo de tocadorxs que van dando cuerda al candombe, en especial al uruguayo, y en esta ocasión también al correntino en su versión charanda, mientras distintxs bailadorxs vamos rotando alrededor o al centro de la ronda, hasta el amanecer. Éramos muchos, de Corrientes, Chaco, Rosario y Buenos Aires, y probablemente de varios lugares más; éramos esa turma de candomberxs que ya tiene sede en varias ciudades argentinas, pero con el condimento correntino, que incluye mucha experiencia de baile y de toque por años de entrenamiento en las comparsas de carnaval. Corrientes alojaba así a esta movida afro en ascenso, pero le daba un sello propio: una santidad negra, un Santo Cambá, el santo que preside el carnaval.

Misa en La Merced

El domingo nos volvimos a cruzar y, ante mi sorpresa, Miguel, ataviado de pies a cabeza, había dejado de ser ese músico percusionista en bicicleta para encarnar al Santo de la alegría y los caramelos. Apostado frente a la iglesia La Merced, San Baltazar se sacaba fotos con los niños y con la reina del carnaval: el Rey y la Reina, y los niños, y la Iglesia, y las antorchas, y las comparsas Sapucay y Osiris, con sus estremecedoras batucadas, y los tambores de candombe y el desfile por la calle y mucha gente, el domingo en la misa y luego en la procesión.

Es como si, en una especie de toma y daca, el santo le da santidad al candombe y el candombe le da negridad al Santo. Se dan, pero ¿qué se quitan? No puedo responder esto ahora, pero tengo algunas ideas que tal vez se encuentren al hacer historia.

Revitalización y ocultamiento

Reliquias en el altar del parque Camba Cuá

El relato oficial dice que en 1994, don Fortunato Roffé, un vecino del barrio Camba Cuá, convocó a través de los medios a los interesados en realizar el festejo a San Baltazar. Y que a ese llamado acudieron, entre otros, sus ve­ci­nos “Tony” Cor­tés (pai de santo de Umbanda y Batuque), Jor­ge Ale­gre y Os­val­do Ca­ba­lle­ro. Que se propuso hacer la celebración en el parque, como antes se había hecho en los patios de las casas, y que contaban con tres imá­ge­nes, con­sig­na­das por Cor­tés y Ale­gre, ade­más de una ter­ce­ra con­se­gui­da por Don Rof­fé. Allí se ofi­ció una mi­sa de cam­pa­ña, pa­ra de­jar asen­ta­do que San Bal­tazar era un san­to re­co­no­ci­do por la Igle­sia Ca­tó­li­ca. En esa oportunidad, los tambores para la celebración los aportó Tony, que era quien conocía los toques; en palabras de Uli: fue él quien le enseñó el toque de la charanda, que además era un toque que ya hacían las comparsas de carnaval, o al menos así él lo recuerda.

San Baltazar, altar parque Camba Cuá

Aquí aparece, entonces, otra corriente, la de los “cultos” afrobrasileños; y digo cultos y no religiones porque así pareciera que se los diferencia de San Baltazar. Osvaldo Cavallero en varias oportunidades remarcó que hubo que diferenciar esta festividad de los cultos relacionados con “lo oscuro”, y afirmó contundentemente que hay pruebas de que los Reyes Magos fueron canonizados por el Papa León IV en el año 506. Como nos comentó Gabriela, “hace 25 años que sufrimos esa discriminación, pues no saben lo que hacemos”. A ese estigma hubo que exorcizarlo, pues los de afuera (e intuyo que también los de adentro) asociaron los tambores del revitalizado culto a San Baltazar (pertenecientes en un principio a un templo afroumbandista) con una negridad no muy apreciada. Esa negridad hay que negociarla. Desanclar el tambor de la religiosidad afro, para anclarlo en el candombe-carnaval (afro), para luego tornarla parte de la religiosidad católica, parece ser un paso necesario.

El niño Jesús y San Baltazar, casa de la familia Ríos, barrio Camba Cuá

El tema es que, una vez hecho el nexo entre tambor-negridad valorada-santidad católica, la legitimidad que profiere el catolicismo cobra también su precio. Pues no resulta inocuo para las camadas jóvenes de candomberos que se hacen presente en Corrientes, pasar de la arenga “viva San Baltazar” a “viva Jesucristo”, como sucedió en una de las casas homenajeadas por la comparsa, la de la familia Ríos, que tiene, además de un San Baltazar, un niño Jesús como reliquias de las más antiguas del barrio. Ese catolicismo popular tiene su barrera de clase, como también la tiene la adoración al tambor.

En definitiva: no todos los ríos llevan al mar; algunos se empantanan, otros rebalsan, a veces refrescan. Lo actual es que la fiesta crece, las aguas se mezclan, y San Baltazar tiene cada vez más seguidores, de distintas frecuencias y dimensiones. Este año tuvo peregrino: un peregrino en bicicleta que llegó para tocar y se fue convertido en Santo Rey. Esto es un indicio de que muchas transformaciones pueden ser posibles, tal vez no con tanta rapidez, o tal vez la velocidad sea parte de la disputa por las transformaciones que pueden y deben darse en el futuro, negociando tiempo, espacio y solidez en los cambios.

Ver también la crónica de Nicolás Fernández Bravo de la fiesta del 2015, aquí, y la de Cleopatra Barrios, del 2016, aquí.

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Manuela Rodríguez

Manuela Rodríguez

Manuela Rodriguez es Licenciada en Antropología (Universidad Nacional de Rosario, con la tesis: “Cuerpos femeninos en la Danza del candombe montevideano”) y Doctora en Antropología (Universidad de Buenos Aires, con la tesis: “Giros de una Mãe de santo. Corporalidad y movimiento en un caso de conversión a las religiones afrobrasileñas en Argentina”). Se especializa en las áreas de antropología del cuerpo y estudios de la performance y de la performatividad, interconectando perspectivas de clase, género/sexualidad, raza, con danza y ritual.
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