El exvoto o las metamorfosis del don

por Pierre Antoine Fabre (EHESS, Francia); Caroline Perrée (CEMCA, México) y Renée de la Torre (CIESAS, México)

En unas palabras garabateadas apresuradamente en fotografías y papeles arrancados de cuadernos, en miembros anatómicos reproducidos en serie en materiales pobres, en instantáneas en cascada y en pequeños objetos extraídos de la vida doméstica cotidiana acumulados, en algunos lugares considerados como la fuente de una fuerza activa, hay que reconocer que lo que se suele llamarse “exvoto”, no se impone ni por su valor ostentoso ni por su monumentalidad. Si, como dijo Aby Warburg, “Dios está en los detalles”, este ha encontrado su reino en el objeto votivo, que tan a menudo es un producto de desecho. ¿Cómo explicar la curiosidad que suscita el exvoto y el interés renovado que se observa en los últimos 20 años en las ciencias sociales?

Registrada desde el Neolítico como una acumulación de rastros y escombros, su presencia atraviesa el tiempo, mostrando tanto una remanencia singular como una universalidad compleja. Entre las modalidades de intercambio que los hombres han elegido establecer con fuerzas sobrenaturales, el exvoto es una de las huellas materiales de esos flujos invisibles. Eminentemente lábil, no es un objeto uniforme con un funcionamiento inequívoco, por lo que es un objeto de estudio difícil de precisar, pues la aprehensión de su forma y función se hace esquiva a medida que se multiplica. Ubicuo, el exvoto invierte creencias y civilizaciones, migrando de la antropología religiosa a la historia de la cultura. Sin embargo, al mismo tiempo la dificultad de su estudio favorece un enfoque interdisciplinario que reúne a la antropología, la arqueología, la historia y la historia del arte. Como objeto en circulación, establece múltiples conexiones que ofrecen un paradigma privilegiado para pensar el sistema de interrelaciones entre humanos y no humanos y asociar las culturas materiales e inmateriales a través de un enfoque comparativo.

Establecer la biografía del objeto votivo nos coloca bajo el signo de la mutabilidad, moviéndonos de la intimidad de la promesa a la exposición pública del objeto votivo. También nos hace profundizar en los secretos de su confección, gracias al encuentro con los artesanos del exvoto, interlocutores privilegiados para comprender las motivaciones que subyacen a la promesa y su cumplimiento. Estos secretos de fabricación sacan a la luz la pluralidad de formas que toma el cumplimiento del voto. El exvoto nos enfrenta entonces a una materialidad que va mucho más allá del acercamiento fenomenológico a los objetos para establecer los hitos de un enfoque corporal de la promesa. Pero esta pluralidad material es tanto más rica cuanto que es fuente de ambigüedad, invitándonos a considerar la intención que rige el don para diferenciar lo que es votivo de lo que no lo es. Por último, esta biografía del don, cuando no es efímero –se tiran, queman o incluso revenden varios exvotos contemporáneos–, lleva a su valorización dentro de los santuarios, gracias a dispositivos de exposición que dan cuenta de su valor testimonial al participar en la influencia del lugar que los exhibe.

Figura 1. Fotografías, miembros anatómicos en miniatura, papeles, imágenes piadosas, accesorios para bebés ofrecidos por pedido o agradecimiento en una de las capillas ubicadas en la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México. © Caroline Perrée, 2017.

 

Un objeto plural

Frente a la pluralidad formal y habitual que a menudo confunde a quienes buscan exvotos, la etimología permite concebir el hecho votivo como un paradigma de las formas que adoptan los intercambios entre hombres y dioses. Éstos son numerosos y toman la forma de dones y contradones, ofrendas, sacrificios, oraciones y sustitutos, todos elementos que intervienen de una manera u otra y en diversos grados en los usos del exvoto. Para designar los gestos de dar en la Grecia antigua Clarisse Prêtre utiliza la palabra “ofrendas”, que también se encuentra entre los indígenas huicholes de México; sus ofrendas, descritas como “votivas”por Olivia Kindl, incluyen figuras de cera que sustituyen a los niños cuyos votos familiares buscan protegerlos de las enfermedades. El sacrificio está presente cuando se pone el cuerpo a prueba durante las danzas y los tatuajes, estudiados en México según diversos enfoques por David Robichaux, José Manuel Moreno, Jorge Martínez y Caroline Perrée; ambos se llevan a cabo para cumplir la promesa hecha a cambio de la intervención solicitada.

La palabra “exvoto” proviene de la expresión exvoto suscepto, que generalmente se traduce como “procedente de un voto” y se usa igual en singular y en plural, ya que es una expresión latina invariable. El latín nos remite a la cultura del Imperio Romano, durante el cual se multiplicaron y diseminaron muchos “exvotos” paganos provenientes de una primigenia tradición griega. Una cultura específica pero en gran parte exportada por su idioma: el latín fue también un idioma americano en los siglos XVI y XVII. La palabra “exvoto” se introdujo como tal en los idiomas de origen latino sin recurrir a la traducción, como si designara una realidad singular que no tendría equivalente en el idioma utilizado. Por lo tanto, no carece de significado histórico mantener esta palabra, aunque en México o Brasil, por ejemplo, no es el término que domina el uso. Es precisamente por esta razón que el término es científicamente válido y decidimos conservarlo. Asimismo, permite comprender muy rápidamente que no se usa por una razón esencial: “exvoto” significa, en stricto sensu, lo que está relacionado con un voto pasado que debe cumplirse: por ejemplo, realizar una peregrinación si uno se cura de una enfermedad y depositar en el santuario donde finaliza dicha peregrinación algo que dará testimonio de ese viaje.

El voto permitiría entonces comprender lo que está en juego en el exvoto sin verse reducido a ello, ya que no se ha traducido como “voto” en ningún idioma. Sin embargo, la palabra “voto” es polisémica. Según el diccionario Littré, significa una promesa hecha al cielo por la cual uno se compromete a alguna obra elegida o facultativa (vinculada a la facultad de la voluntad) cualquiera que sea la religión considerada; o una promesa hecha a sí mismo en el sentido de una resolución que uno toma. También puede significar una ofrenda prometida y la palabra se convierte entonces en sinónimo de lo que hemos definido como “exvoto”, deseo o anhelo. También se ha usado en los salmos del siglo XII en el sentido de un sacrificio hecho a Dios. Esta polisemia es de gran riqueza en cuanto a las prácticas votivas, que van desde las promesas hechas a una deidad de venir a agradecerle en su santuario si favorece una cura, hasta el deseo de ver ganar a su equipo de fútbol favorito o tener éxito en evaluaciones escolares.

Figura 2. Danzas realizadas alrededor del 12 de diciembre durante la fiesta de la Virgen de Guadalupe alrededor de su basílica en la Ciudad de México. Grupos de danzantes vienen cada año por tradición para agradecer a la Virgen o para hacerle una petición individual y colectiva. © Caroline Perrée, 2017.

 

Sin embargo, la palabra “voto” como tal no se refiere a la intervención favorable de lo divino que justifica el ofrecimiento del don prometido. Ahora bien, el exvoto se define con mayor frecuencia como la promesa de un don que genera una obligación recíproca entre lo humano y lo divino, siguiendo el modelo romano del do ut des, “doy para que hagas”. Como señalan Salvador Rodríguez-Becerra y Francisco Luque- Romero Albornoz en su estudio sobre los exvotos españoles, la relación que se establece entre lo humano y lo divino no es un acto gratuito. Hacer del exvoto un don no resuelve el problema y, por el contrario, abre nuevas perspectivas sobre la vida de los objetos. A través del don se hace el compromiso de dar un trato y lugar especial al objeto dado en pago por el servicio solicitado. El objeto, imagen o artefacto se convierte en una materialidad que simboliza la relación establecida. La práctica de los exvotos tiene entonces su lugar en el sistema del don establecido a través de la relación del compromiso de dar y recibir (Mauss 1979 [1924]: 81). Cuando un objeto se inserta en las relaciones sociales del don, se transforma; está atrapado en una biografía fluctuante que no puede reducir –como lo hace Foster– la ofrenda votiva al objeto de una relación única establecida entre humanos y no humanos, que terminaría una vez cumplidos los términos del contrato (1963: 1290). El objeto votivo se inscribe en una larga temporalidad, la de la vida devocional del donante, la de la vida de la ofrenda. Por eso el exvoto no puede reducirse a un voto ni a un don, es también una promesa cuya intención y cuyo cumplimiento se desarrollan en una temporalidad compleja.

Las temporalidades del voto

El exvoto es reducido con demasiada frecuencia a un objeto único, ignora su tiempo o lo considera, en el mejor de los casos, una larga historia de formas atribuidas al síntoma (Didi-Huberman 2006). Sin embargo, nos damos cuenta muy rápidamente de que el acto votivo presupone una intención y que –ya sea desde una perspectiva histórica, etnológica o antropohistórica–lo más difícil es conocer la intención de los individuos. Pero es la intención la que distingue lo que es votivo de lo que no lo es, como muestra Francesca Sbardella en su estudio de los objetos hechos por monjas en Francia e Italia. Denominados como exvotos, no responden a ningún deseo y más bien sirven de soporte a oraciones que conllevan una temporalidad diferente. De hecho, es la intención la que nos pone en el camino de lo votivo, pero está escrita después, a menos que haya sido sólo una intención, deshaciendo así el hilo tendido entre la intención y el acto, que está en el centro del análisis fenomenológico desde Husserl hasta Paul Ricoeur. El exvoto es una prueba de una intención pasada, pero la mayoría de las veces no hay otra más. Hay aquí una paradoja que nos llevará lejos: el exvoto es un pasado que se puede ver en el presente. El aplazamiento de la construcción del Sagrado Corazón en París, que respondería a un supuesto voto de Luis XVI formulado casi un siglo antes, es un ejemplo monumental que Denis Vidal examina en este volumen. Por otra parte, puede suceder que la intención transforme progresiva- mente el mismo objeto según su propia evolución. Es la hipótesis que desarrolla Pierre Antoine Fabre acerca del Vœu de Louis XIII del pintor Philippe de Champaigne y de la Sainte Françoise Romaine de Poussin; una obra magistral que parece acompañar y materializar la oración de una aristócrata romana para que termine el brote de peste que azotó Roma entre 1657 y 1658.

Esta paradoja de un “pasado-presente” nos llevará aún más lejos, ya que queda abierta la cuestión para todos los actos que no están precedidos por un voto que cumplen, sino que acompañan un voto; se trata de dos temporalidades que no se confunden. En el primer caso el objeto da testimonio de un voto anterior; en el segundo da testimonio de un voto presente. Pero ¿cómo podemos saber lo que sucede con este voto anterior, si no es por el certificado que produce? Y, a la inversa, ¿no procede el voto inmediato, proyectado en un tiempo por venir, de una primera intención? ¿Alguna vez nos hemos encontrado en un santuario por pura casualidad?

El del santuario de Notre-Dame des Anges, en el Macizo de los Maures en el sur de Francia, servirá para ilustrar este “pasado-presente” del exvoto. Pequeñas pinturas, algunos dibujos infantiles y bordados, realizados entre el siglo XVIII y principios del XX, se distribuyen a la derecha y a la izquierda de la nave. De repente estas exposiciones se interrumpen al final de la nave, donde nada más se observan losas de mármol grabadas. ¿Cómo explicar estos cambios en la ocupación del espacio? Porque todas estas pequeñas pinturas cuentan la historia de la enfermedad o del accidente que dio lugar a un exvoto como si fueran realizadas después del hecho. No pueden evitarlo; es en el presente donde se prueba el pasado. Pero en el siglo XX la pintura figurativa ya no es un modo de expresión culturalmente dominante; la fotografía se impuso. Sin embargo, en la era de la fotografía lo que encontramos en este santuario son mármoles. En efecto, ¿cómo fotografiar el accidente o la enfermedad, sino cuando ya sucedió?

Figura 3. El interior de la Santa Casa, Loreto. © Pierre Antoine Fabre, 2019.

 

Una discusión sobre este punto se abrió en el contexto de la preparación del número de la revista Techniques & Culture dedicado a las cuestiones que nos ocupan en la presente publicación. De hecho existe –esta fue una objeción al análisis anterior–una fotografía votiva. Pero lo más interesante de esta fotografía es que se conecta con los periodos más antiguos de la pintura votiva, aquellos en los que el evento mismo desaparece en favor del único testimonio de la fe. Demos aquí dos ejemplos, ambos situados en la región italiana de Las Marcas, rica en santuarios votivos. El primero se documentó en Loreto, donde una pequeña fotografía de identidad fue subrepticiamente deslizada en el borde de un mármol, vestigio de una decoración antigua de la Santa Casa, en el corazón de la actual basílica (Fig. 3). El segundo se encuentra en San Nicolás de Tolentino (Fig. 4); se trata de una pequeña tablilla de madera, probablemente pintada en el siglo XV, que no dice más que la fotografía aquí reproducida sobre los motivos por los que fue colocada en el santuario.

El motivo de la cama es ejemplar de las temporalidades votivas. La cama es el ciclo: vida (nacimiento), amor y muerte. Casi se podría decir que las innumerables camas que nos muestran las pequeñas pinturas votivas son un “conductor de tiempo” y un factor de transformación de la misma pintura votiva en varias funciones posibles de despliegue en el futuro de una conmemoración del pasado. Esa cama que recordaba una muerte milagrosamente evitada también puede ser aquella que recordará un nacimiento milagrosamente logrado. Esa cama pasada y esa cama por venir se neutralizan de alguna manera en esta cama presente, tal como lo vemos aquí y ahora en el santuario de Notre Dame des Anges, en el de San Nicolás Tolentino o en tantos otros.

Este ciclo introducido por la cama como el motor formal de la pintura votiva es el “tiempo” del exvoto. En efecto, recordemos esta indicación esencial: el exvoto es válido para el pago de una deuda contraída en el pasado, pero también es válido como garantía ante el futuro. La prueba es que el mismo ex- voto puede servir de soporte a un nuevo acto, como si guardara con él –y quizás más aún si el pasado queda implícito– una fuerza protectora.

Figura 4. Tablilla pintada del siglo XV, santuario de San Nicolás de Tolentino, Las Marcas, Italia. © Pierre Antoine Fabre, 2019.

 

Si el pasado permanece implícito es posible proponer una lectura más amplia de la dimensión temporal (y redentora) del exvoto. Por una parte, el voto de pobreza del que dan testimonio numerosas tablillas votivas no sólo manifiesta una ostentación de humildad, sino que la eliminación de los “accidentes” de la representación (el recuerdo de los acontecimientos pasados) asegura la perdurabilidad del acto. Por otra parte, lo que queda o puede quedar de esos accidentes –así proyectados en el futuro–interviene como una garantía, como una promesa. De repente nos parece que el exvoto no sólo lleva la esperanza de “salvarnos” del mundo (de sus tormentos, sus peligros y el peligro de muerte), sino también de salvar a este mundo, de colocar bajo la protección de la Virgen y de todos sus santos el caballo que estaba a punto de derribarnos, el carro que iba a aplastarnos o las piedras que amenazaban con noquearnos; o sea de embarcar nuestra desgracia con nosotros porque es “nuestro mundo”.

Mediadores en abundancia

En lo que precede vemos claramente que tratar de entender lo que está en juego en el proceso votivo implica adoptar el punto de vista emic de los actores de la fe, que son los creyentes y los intermediarios profanos que los acompañan en el cumplimiento de sus promesas. Como artesanos del voto, estos intermediarios lo realizan y lo explican revelándonos los actos que las palabras de los creyentes designan; nombres susceptibles de arrojar luz sobre las motivaciones y modalidades de sus prácticas devocionales. Las expresiones “pagar su promesa” o “pedir un favor o un servicio”, analizadas por Caroline Perrée en el contexto mexicano, reflejan no sólo la obligación de retorno que subyace al don, sino también el carácter antropomórfico de la relación que establecen los creyentes con las potencias invocadas. Se trata entonces de explorar los contornos del voto, sus aristas y umbrales, teniendo en cuenta la intención que preside el don, como lo hace Francesca Sbardella en su estudio sobre los exvotos hechos por las monjas. Estos objetos no responden a un voto formulado a la espera de la intervención divina, se fabrican como soporte material para el sacrificio que implica el curso de acción y pensamiento que el creyente desea consagrar a lo divino. Este camino también se basa en el acompañamiento de las monjas; en constante contacto con lo sagrado, su papel subraya el estatus especial del intermediario profano en el proceso votivo: ¿es transcriptor o intérprete creativo de los hechos?

La larga tradición pictórica votiva subraya cómo la mediación del pintor plantea el problema de su firma, la mayoría de las veces implícita. ¿Es el traductor transparente de algo que se le ha dicho o contribuye a inventar el acontecimiento?, como en ese cuadro del santuario de Notre-Dame des Anges, muy trabajado por el pintor –quien además probablemente firma su obra en el ángulo inferior izquierdo – manchado “con largas vetas de sangre”, como el poeta barroco Agrippa d ’Aubigné podría haberlo descrito en su época. ¿Quién vio la mancha roja? ¿El hombre herido o el pintor? La transgresión implementada por los exvotos pictóricos mexicanos contemporáneos subraya de manera exacerbada la creatividad que pueden demostrar los intermediarios, quienes pasan del estatus de intérpretes al de creadores de votos.

Figura 5. Pintura, santuario de Notre-Dame des Anges en el Macizo de los Maures, Provenza, Francia. © Pierre Antoine Fabre, 2018.

Estos intermediarios humanos son fuerzas que intervienen en la dinámica votiva y animan su espacio. Volvamos de nuevo a Notre-Dame des Anges para ilustrar la compleja localización de la figura mariana, aquí en un pequeña pintura quizás firmada o quizás no, el nombre o nombres inscritos en la gran filacteria en la parte inferior derecha pueden ser los del pintor o de quien encargó la pintura pero están ubicados –es lo que importa estructuralmente aquí–en el mismo lugar. La Virgen con el Niño se encuentran debajo del avión bombardero, más cerca del suelo (Fig. 5). Es una notable inversión: el arma asesina ha conquistado el cielo, mientras la Madre de Dios conquistó la tierra con la cual se une. Con este avión detengámonos en la historia contemporánea del exvoto y en lo que podría llamarse una teología de campo o una situación teológica que también nos remite a la historia –la alta historia–de las relaciones entre el mérito y la gracia. ¿Cómo interpretar esta otra imagen? Un niño traído desde el fondo del sótano, donde probablemente había caído, por un hombre que lo lleva en sus brazos. La lividez del niño podría hacer pensar que es casi un resucitado. Pero ¿fue el hombre quien lo rescató del mundo de la muerte o fue María, quien domina el escenario en la esquina superior izquierda? ¿Qué hizo la Virgen? ¿Qué hizo el hombre?

Muchos de estos intermediarios tienen el poder de entablar un diálogo con las fuerzas invisibles. Fuera del contexto estrictamente católico, los intercesores seculares que son los Mara’akame huicholes en México estudiados por Olivia Kindl nos introducen en la dimensión colectiva de los votos cuyo impacto concierne a toda la comunidad, como las danzas en las que uno entra por motivos individuales pero que se realizan colectivamente. Esta interacción de lo individual y lo colectivo en el cumplimiento de la promesa subraya cómo el objeto votivo es el elemento motor, el “actante”, por hablar como Greimas (1966), de un sistema interrelacional en el que las fuerzas humanas y no humanas combinan sus acciones para desviar el curso de los acontecimientos. El exvoto, como la materialidad del deseo (Dittmar et al. 2018), también materializa una doble creencia: en la eficacia del donante y en la del cumplimiento del compromiso, que remite al ritual mediante el cual los seres humanos establecen y cumplen contratos con la divinidad (Giménez 1978). El mundo del exvoto, que a menudo es presentado como una relación directa entre el creyente y lo divino, está en realidad poblado de mediadores en forma de fuerzas arraigadas en un territorio que participan activamente en la implementación y el cumplimiento del voto hecho.

Figura 6. Sala donde están expuestos los exvotos. San Juan de los Lagos, México. © Renée de la Torre, 2005.

 

De hecho, una tendencia del sistema votivo está vinculado –aunque no exclusivamente–con los sitios sagrados; lugares a donde se peregrina para pedir la intervención de las deidades y posteriormente para pagar por los favores recibidos. Este sistema incluso “aceita” y mantiene el sistema del culto a las reliquias; muchas de las ofrendas se realizan en los lugares santos donde se encuentran las reliquias –objetos y restos materiales de los santos–que a su vez establecen el vínculo entre el cielo y la tierra, entre el mundo de los vivos y los no vivos, de los humanos y los no humanos. En las sociedades actuales ni el protestantismo racionalista ni el materialismo consumista, ni la racionalidad científica experimental han vaciado de su sentido mágico trascendental a los múltiples rituales votivos.

Los lugares que ocupan los santuarios constituyen así otros intermediarios que también participan en el sistema ritual votivo, porque se encargan de la gestión del objeto de la promesa. Ahora bien, cualquiera que sea el lugar donde esté depositado el exvoto (santuario u otro sitio) éste debe tener un carácter público, visible para que sea testimonial, inscrito en una puesta en escena del agradecimiento. Su propiedad como exvoto está circunscrita en un proceso de intercambio y en un proceso de enunciación que actualizan su exposición, como lo observan Salvador Rodríguez Becerra y Francisco Luque-Romero Albornoz en su análisis de la exposición de los milagros por el clero español. Como proceso de enunciación es un testimonio (visible) sobre el cumplimiento de una promesa por un favor concedido por un ser sobrenatural (invisible) con poderes especiales. Tiene una función comunicativa que es manifestar el cumplimiento del poder del santo y el compromiso del donante. Expuestas, las colecciones de exvotos producen un efecto de lectura gráfica y accesible sobre la historia de las mentalidades y de sus representaciones, de las formas populares de comunicar o testimoniar, de las ansiedades y los problemas que según las épocas experimentan los individuos y sus comunidades. Los exvotos documentan sentimientos. No se puede ignorar que son soportes de una carga afectiva presente en los objetos ni su capacidad de generar experiencias sensitivas que incluso son difíciles de explicar con palabras (Newell 2018). En ellos se reconocen lo accidental de la vida, los peligros, las soledades, los desprendimientos familiares, en fin, el sufrimiento cotidiano. Pero también se expresan los deseos: las aspiraciones de éxito como los títulos universitarios, los logros de metas, los triunfos, los desenlaces amorosos, el nacimiento de un bebé, la familia reunida, la buena cosecha, etcétera.

Figura 7. Exvoto de agradecimiento a la Vírgen de San Juan de los Lagos, sala de exvotos de San Juan de los Lagos, México. © Renée de la Torre, 2005.

Por fin y sobre todo los exvotos dan acceso a los regímenes que animan las estéticas de veracidad de las cosmovisiones o experiencias cosmológicas vinculadas con lo trascendente, lo sobrenatural y lo divino. Este régimen de exposición votiva refleja una folkommunication (Beltrão 2004), como ilustran las “salas de los milagros” estudiadas por José Claúdio Alves de Oliveira en Brasil.

Ritual contra viento y marea

El exvoto no es exvoto por su objeto mismo: “El significado radica en las relaciones entre todos los bienes, justamente en la misma forma en que la música se encuentra en las relaciones establecidas entre los sonidos y de ningún modo en cualquier nota en particular” (Douglas & Isherwood 1990: 88). Cualquier objeto –valioso o de desecho, producido para ese fin o improvisado en el momento, duradero o desechable– puede ser un exvoto. Aunque existan ciertas convenciones que establecen cuál es un mejor exvoto que otro, en uno u otro contexto.

El exvoto se inscribe en una economía ritual que establece un contrato de presuposición recíproca entre los creyentes y la divinidad. Gilberto Giménez fue pionero en analizar el sentido profundo de las prácticas votivas de las peregrinaciones, reconociendo que “mediante sus prácticas rituales, los estratos populares esperan resultados concretos y se proponen siempre la adquisición de determinados beneficios u objeto-valores simétricamente relacionados con sus indigencias o carencias básicas ” (Giménez 1978: 233). Una forma de pago a las divinidades puede ser también el pago de la fiesta a un santo patrono que incluye la danza, los cohetes, la música, la comida. El ritual establece un sistema de intercambio entre el mundo de los vivos (intrahumano) y el mundo de las divinidades o seres de poder (sobrehumano). Los vivos tienen carencias o enfrentan graves problemas y piden ayuda a los seres sobrehumanos, valorados por su agencia milagrosa o su capacidad para intervenir en los eventos mundanos. El pago de dicho favor se realiza bajo el cumplimiento de una promesa ritual que instaura la perduración de la creencia y el ritual, pues al atestiguar la intervención positiva para la solución del problema genera las condiciones de la continuidad del culto. Siguiendo con Giménez, la fiesta religiosa –y todo lo que incluye–se convierte en una obligación comunitaria e individual para pagar por la protección que estos seres con capacidades sobrehumanas les prodigan.

El exvoto, cargado de sus temporalidades complejas, se presenta como un proceso de intercambio, el pago o la manda materializados o corporalizados. Está inserto en un sistema ritual de intercambio de dones-favores- agradecimientos entre los seres humanos y los “no humanos” que pueden ser dioses pero también fuerzas de la naturaleza, energías facilitadoras o fuerzas sobrehumanas, sentimientos como el amor, la suerte, el éxito o la fortuna e incluso esencias animales o vegetales. Estos intercambios también están orquestados en un territorio y en una temporalidad que participan en la realización de los términos del contrato. El exvoto está en el corazón de un sistema cuyos actantes son fuerzas impulsadas por la voluntad de la fe y el deseo de obtener lo que solicitan. Entonces podemos concluir que su especificidad no reside en su materialidad, ni en su locación, ni en su estética, ni en su forma, sino en su sistema ritual.

Figura 8. Peregrinación de ciclistas en el estado de Oaxaca en México siguiendo el coche que alberga la antorcha que se ofrecerá a la Virgen de Guadalupe en su basílica en la Ciudad de México. © Renée de la Torre, 2017

 

Vida y muerte de una ofrenda

¿Qué sucede con el exvoto una vez que se ha entregado a la potencia solicitada, de acuerdo con los términos de la promesa? ¿La ofrenda votiva tiene que permanecer en el santuario para merecer su nombre o puede simplemente pasar por él? ¿Puede el ex“voto”convertirse en un ex“templo”? Así se plantea indirectamente la cuestión de la conservación del objeto a largo plazo. Si estamos de acuerdo en que el exvoto debe ser depositado, ¿puede entonces ser legítimamente destruido, reciclado o incluso revendido, como Caroline Perrée ha observado a menudo en ciertos santuarios mexicanos contemporáneos (2018), pero como también ha sido documentado en varios lugares de culto alemanes y austriacos en los siglos XVIII y XIX?

Los sitios pueden también modificar el valor de uso de un objeto que se emplea como exvoto. El mismo objeto (un disco, un balón de fútbol o una bicicleta) puede estar en la vitrina de una tienda y ser tan sólo una mercancía, comprada para cumplir con su funcionalidad fabril: el disco fue hecho para escuchar música, la pelota para jugar y la bicicleta para transportarse. El hecho de que esté en una sala de milagros en un santuario lo transforma en exvoto porque adquiere ese valor de uso. Su exposición es en- tonces orquestada por las autoridades del santuario, de acuerdo con diferentes modalidades. La primera, observada por Katia Perdigón y Bernardo Robles en la iglesia del Niño de Atocha en México, acepta la acumulación desordenada de dones espontáneos colgados por los peregrinos en un espacio adyacente al lugar de culto, pero regulándola mediante la selección y eliminación de los dones. Otra modalidad da a las autoridades a cargo del santuario la responsabilidad de organizar la exposición de los dones. Fue el caso en la Grecia antigua, como lo muestra el estudio de Clarisse Prêtre, pero también en España desde finales de la Edad Media hasta el siglo XIX, según las investigaciones de Salvador Rodríguez-Becerra y Francisco Luque- Romero Albornoz. Algunas de las actuales salas de los milagros brasileñas también están a cargo de museógrafos contratados por el clero, como lo menciona José Cláudio Alves de Oliveira. Esta exposición obedece entonces a diferentes estrategias, en la mayoría de los casos para dar prueba del poder invocado y promover el santuario, aumentando el número de peregrinos que contribuyen a su enriquecimiento. Clarisse Prêtre, Salvador Rodríguez-Becerra y Francisco Luque-Romero Albornoz presentan esta exposición de los exvotos como una verdadera propaganda al servicio de la notoriedad del santuario.

Figura 9. Muro exterior cubierto de exvotos ofrecidos a Romualdito,13 Santiago de Chile, Chile. © Renée de la Torre, 2017

 

Pero ese mismo objeto puede dejar de serlo y experimentar un pasaje a otra etapa de su biografía cuando el cuidador de la sala de exhibición decide que es una pieza de valor artístico y lo traslada a un museo para que sea admirado. O cuando, por el contrario, se decide que no tiene valor y se lleva a un bazar de segunda mano para venderlo de nuevo como un objeto útil. E incluso cuando alguien decide que su destino es la basura. La dificultad para definir y acotar al exvoto se torna mayor, ya que los objetos, bienes o artefactos tienen una vida ritual limitada. Su valor de uso es ritual y no reside en el objeto mismo, pues al igual que otros bienes culturales –como las mercancías estudiadas por Appadurai (1991)– tiene una biografía de mutación. La vida de un exvoto es más larga que la del exvoto mismo, pero puede fenecer en el acto votivo (Kopytoff 1991).

Figura 10. Venta de mamelucos depositados por las madres de niños enfermos o accidentados en la sala de los dones. San Juan de los Lagos, México. © Caroline Perrée, 2016.

 

Algunos objetos fueron concebidos y fabricados con una finalidad votiva, pero no todos los exvotos nacieron siendo exvotos, ni todos los exvotos hechos ex profeso tuvieron una vida eterna como tales. Otros fueron antes mercancías que se obtuvieron mediante una transacción económica y tuvieron una corta vida expuestos en una sala de exvotos, pues a la semana fueron pues- tos en venta como objetos de segunda mano, sea para volverlos a ofrendar o para darle otro uso. Otros fueron objetos desechables y tuvieron menos suerte que los primeros. Otros provienen de un acto sacrificial cuyo valor de uso está en el valor personal, sin un valor de inter- cambio. Objetos como una trenza de cabello suponen el pago por un favor concedido con algo que tiene un enorme valor sólo para el donante –pues sin duda implicó un sacrificio–, pero que no será intercambiable en el mercado. Como lo describen Alves de Oliveira y Perrée, este tipo de “exvoto conserva la memoria del cuerpo, la del donante a sanar, la del sanador ”(2018: 132).

Por ello, para entender la vida y muerte de un exvoto se vuelve útil atender los cuatro procesos que Appadurai proponía para el estudio de las mercan- cías: 1. el espíritu del exvoto, es decir su propia definición en el ámbito en el que se produce, circula y se usa conforme a las leyes de la economía simbólica religiosa particular; 2. su trayectoria, menos en función de los lugares donde se coloca, que en los circuitos de circulación e intercambio donde cobra vida como tal; 3. reconstruyendo el patrón de circulación por donde transita la vida y la muerte del exvoto; y 4. en la relación del trueque donde se adquiere y se autentifica el valor mismo del exvoto (Appadurai 1991).

Figura 11. Vestido de novia en la sala de los milagros de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil. © Renée de la Torre, 2017

Este exvoto no es un exvoto

La materialidad del exvoto es una pro- vocación para las ciencias sociales y las humanidades, ya que impone una variedad formal que no permite identificar de inmediato el propósito votivo. El visitante de un espacio, santuario o no, a menudo saturado de exvotos, puede en efecto experimentar cierta perplejidad frente a los dones presentes: ¿que pueden tener en común un vestido de novia, cientos de miembros anatómicos de madera, un trofeo deportivo, una tren- za de pelo natural, una serie fotográfica que registra una carambola espectacular y un par de muletas? Mientras las placas de mármol o las pinturas ofrecidas a un intercesor cristiano colgadas en las iglesias pueden ser identificadas inmediatamente como exvotos, la mayoría de los objetos utilizados difieren en su forma y origen, desde la antigüedad hasta nuestros días.

La utilización durante varios siglos de materiales no perennes explica por qué muchos exvotos no han llegado hasta nosotros. Asimismo, el uso de objetos sin valor, instantáneos y efímeros, se acentuó y generalizó cada vez más a partir de finales del siglo XX. En la actualidad pueden utilizarse distintos materiales que van desde un elemento corporal (cabello, trenzas, ombligos de nacimiento, órganos extirpados en cirugías, etcétera) hasta objetos cada vez más instantáneos y desechables como una fotografía, un papel o un elemento virtual en un teléfono móvil. La puesta en circulación de exvotos en el espacio virtual de las redes socio-numéricas o su incrustación en la superficie del cuerpo, en forma de tatuajes, dan testimonio de su carácter más o menos permanente. Algunos son soportes materiales donde se inscribe una expresión de agradecimiento por un favor recibido de una deidad; otros responden al recurso mismo de la metonimia (como son la representación escultórica de órganos corporales) o incluso dejan de ser símbolos al incluir como ofrenda el objeto mismo que atestigua la intervención divina (por ejemplo una silla de ruedas, unas muletas, el título universitario, la visa o un teléfono móvil que detuvo una bala y salvó una vida).

Figura 12. Don de cabello trenzado en forma de corona ofrecido a la Virgen de San Juan de los Lagos en México, y colgado en la sala de los milagros. “Por tu gran amor, te ofrezco de lo mucho que Dios me ha dado algo de mí”, dice el texto abajo a la derecha. © Caroline Perrée, 2016.

 

Además de la dificultad para captar todas sus posibles formas, la materialidad del exvoto puede ser un obstáculo para una comprensión amplia del acto votivo, porque tiende a reducir el exvoto al don de un objeto, dejando en la sombra otras formas como la danza, diversos gestos corporales o el tatuaje que acabamos de mencionar. Entonces, ¿cuál es el centro de gravedad del acto votivo: el gesto o el objeto? ¿Cuál es, a partir de eso, la parte de materialidad en la mediación votiva? ¿Y la parte de la individualidad? Porque ¿podemos imaginar que un objeto que ha sido refundido, re- distribuido, desclasificado o recalificado, haya sido eficaz precisamente porque la singularidad del acto se funde en una comunidad de fe? ¿La fugacidad del pasaje implica que no tiene ningún peso o sería someterse a un cierto presupuesto sobre la materia, que se vería provista de significado sólo en su subsistencia, su resistencia, su consistencia duraderas, en resumen su propiedad sustancial?

Esta publicación propone una reflexión que nos permite cuestionar las formas y los desafíos de una materialidad que, moldeada por el sistema votivo, no puede ser reducida a un universo de objetos. El hecho votivo es también una intención de actos cuya eficacia descansa en el compromiso de una materialidad corporal que no tiene nada de simbólico. El exvoto, si ya no se considera sólo como el residuo de un pacto, aparece entonces como un elemento de conexión entre categorías que con demasiada frecuencia nos hemos acostumbrado a separar: humano-no humano, individual-colectivo, cultura sabia-cultura popular, religión-estética, tradición-innovación. Como objeto de la búsqueda de fuerzas actanciales que no cesan de interactuar, el exvoto es el actante principal de un sistema ritual cuyas modalidades formales se basan en una movilidad que condiciona tanto su existencia como su remanencia.

Este texto es una versión algo reducida (sin notas ni bibliografía, ni alguna referencia a equipos de investigación) de la introducción al libro «L’ex-voto ou les métamorphoses du don/El exvoto o las metamorfosis del don». Editado como e-book por el CEMCA de México, trae artículos en español y en francés y  se puede comprar online aquí.

Consultar también el dossier  «Matérialiser les désirs» aparecido en la revista Techniques & Culture aquí

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Pierre Fabre, Caroline Perrée y Renée de la Torre

Pierre Fabre, Caroline Perrée y Renée de la Torre

Pierre Fabre es historiador en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), Francia; Caroline Perrée es historiadora del arte, en el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (México) y Renée de la Torre es antropóloga, en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Ciencias Sociales, México.
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