Género y religiosidades: una introducción y algunas reflexiones

por Mayra Soledad Valcarcel (Universidad de Buenos Aires) y Mari Sol García Somoza (Université Paris Descartes)

La cicatriz es una trampa que imagina
reparar la maldición de su torpeza
(Susana Villalba, Muñeca)

Cuando compartimos el libro digital Género y Religiosidades: Sentidos y experiencias femeninas de lo sagrado encontramos que tuvo buena recepción a través de redes feministas como aquellas de estudios sobre religión. Sin embargo, quienes nos habíamos reunido en aquella mesa de trabajo que dio origen a esta compilación, reconocíamos cierta dificultad en articular este cruce. Como si tuviésemos que habitar, quien dice transitar, esa sensación de no encontrar un espacio propio.  No sólo personal; sino, sobre todo, colectivo de reflexión, trabajo, formación y discusión. Pero ¿por qué? Si muchos/as colegas que nos preceden, con distintas trayectorias de solidez, elaboran materiales interesantes al respecto y nos han brindado su apoyo. ¿Qué cambios no logramos hacer? ¿qué límites hicimos propios? y ¿cuáles en el afán de superarlos continuamos perpetuando?

Por supuesto que el androcentrismo —al igual que el etnocentrismo— que ha constituido al pensamiento científico a lo largo del tiempo se ha expresado inevitablemente, también, en los estudios sociológicos y antropológicos sobre religión y espiritualidades. Lo sabemos, por lo que no tiene sentido ocupar este espacio en detallarlo; aunque nunca está de más rememorarlo. Por otra parte, los estudios de género y feministas (indisociables de los movimientos políticos con los cuales dialogan y se articulan) cuestionan enfáticamente el rol de las religiones —más precisamente de sus dogmas, instituciones y jerarquías— en la (des)legitimación y vulneración de los derechos de las mujeres y en materia de sexualidades. Conocemos los argumentos al respecto, razón por la cual tampoco nos detendremos en ello en esta oportunidad.

Hay un eco, una suerte de secreto a voces o rumor, que resuena de vez en cuando por allí. Algo así como: “si te proponés estudiar a partir de los aportes del feminismo y los estudios de género algún proceso o fenómeno religioso, sólo te vas a concentrar en patrones hegemónicos y mecanismos de subordinación; desatendiendo procesos rituales, sentidos y experiencias sagradas”. O bien, “si te dedicás a la sociología o antropología de la religión, no vas a cuestionar ni considerar las relaciones de poder (porque eso son, entre otras cosas, las relaciones de género) que atraviesan a un grupo o comunidad religiosa.” Ninguno de esos polos refleja la variedad de posiciones, propuestas y tópicos existentes entre quiénes componen sendas áreas de estudios. Y menos aún los intereses de quienes las vinculan.

Los estudios feministas y de género atraviesan distintas esferas de la vida (política, economía, salud, ciencia, educación, cultura…). ¿Por qué no incluirían la religión? Algunos estudios sobre religión hacen foco en su conexión con el espacio político, el ámbito de la salud, la ciencia o la educación. ¿Por qué sería más incómodo dirigir la atención hacia el género y las sexualidades?  Respuestas varias a esas preguntas. Lo paradójico es que ambos conceptos, género y religión, aunque no homologables respecto al objeto/sujeto de su denominación comparten algunos puntos en común.

El género, en tanto categoría analítica, es más próximo a la clase o la etnia al momento de abordar la yuxtaposición de sistemas que configuran una sociedad o la interseccionalidad identitaria. Sin embargo, “el género” atraviesa una fibra tan íntima, corporal (en su materialidad y discursividad), relacional, afectiva y simbólica como también sabe hacerlo “lo religioso”. Los conceptos elaborados por las ciencias sociales sobre religión y género se encuentran tensionados, como ocurre con otras categorías, por aquellas definiciones provistas por los propios actores sociales y las distintas comunidades a las que pertenecen. Y a su vez, hemos aprendido a revisitarlos de manera permanente y contextual. Al igual que Talal Asad (1993) nos invita a cuestionar la definición que empleamos de religión partiendo de la genealogía que le da origen y transforma, Joan W. Scott (2007, 2018) hace lo propio a la hora de analizar el vínculo entre secularismo, feminismo, derechos de las mujeres y religión. En este sentido, ambos campos de estudios nos brindan herramientas para discutir aquellas dicotomías que dan forma a aquel “pensamiento occidental” de tradición judeocristiana, secularista, biologicista, tecno-cientificista, capitalista y hetero-patriarcal.

Por otra parte, por qué habríamos de promover esa disyunción entre género y religión cuando encontramos infinidad de ejemplos históricos y contemporáneos sobre deidades, seres y figuras sagradas femeninas e intersex en diferentes cosmovisiones. Cuando las mujeres y los/as sujetos/as queer participan activamente en la transmisión y ejercicio de diferentes cultos. Sí, es verdad que mayoritariamente quedan excluidos/as de las posiciones de decisión y liderazgo. Como también ocurre en otros ámbitos de la vida pública y privada. Es cierto que las cuestiones de género como los temas religiosos pueden “encender pasiones”; poniendo de manifiesto posicionamientos y convicciones personales dentro de estas áreas de estudios como en otros ámbitos sociales y cotidianos.

El género, deconstruido y redefinido gracias a los estudios feministas, es una variable o emergente a considerar en cualquier espacio social que se busque analizar. Ello no implica, aunque parezca obvio, que las personas deban identificarse con el movimiento feminista o haber problematizado su posición generizada. Sujetos/as para quienes aquello que, desde la academia o la militancia algunos/as encuentran contradictorio o problemático, fluye entre complejidades y ambigüedades sin demasiado conflicto. Tampoco podemos olvidarnos de la reutilización política y económica de los discursos e instituciones religiosas o su intervención en la preservación del statu quo. Por esta razón, no se trata de obviar las relaciones y dispositivos de poder; sino, en cambio, de considerarlos de forma transversal. Contemplando la posibilidad de dirigir nuestra mirada y atención hacia otras dimensiones más allá de las jerarquías y meta-narrativas. Porque no siempre se trata de la disyunción, su costura o cicatriz.

Monjas budistas en Nepal. Foto: Philip O’Leary para Tricycle

 

Podríamos remitirnos a personalidades emblemáticas del universo de las tradiciones religiosas, el espiritismo y ocultismo, las letras o el feminismo; pero tampoco podemos restringirnos a esas historias de vida excepcionales. Y es que, de hecho, no es necesario. Pensemos en las mãe de santo en las religiones afro de cualquier barrio del conurbano bonaerense, en la teología queer e indecente de Marcella Althaus-Reid, en las pastoras pentecostales, en la curanderas, en las nuevas redes y propuestas astro-feministas de jóvenes de sectores medios, en las mezquitas inclusivas o el feminismo islámico alrededor del mundo y, sin ir más lejos, el importante rol de la agrupación Católicas por el Derecho a Decidir en el impulso y visibilización de la campaña nacional de la ley por el derecho al aborto en Argentina.

En suma, esta compilación se inserta en una tradición menos explorada en la región; pero que incluye, por ejemplo, los libros Gender/Bodies/Religions (2000) y Religión y Género (2004) coordinados por la académica mexicana Sylvia Marcos. Se constituye como un ejercicio, un camino para pensar en voz alta y plasmar aquello que nos convocó a quienes —desde nuestros conocimientos situados— nos hacemos preguntas. Interrogantes desde el género (en tanto categoría, campo de estudios, trama de relaciones) hacia lo religioso o desde lo religioso (en tanto concepto, área de investigación, universo discursivo y experiencia vívida) hacia el género. Y en el ensayo de nuestras incipientes investigaciones, advertir desafíos y descubrir estímulos. Identificar ausencias y recurrencias. Precisamente el título de la introducción que hemos escrito refleja este campo. Compartimos un fragmento a continuación.

Pensemos el camino que nos queda transitar usando tan sólo el título y contenido de la publicación como el ejemplo palpable de ello. La mesa de trabajo fue nombrada para englobar todas aquellas propuestas que “pensaran las religiosidades con perspectiva de género”, sin embargo, debido a la falta de material recibido acerca de temas sobre diversidad sexual y de género, el subtítulo de esta publicación nos indica que sólo se hablará de mujeres. Y, tal como se observa en el índice, la mayoría de los trabajos aquí reunidos giran en torno a las tradiciones religiosas mayoritarias en el territorio iberoamericano. A saber, catolicismos y cristianismos. Estos dos “inconvenientes” hubieran podido suplirse, aunque sin garantías, con un llamado a convocatoria abierta por fuera de quiénes participamos de aquella mesa de trabajo de 2017. Sin embargo, creemos que no sólo las presencias sino también las ausencias dan cuenta de un estado de situación y revelan, por ende, nuevos horizontes posibles: lo desconocido por conocer.

Tanto los estudios de género y feministas como los estudios sobre lo religioso han ido aprendiendo a superar los sesgos y recelos que mantenían respectivamente uno del otro. Tarea para nada sencilla considerando cómo se han construido y redefiniendo históricamente así mismos junto con sus permeables fronteras. Sabemos que no es lo mismo el estudio social del fenómeno religioso del estudio religioso/teológico. Como también entendemos que no existe necesariamente correspondencia entre una estrategia de militancia y una teorización feminista. Pero, sin lugar a duda, hay vínculos y negociaciones entre estos espacios y dimensiones. La transversalidad intrínseca del género, en tensión con otras intersecciones, y las implicancias personales y políticas (áreas de estudio y reivindicación por excelencia de los feminismos) de “lo religioso” vuelven este cruce una instancia, inevitable o no, de expresión de posiciones particulares y de consolidación de dicotomías; pero también de diálogos de diversa índole que con sus matices ayudan a trascender dichas clausuras.

En uno de sus artículos Ursula King (2004) hace referencia a la idea de doble ceguera (doubled blindness). De un lado, una posición generalmente adoptada en los estudios de género que no toman el elemento religión en sus análisis (religion-blind) así como del mismo modo existe una posición similar en la ausencia del factor género en los estudios de la religión (gender-blind). Lo cierto es que la incorporación de la categoría género en el campo de los estudios de la religión es relativamente reciente. Si tuviéramos que enumerar los antecedentes de esta intersección podemos encontrarnos con publicaciones especializadas tales como The Journal of Feminist Studies in Religion, la primera revista académica feminista fundada en 1985 que se enfocó en el estudio de las doctrinas e instituciones religiosas con perspectiva de género,  The Annual Review of Women in World Religions (1991) concebida como un foro de investigaciones en historia y antropología sobre las mujeres y las religiones y Gender and Religion (2011), la primera revista interdisciplinaria que busca investigar la religión y el género en las intersecciones con los estudios feministas, sobre sexualidades, masculinidades y queer. Otros espacios que podemos mencionar son el programa Women´s Studies in Religion de la Universidad de Harvard en donde desde 1973 se desarrollan investigaciones que exploraran el papel que desempeñan las tradiciones religiosas en la definición de roles para mujeres y varones y se examinan las fuentes de las creencias culturales sobre el liderazgo, la autoridad y los valores. Cabe señalar que fue recién en 1955 cuando se permitió el acceso a las mujeres a la Divinity School de Harvard (King, 2004: 74).

En el continente europeo, hacia el año 1986 en la ciudad suiza de Magliaso, se conforma la European Society of Women in Theological Research (ESWTR) que reúne a estudiosas de teología y ciencias sociales de la religión de más de veinte países. Desde 1986, la ESWTR organiza encuentros académicos bianuales dedicados a temas de actualidad sobre la teología feminista. En el año 1993, comienza a editar su Journal of the European Society of Women in Theological Research, una publicación periódica que reúne trabajos de actualidad teológica desde una perspectiva feminista. Mientras que, en el año 2015, en la Universidad de Utrech se funda la International Association for the study of Religion and Gender (IARG) que funciona como una red y una plataforma de intercambio y colaboración para conectar, reunir y apoyar a los/las académicos/as que trabajan este campo de intersección. Organiza conferencias bianuales y se vincula directamente con la revista Religion and Gender (2011).

Es en 1990 cuando se presenta por primera vez el panel “Género y Religión” en el marco de las XIV Jornadas de la International Association for the History of Religions (IAHR) en la ciudad de Roma. Es importante destacar que la IAHR – la cual reúne a investigadores/as de más de cuarenta países de todo el mundo- es una de las asociaciones más antiguas; celebrando su primer encuentro en el año 1900 en París, reconocida por la UNESCO desde 1949 y funcionando como asociación propiamente dicha desde 1950 durante el XVI encuentro internacional celebrado en Ámsterdam.

Si nos remontamos más atrás en el tiempo, no podemos obviar la obra de Elizabeth Cady Stanton The Woman´s Bible (1895, 1898) la cual es reconocida como punto de partida de esta intersección. Aunque con un carácter más político e interpretativo, marcó el primer mojón entre las publicaciones que revisaron las escrituras religiosas y colocaron las voces de las mujeres en el primer lugar de la escena. Un siglo más tarde, la biblista rumana Elisabeth Schüssler Fiorenza, inspirándose en Stanton, propone en dos de sus publicaciones – In Memory of Her (1983) y But She Said: Feminist Practices of Biblical Interpretation (1992) – una hermenéutica de la sospecha como puntapié para una lectura feminista y liberadora de la Biblia.

Entre los estudios contemporáneos podemos citar la extensa labor de la crítica neerlandesa Mieke Bal (Universidad de Utrecht, Montreal y Rochester) quien a fines de los años 80 se inclinó al estudio de la cultura antigua bíblica desde una lectura feminista del antiguo testamento hebreo. Como resultado de sus reflexiones se publican tres obras: Murder and difference: gender, genre, and scholarship on Sisera’s death (1987), Lethal Love: Feminist Literary Readings of Biblical Love Stories (1987) y Death and Dissymmetry: The Politics of Coherence in the Book of Judges (1988). Por su parte, Athalya Brenner (Universidad de Haifa, Israel) también se ha ocupado de los relatos bíblicos de las mujeres en la antigüedad. Así, en The Israelite Woman. Social Role and Literary Type in Biblical Narrative (1985) Brenner detalla el papel social de las mujeres en el antiguo Israel. Esta obra se destaca por ser el primer tratamiento feminista de los personajes femeninos en la Biblia hebrea. Mientras que desde otra tradición nos encontramos, por ejemplo, con la académica afroamericana conversa al islam que emprende su propia hermenéutica del Corán. Nos estamos refiriendo a los libros Qurʼan and woman rereading the sacred text from a woman’s perspective (1995) e Inside the gender Jihad: women’s reform in Islam (2006) de Amina Wadud.

En América Latina la compilación dirigida por Elsa Tamez Through Her Eyes. Women’s Theology from Latin America (1989) reúne aportes de mujeres académicas y estudiosas de lo religioso, así como de teólogas feministas tales como Ana María Bidegain, Ivonne Gebara, Alida Verhoeven, María Clara Bingemer, Nelly Ritchie, Aracely de Rocchietti, Tereza Cacalcanti y Consuelo del Padro. La obra se clausura con la publicación de una declaración a favor de una teología desde la perspectiva de las mujeres que fue pronunciada inicialmente durante la conferencia latinoamericana celebrada en Buenos Aires en el año 1985. En esta declaración se dejan asentadas las bases y las características de la actividad de las teólogas feministas, a saber: unificadora, comunitaria y relacional, contextualizada y concreta, militante, con marcado sentido del humor, llena de espiritualidad, libre y orientada hacia la remodelación de la historia de las mujeres (Tamez, 1989: 150).

Alejándonos del plano de las lecturas teológico-feministas y centrándonos en investigaciones dentro del campo de las ciencias sociales, hallamos que desde los años ‘60 ha proliferado el desarrollo de trabajos con enfoques feministas (Saiving, 1960; Christ, 1987; Gross, 1996), primero sobre las mujeres y luego sobre la diversidad sexual en las religiones. Sin ser exhaustivas, en esta línea pueden citarse textos como los de Ruth Wallace (1975, 1991) sobre la consideración de las mujeres y el feminismo en la sociología de la religión, Ann Douglas (1978) sobre la “feminización de la sociedad y las religiones”, Elizabeth Ozorak (1986) sobre el empoderamiento femenino a través de la religión, Anne Ong (1988) que se interesó en estudiar las formas de corporizar las experiencias religiosas de las mujeres a partir de los casos de posesión en las obreras de Malasia, Janice Boddi (1989) que examina los discursos sobre la posesión femenina en el culto zār en una aldea musulmana del norte de Sudán, Lynn Davidman (1991) y Debra Kaufman (1991) sobre las mujeres dentro del judaísmo ortodoxo, Betty DeBerg (1990) y John Hawley (1994) sobre género y fundamentalismos, Nancy Ammerman (1987, 1997) y Marie Griffith (1997) sobre mujeres y cristianismo, y Meredith McGuire (1994), Tanya Lyhrmann (1994) y Susan Palmer (1994) sobre espiritualidades, religión vivida y género. (Woodhead, 2003)

En el plano local podemos mencionar los trabajos de Elizabeth Brusco (1986, 1995), Marion Aubrée (1988), María das Dores Campos Machado (1995, 2005), Cecilia Mariz (1996, 2008) y Mónica Tarducci (1999, 2002) que analizaron las distintas formas de empoderamiento y autonomización de las mujeres en comunidades cristianas pentecostales de Colombia, Brasil y Argentina. En una línea similar, se pueden listar los trabajos de María José Rosado Nunes (1985, 2006), una de las primeras investigadoras en Brasil que se interesó en el estudio de las mujeres católicas consagradas y su “opción por los pobres”. Sus análisis relevan no sólo el complejo entramado interno de las comunidades católicas, sino también las transformaciones de la sociedad brasileña y las mujeres comprometidas con el movimiento de la Teología de la Liberación. Del mismo modo, los trabajos de Ana María Bidegain (1989, 2003, 2009) se concentraron en la participación femenina dentro de las acciones pastorales hacia el espacio público llevadas adelante por las iglesias en América Latina y el Caribe. En otro universo religioso, podemos mencionar los trabajos de Marion Aubrée (1985, 2008), Rita Segato (1986), Patricia Birman (1991), Véronique Boyer-Araujo (1993) y Clara Luz Ajo (2008) que se abocaron a analizar la dimensión de las sexualidades, la complementariedad del género y las transgresiones del sexo dentro de los cultos africanos en Cuba y Brasil.

Otras publicaciones como las de Juan Marco Vaggione (2005a, 2005b, 2009, 2017), María Candelaria Sgró Ruata (2012), y Karina Felitti (2009, 2015), Juan Manuel Morán Faúndes y María Angélica Peñas Defalgo (2016) orientan el centro de la atención hacia el estudio de los vínculos entre Iglesia y Estado, la política sexual y los derechos sexuales y reproductivos. Más recientemente los trabajos de Felitti sobre nuevas espiritualidades (2018, 2019ª, 2019b, 2019c) abren aristas interesantes para comprender la presencia femenina en espacios en donde circula lo sagrado, las experiencias espirituales y otras formas del creer que se hallan por fuera de las tradiciones religiosas monoteístas. Finalmente, se pueden señalar algunas publicaciones colectivas, como el libro Diversidad sexual y sistemas religiosos. Diálogos transnacionales en el mundo contemporáneo (2017) a cargo de Martín Jaime, que dan cuenta de la variedad y la complejidad del campo religioso latinoamericano, así como del interés creciente en estudiar lo religioso desde una perspectiva de género entre los/las investigadores/as de la región.

¿Qué nos estamos preguntando y qué estamos perdiendo de vista quienes nos interesamos por ahondar en estas temáticas y comenzamos a estudiarlas?

Esta fue una de las preguntas que nos hicimos mientras escribíamos la presentación del libro y que remite a otras tantas. Ahora bien, ¿qué sucede, por ejemplo, con las masculinidades? ¿Qué temas pueden afloran más allá de aquellos trabajos sobre las disputas con la Iglesia católica en el contexto latinoamericano o sobre el hiyab, los fundamentalismos y las laicidades en los centros académicos del norte? ¿Por qué cuando abordamos la diversidad sexual y las religiosidades tendemos a circunscribir nuestra atención hacia las políticas de la identidad o a la articulación de las distintas pertenencias identitarias en el nivel personal? ¿Qué no logramos o qué creemos no poder reconciliar entre estas áreas de estudios que nos lleva a presuponer que las personas con las que trabajamos también deben afrontar ese dilema? ¿Por qué, muchas veces, nos obnubilamos con el movimiento pendular entre normatividad y resistencia? ¿Cómo hacemos para abordar las subjetividades y las micro-políticas del self sin desatender las proyecciones e impactos sociales o comunitarios de esos y otros procesos?

Finalmente, quizás no se trate tan sólo de aquello que nos preguntamos y qué respuestas ensayamos a esos interrogantes; sino, en definitiva, cómo nos formulamos esas preguntas y lo que se oculta detrás de ellas. Parafraseando a Mohammed Arkoun cuáles son las fronteras vigentes entre lo impensado-pensable y cómo trascenderlas. Apostar a nuevas propuestas epistemológicas y teórico-metodológicas, tal vez, sea un atisbo de respuesta.

Este texto es una versión parcial y modificada de la introducción al libro  Género y religiosidades. Sentidos y experiencias femeninas de lo sagrado que se puede descargar gratuitamente aquí. Las referencias bibliográficas completas se pueden consultar en el libro. 

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Mayra Soledad Valcarcel y Mari Sol García Somoza

Mayra Soledad Valcarcel y Mari Sol García Somoza

Mayra Valcarcel es Doctoranda en Antropología en la Universidad de Buenos Aires con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones en Estudios de Género (IIEGE: UBA). Mari Sol García Somoza es Doctoranda en Etnología en la Université Paris Descartes, y en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires.
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