«Antonio Gil» – de Lía Dansker

«Observé que el Gauchito Antonio Gil, como todo mito, es una creación colectiva de todos sus fieles» -entrevista a Lía Dansker

¿Por qué decidiste incursionar sobre el mito del Gauchito Gil a partir desde una reflexión tan poética?
Al aproximarme al Gauchito Gil intenté encontrar una forma, un uso del lenguaje cinematográfico, que reflejara no sólo la historia de esta leyenda en particular, sino la estructura del mito y su dimensión poética. No hubo una intensión a priori de hacer una reflexión poética sino que la estructura y la elección de los materiales surgieron a partir de esa búsqueda. Es decir, buscaba capturar a través del dispositivo cinematográfico otro dispositivo más complejo: el mito. Ahora bien, como todo mito es inaprehensible… pronto surgieron los problemas.

¿Qué te llevó a querer abordar su figura a partir de los testimonios de los fieles?
Desde mi primera aproximación, observé que el Gauchito Antonio Gil, como todo mito, es una creación colectiva de todos sus fieles; por eso, los testimonios fueron una herramienta decisiva a la hora armar la trama.

Lía Dansker -foto: Escribiendo Cine

¿Por qué la elección estética de filmarla con travellings?
La elección de filmar con travellings surgió a partir de la topología del lugar y no creo que haya sido sólo una elección estética, sino que también fue una elección ética. Fue una forma de acercamos a la peregrinación, al esfuerzo que representa, a la voluntad que requiere. Nos permitió ponernos en el lugar de los promeseros, de entender, en el quehacer de nuestro trabajo cinematográfico, esa repetición ritual que año a año llevan adelante. Una forma de grabar peregrinando.

¿A partir de esa elección como fue el trabajo para darle forma desde lo narrativo?
La construcción narrativa surgió también a partir de una decisión ética. Para dar cuenta del mito necesitaba construir una trama abierta con múltiples voces que mostraran todas las versiones del mito. Pero como es un mito muy joven -tendrá unos cien, ciento cincuenta años- todavía conserva, en sus relatos, muchos elementos que pueden rastrearse fácilmente y hacerlos coincidir con procesos históricos particulares o con personas concretas. Entonces, con los testimonios que recolectamos, se hubiera podido armar una trama incisiva en la que cada testimonio -desde su perspectiva ideología: liberal, federal, autonomista, federal, peronista, radical, etc- contestara y contradijera al anterior. Este relato se hubiera centrado en una disputa de una supuesta “verdad histórica” y hubiera señalado a personas concretas (y sin relevancia alguna para la dimensión del fenómeno). Hubiera quedado en la dimensión de un chisme pueblerino. Gracioso, tal vez, pero que no representa al Gauchito Gil como fenómeno.

Además, esa disputa por una supuesta verdad histórica es el procedimiento que esta encubierto en algunas de las versiones más populares que fueron “diseñadas” o sintetizadas por algunos agentes culturales que han intentado a través del Gauchito Gil evangelizar o sacar un rédito político concreto. Por suerte han fracasado debido a la magnitud del fenómeno.

Me interesaban todas las posiciones ideológicas, desde la de un estanciero liberal hasta la del peón de campo o la del sacerdote tercermundista, pero que, dentro del relato, estuvieran en una misma posición de verdad y despojados del peso de su investidura. Por eso no armé una construcción dialógica donde un testimonio le contesta al otro sino un monólogo larguísimo con muchas voces y puntos de vista. Cada testimonio aporta una nueva versión que se suma en las anteriores. En un mito vivo (en plena vigencia, quiero decir) todas las versiones son verdaderas porque un relato mítico absorbe todas las contradicciones no las resuelve sin las enfrenta.

Por otro lado, los travelling permitían compartir un tiempo real con el espectador, sumergirlo en la festividad.

Escena del documental

 

¿Cómo seleccionaste los testimonios que entraron en el corte final?
Una de las cosa que más me costó en todo este proceso fue seleccionar los testimonios… porque si hay algo de lo que yo realmente me enamoré en este recorrido es de la forma en la que cada promesero se apropia de esta historia, la transforma, la recrea y la vuelve suya. En muchos casos, tal vez en la gran mayoría de las veces, tienen una conciencia muy clara de que a través de esta creación se están integrando a una trama colectiva de sentidos, valores y significados. Seleccionar qué testimonio dejaba afuera fue algo que me contó un montón. Traté de dejar los más relevantes pero sin duda todos, o cualquiera de ellos, podrían formar parte de esta trama porque en el fenómeno del Gauchito Gil conviven todas estas voces.

La película se presentó en Bafici 2013 pero llega a los cines siete años después. ¿A qué se debió esa demora? ¿No sentís que puede haber envejecido o la ves como atemporal?
La demora del estreno se debió sólo a motivos, problemas, personales. No se si puedo contestar con precisión si el documental ha envejecido o no… porque al ver las imágenes observo que hay algo en la narración del fenómeno que es atemporal (o que por lo menos que envejece muy lentamente como todo mito) pero que por cuestiones técnicas hay algunas imágenes (sobre todo las del comienzo de la filmación) que han envejecido abruptamente… Esta vejez “prematura” del material que proviene del aspecto tecnológico del documental me parece que revela otra dimensión del paso del tiempo que es brutalmente rápida y fragmentaria y que condiciona nuestra percepción como sujetos contemporáneos. Por eso, creo que, esta contraposición temporal, esta relación entre atemporalidad y vejez, es interesante en sí misma y aporta otra dimensión al documental.

Publicada originalmente en el sito Escribiendo Cine.

Críticas del documental, aquíaquí y  aquí.

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Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio

Alejandro Frigerio es Doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles. Anteriormente recibió la Licenciatura en Sociología en la Universidad Católica Argentina.
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