Las lógicas de la expansión del Pentecostalismo en Argentina

Foto: Gaceta Cristiana - Campaña Carlos Annacondia.

Foto: Gaceta Cristiana – Campaña Carlos Annacondia.

Por Daniel Miguez (UNICEN/CONICET)

Durante gran parte del siglo XX el pentecostalismo se difundió en Argentina: la expansión fue capilar, casi imperceptible, con una irrupción repentina que la hizo eventualmente más visible. Las razones que explican esta manera de difusión deben buscarse en las características generales del movimiento religioso. El pentecostalismo ha sido una religión de los sectores de bajos ingresos y escolaridad, conformada en torno a la emergencia de pequeños liderazgos carismáticos del mismo origen social. Las razones por las cuales el pentecostalismo se ha desarrollado de esta forma radican en su composición social original, sus bases doctrinales y en su constitución institucional.

Parece posible argumentar que, por el carácter catártico de sus ritos, por el sentido solidario de los vínculos entre sus miembros y por la crítica al estado de cosas en el mundo que su lenguaje muchas veces traduce, el pentecostalismo ha jugado ocasionalmente algún papel a nivel de las cultural politics; posiblemente en la década del ochenta en Argentina, por ejemplo.

En lo que sigue sugeriré dos cosas. Primero, que como en el resto de América Latina, el pentecostalismo creció en la Argentina como producto de un proceso de difusión capilar, basada en pequeños liderazgos carismáticos que alcanzaron un protagonismo social significativo en la década del ochenta, particularmente en los primeros años inmediatamente posteriores al retomo democrático.  Esta expansión se explica fundamentalmente por la composición social original del pentecostalismo y sus bases teológicas que dieron lugar a estructuras institucionales lábiles, caracterizadas por procesos de frecuente fisión institucional. Segundo, que si algún papel político/económico ha sido eventualmente jugado por el pentecostalismo, este debe buscarse más al nivel de las cultural politics, y no magnificarlo como una fuerza política trascendente.

El pentecostalismo

Entender el derrotero del pentecostalismo en Argentina exige conocer sus bases teológicas e históricas. Una primera distinción que debe establecerse es entre los protestantismos históricos, las iglesias que surgen, directamente como consecuencia de la reforma luterana y anglicana, y los protestantismos evangélicos, denominaciones constituidas a partir de nuevas escisiones ocurridas en parte en Gran Bretaña y sobre todo en Estados Unidos. La principal diferencia entre los protestantismos históricos y los evangélicos radica en que los segundos nunca fueron ‘religiones de estado’, sino que surgieron como escisiones de las religiones de estado protestantes. Esto ha tenido un efecto crucial. Las religiones de estado no tuvieron un celo proselitista, ya que poseían, en principio, una clientela cautiva. Los protestantismos evangélicos debían procurar nuevos fíeles mediante la conversión.  Así, el protestantismo evangélico se ha caracterizado por un celo conversionista y por una tendencia a la creación de doctrinas y ritos que incentivaran y simbolizaran la conversión, mientras que el protestantismo histórico ha sido menos proselitista.

Foto: Rafael Hiatt - Iglesia Rey de Reyes

Foto: Rafael Hiatt – Iglesia Rey de Reyes

Si tomamos como eje esta distinción entre protestantes históricos y evangélicos, podemos establecer que el pentecostalismo se constituyó como un nuevo desprendimiento al interior mismo de los movimientos evangélicos, en las postrimerías de lo que se conoció en Norteamérica como el ‘tercer movimiento de reavivamiento espiritual’, ocurrido entre fines del siglo XIX y principios del XX.

Si bien la teología pentecostal contuvo esta tendencia fundamentalista, los pentecostales incorporaron algunos elementos doctrínales y rituales que los diferenciaron de otras denominaciones dentro del tercer movimiento. Donald Dayton caracteriza a la teología pentecostal de acuerdo a cuatro componentes: salvación, sanidad, bautismo en el espíritu santo y la segunda venida de Cristo.

Rasgos teológicos

 Lo que ha hecho mundialmente conocido al pentecostalismo, incluso afuera del ámbito eclesiástico, han sido dos de estos cuatro componentes teológicos: el del bautismo en el espíritu y la sanidad divina.

Aunque existieron y existen una enorme cantidad de controversias al interior mismo del pentecostalismo en torno a estas cuestiones, el bautismo en el espíritu ha sido normalmente pensado como la certificación de la santidad del creyente. El bautismo en el espíritu implica la experiencia de la glosolalia o de ‘hablar en lenguas’ durante la cual los creyentes ingresan en un estado de éxtasis religioso. Por su parte, la doctrina de la sanidad divina es simple, es la creencia de que Jesús puede, aún en la actualidad, practicar la sanidad milagrosa del cuerpo. Los ritos de sanidad y del bautismo espiritual han hecho al movimiento pentecostal notorio por el frenesí religioso que inspira en sus fieles, algo que también ha generado estigmatización y ocasionalmente la persecución de los pentecostales.

Existe una tendencia a valorar los dones divinamente otorgados, por encima del aprendizaje y formación teológica. Es decir, que para llegar a ser un pastor pentecostal es más relevante el carisma, expresado en la vivacidad y capacidad de convocatoria lograda al predicar (el don de la predicación), que el entrenamiento teológico del que se disponga. Esta tendencia a desvalorizar la educación teológica formal (que se extiende frecuentemente a la instrucción secular escolarizada) se vincula también a la composición social del pentecostalismo, ya que permite que sectores sin instrucción alcancen puestos de liderazgo en la iglesia.

 Buscar los orígenes del pentecostalismo no nos lleva tanto a intentar reconstruir una secuencia de eventos que hayan concluido en la creación de una iglesia, sino más bien a rastrear los procesos que dieron lugar a la invención de una tradición religiosa. Es decir, que lo que ha definido y aún define a una iglesia como pentecostal no es tanto su matriz institucional, como su inspiración doctrinal y práctica ritual. Así el pentecostalismo existe como un conjunto heterogéneo de organizaciones eclesiásticas, con bases doctrinales y prácticas rituales similares, aunque no siempre idénticas.

Foto: Cita con la Vida

Foto: Cita con la Vida

El caso argentino

 El pentecostalismo llegó como un movimiento en formación, de manera predominantemente inorgánica, difundiéndose por corrientes inmigratorias e iniciativas personales, casi como una tradición oral tal como estaba ocurriendo en el momento en América del Norte. El carácter inorgánico de los arribos hizo que fácilmente surgieran liderazgos locales y rápidamente el pentecostalismo ingresara en un proceso de asimilación cultural a la sociedad argentina. Algo mucho más dificultoso para los más institucionalizados protestantismos históricos, que si bien precedieron en mucho la llegada de los pentecostales, jamás lograron la asimilación cultural y la difusión alcanzada por los últimos.

La llegada, 1910-1940

 El pentecostalismo llegó a la Argentina como casi todo lo demás: en el alma de algunos inmigrantes italianos. Lo hizo de forma asistemática, circunstancial y azarosa, y no de una manera institucionalmente planificada, ordenada y rigurosa. Su arribo fue en general producto de iniciativas individuales que sí han variado en el grado de integración orgánica y de apoyo financiero de las iglesias madre. En términos generales pueden notarse tres tipos de vinculación.

Un primer modelo es el del «cuentapropista religioso», como fue el caso de las Asambleas Cristianas, que por simple iniciativa individual intenta acercar a la Argentina las experiencias religiosas que tuvieron en otras latitudes. Un segundo modelo son los misioneros independientes, como es el caso de la Unión de las asambleas de dios. Estos tenían ocasionalmente apoyo de alguna organización o muchas veces de un benefactor individual de origen europeo o de América del Norte. Un tercer modelo, como es el caso de la Asambea de Dios sueca,  sí ha sido el de misioneros con vínculos orgánicos con alguna denominación en especial, que solían tener un apoyo más o menos estable de las iglesias de origen.

Puede notarse que en todos los casos, aunque con matices, los liderazgos personales desafiaron exitosamente  las limitaciones institucionales dando lugar fundamentalmente a procesos de fisión institucional que permitieron prontamente la constitución de liderazgos y estructuras organizativas locales.

La consolidación: 1940-1980

 Entre 1940 y 1980 el pentecostalismo avanza entre los migrantes a la ciudad y entre los aborígenes. La expansión hasta 1947 se debe fundamentalmente a inmigración extranjera de origen protestante, que trae consigo su propia religión; son las llamadas ‘Iglesias de Trasplante’. Este protestantismo de inmigración es anterior y se distingue significativamente del pentecostalismo. Como señalamos, el pentecostalismo se caracteriza por su afán misionero, su anti-intelectualismo y el carácter carismático de sus ritos. En cambio, los protestantismos de inmigración, mayoritariamente pertenecientes a variantes del protestantismo histórico (aunque con excepciones como el metodismo), no tenían un afán evangelizador y permanecían fieles a las raíces racionalistas en lo que concierne a su comportamiento ritual.

A partir de 1947 los datos muestran un cambio: por un lado, un desaceleramiento del ritmo de crecimiento que coincide con la disminución de los flujos migratorios. Por otro, una tendencia a que varíen los ámbitos en donde los protestantes crecen. El éxito de estos grupos se produce predominantemente entre los aborígenes, esencialmente porque existía una cierta consonancia cultural entre las figuras del pastor y el shaman que facilitaba ese tránsito.

Reverendo Omar Cabrera

Reverendo Omar Cabrera

La campaña de Tommy Hicks fue una excepción. Hicks solicitó permiso al poder ejecutivo para la realización de una campaña abierta, pública y masiva. El contexto político de ese momento favoreció su iniciativa. Parecería ser que el éxito inicial del Hicks permitió a líderes pentecostales argentinos pensar en la posibilidad de extender su influencia.

En síntesis, las décadas que van del 40 al 80 parecen ser décadas de consolidación del pentecostalismo en Argentina en las que se producen esencialmente tres fenómenos: 1) se terminan de consolidar estructuras institucionales que habían tenido una gran inestabilidad en los años inmediatos posteriores a su arribo, 2) se inicia una cierta expansión de las iglesias sobre todo entre grupos de aborígenes, 3) comienzan a percibirse las posibilidades de una expansión mayor y a diseñarse las estructuras institucionales y los liderazgos que permitirán una importante difusión pentecostal en la década del ochenta.

La eclosión: 1980-2000

 Los años posteriores a la dictadura militar fueron los ´años de oro’ para el pentecostalismo argentino. Las iglesias se llenaron, nuevos ministerios alcanzaron la luz pública y su poder económico fue tal que lograron alquilar e incluso adquirir y transformar en templos algunos de los cines céntricos de diversas localidades del país. Los pentecostales llenaron estadios y sus campañas evangelizadoras lograron atraer una multitud de fieles.

Los datos expuestos indican que el protestantismo, principalmente el pentecostalismo,  se expandió significativamente en el lapso que va de 1960 a principios de la década del 90. En cuanto al ritmo de crecimiento, parece haberse producido un avance relativamente imperceptible, aunque no por eso insignificante, entre 1960 y 1983, y una suerte de eclosión del pentecostalismo particularmente entre 1985 y 1989, en donde se mezclaron el fenómeno de la aparición pública con procesos de crecimiento y expansión.

Estos procesos de visibilidad/expansión, si bien estuvieron en parte causados por el clima de crecientes libertades cívicas, tuvieron también otros factores contribuyentes como las tendencias socio-económicas y el desarrollo de una infraestructura institucional, expresada en la consolidación de algunos ministerios y liderazgos.

Evangelista Carlos Annacondia

Evangelista Carlos Annacondia

Los ministerios neopentecostales

Uno de los factores que colaboró en la eclosión del pentecostalismo en los ochenta fue su consolidación institucional, la cual se expresó en la constitución de tres ministerios que produjeron una importante mutación de algunas de las doctrinas y prácticas rituales pentecostales y que si bien no estuvieron solos, encabezaron la aparición pública del pentecostalismo: Visión de Futuro, liderado por Omar Cabrera y su esposa Marfa; Mensaje de Salvación cuyo líder fue Carlos Anaconndia y el más conocido Ondas de Amor y Paz del pastor Giménez y su esposa Irma.

Los cambios referidos implicaron un profundo ejercicio de adaptación del pentecostalismo a la cultura religiosa de los sectores populares y también a las necesidades que el proceso recesivo experimentado por Argentina en los ochenta produjo en los sectores de bajos ingresos. Las variantes teológicas acuñadas por el neopentecostalismo se han condensado en la doctrina de la ‘prosperidad’ y la de la ‘guerra espiritual. Estas transformaciones doctrinales y rituales implicaron una importante alteración en la lógica de la tradicional teología pentecostalen la cual  la manera de obtener intervenciones milagrosas éra aceptando y practicando rigurosamente los preceptos doctrinales  mientras que  en la nueva versión pasó a ser más importante la participación ocasional en ritos mágicos.

En algún sentido, puede decirse que el surgimiento del neopentecostalismo implicó un desplazamiento de la religión a la magia. Es decir, lo que antes sólo podía obtenerse mediante la militancia religiosa prolongada y la adscripción doctrinal estricta, ahora era también alcanzable mediante la realización de un rito, otorgando una ofrenda o siendo tocado por un ‘ungido del Señor’. La vida congregacional también sufrió importantes modificaciones. Los ministerios neopentecostales tendieron más a asimilarse a ámbitos de ‘atención a clientes’, ubicándose en puntos nodales del tránsito urbano. Para aquellos dispuestos a aceptar explicaciones mágicas, el neopentecostalismo proveyó una explicación de lo que les estaba sucediendo, la esperanza de que iba a dejar de sucederles y ritos catárticos que aliviaban su sufrimiento psicológico.

La reacción de las iglesias tradicionales

Las innovaciones introducidas por los ministerios neopentecostales no fueron aceptadas sin resistencia por las iglesias pentecostales más tradicionales. Estas últimas se habían constituido, mayoritariamente, como congregaciones más o menos pequeñas, que actuaban en el espacio reducido del barrio operando fundamentalmente por redes. Su estrategia de reclutamiento implicaba, generalmente, ofrecer primero asistencia en una situación crítica y luego ir ofreciendo progresivos espacios de participación en la estructura organizativa de la iglesia. La posibilidad de ascender casi ilimitadamente en posiciones de liderazgo eclesial funcionaba como un significativo estímulo para aquellos en proceso de conversión. En contraste con los ministerios neopentecostales, las iglesias tradicionales han buscado construir militancia religiosa en lugar de consumidores ocasionales de magia.

A pesar de las diferencias, el comportamiento de la feligresía pentecostal permitía un juego entre ambas formas de pentecostalismo, por el cual muchas veces las iglesias pequeñas radicadas en barrios aprovechaban las campañas de los grandes ministerios para cooptar nuevos miembros. Es decir, quienes asistían a un ministerio neopentecostal no necesariamente iban a dejar de concurrir a la iglesia local de su barrio, o viceversa.

Al proveer un ámbito de pertenencia y constituir una red de reciprocidad que eventualmente asistía las necesidades de aquellos que estaban siendo afectados por la crisis recesiva de los ochenta, las congregaciones tradicionales eran más eficientes que los grandes ministerios. Es decir, que si el neopentecostalismo de alguna manera incorporó mayores cuotas de magia en una tradición religiosa, el pentecostalismo clásico logró que algunos de los que participaban en la prácticas mágicas tradicionales de la religiosidad popular argentina se volvieran, al menos por un tiempo, militantes religiosos.

Pastor Héctor Aníbal Giménez

Pastor Héctor Aníbal Giménez

Interpretando al pentecostalismo argentino

Una de las cosas que ha podido ilustrarse en este trabajo es que el pentecostalismo se difundió en la Argentina con distintas lógicas. Aprovechó para su llegada y primer asentamiento a los procesos de inmigración. En una segunda etapa, logró asentarse fundamentalmente entre grupos de aborígenes y comenzó a instalarse entre los migrantes internos. Finalmente, en los ochenta, se benefició de dos tendencias, por un lado de los procesos de democratización política y, por otro, del descenso social de los sectores de la clase media baja y de los pobres. Es decir, que el pentecostalismo ha logrado permear la sociedad argentina aprovechando circunstancias exógenas contrastantes. Las razones que le permiten al pentecostalismo crecer en estos escenarios diversos radican claramente en su estructura organizativa.

Como se señaló antes, en la tradición pentecostal es solo el don divinamente otorgado, y no el entrenamiento teológico formal, el que habilita para ejercer el pastorado. Esto ha producido dos efectos que son casi universales en el pentecostalismo: i) La ha transformado en una religión de sectores populares y (ii) ha facilitado su adaptación a diversos contextos sociales. Esto porque la falta de exigencias de educación formal les permite a los sectores de más bajos ingresos alcanzar el liderazgo institucional. A su vez, la emergencia de liderazgos espontáneos, que llegan por mecanismos de selección natural (se transforman en líderes solo aquellos que tienen el carisma suficiente para convocar seguidores), hace que la adaptación cultural de ritos y doctrinas se produzca casi espontáneamente. Esto porque los líderes emergen de los propios sectores populares y por lo tanto con los mismos supuestos culturales de los potenciales seguidores.

Sin embargo, las capacidades adaptativas del pentecostalismo están limitadas por elementos doctrinales como intervenciones milagrosas en la vida cotidiana, el bautismo en el espíritu como una experiencia física y sensorial y el abstencionismo moral. Estas limitaciones explican por qué, pese a su crecimiento en los ochenta, el pentecostalismo permanece en la Argentina como una religión minoritaria y también por qué, aún con el pronunciado crecimiento de la pobreza y el desempleo estructural de los noventa, no se ha producido una nueva ola de expansión pentecostal. El público disponible para el tipo de práctica religiosa que proponen los diversos pentecostalismos es limitado, y posiblemente se haya agotado.

En relación a la influencia política y económica del pentecostalismo, los pentecostales no parecen incidir predominantemente en las grandes estructuras institucionales de la nación, sino en el mundo cotidiano de los sectores populares. Si el pentecostalismo juega algún papel económico o político este se produce al nivel de las cultural politics, es decir como micro estrategias de adaptación y resistencia de los sectores populares en escenarios diversos. Es posiblemente por eso que si algún elemento en común han tenido los distintos contextos en los que el pentecostalismo se ha difundido es la de ser ámbitos en procesos de crisis o transformación que obligaban a los sectores afectados a buscar mecanismos de readaptación. En esos espacios sociales el pentecostalismo se ha mostrado, casi universal mente, como un gran proveedor de recursos para aquellos que suelen padecer escasez de medios, tanto culturales como materiales o sociales.

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Daniel Miguez

Daniel Miguez

Daniel Pedro Míguez es Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Antropología por la Universidad Libre de Amsterdam. Actualmente es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y profesor de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
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