Abusos de poder, espirituales y sexuales en institutos de vida religiosa femenina: «Caminemos Valentina», evidencia de un paradigma quebrado

por Ana Lourdes Suárez (EIDAES-UNSAM/CONICET)

Yo no creo en ese Dios, no quiero creer en El ni en la ridícula voluntad que se le atribuye, responsable de tantas aberraciones. No creo en el Dios de los conventos en los que viví. Concretamente, no creo en el Dios que dejé en ese convento cuando me fui. Un Dios resignado a la soledad y a la mentira enquistada, un Dios pasivo que observa en silencio los delitos escondidos y fosilizados en esos muros donde se alojan y se resguardan seres del mal que se hacen llamar sus esposas. Ese Dios, que presenció cómo mi rostro se golpeaba contra el piso, no existe. Y si existiera, yo tendría unas cuentas pendientes con El. Hay cosas que no le perdono, porque no las entendí ni las entiendo ahora.

Elijo el derecho a pensar por mi misma y el deber de dejar hablar a la conciencia sobre cosas que han pasado… (p.123)

(Sandra Migliore autora del libro Raza de víboras. Memorias de una novicia, 2014, reeditado en el 2023 con el título Caminemos Valentina; título asimismo de la película de Alberto Lecchi, estrenada en septiembre de 2023)

Valentina Rojas y Sandra Migliore

Los testimonios de Sandra Migliore y de Valentina Rojas, dos ex religiosas de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey, en el libro y en la película Caminemos Valentina, develan la trama de abusos de poder, espirituales y sexuales de la institución a la que pertenecieron. Develan asimismo las dinámicas institucionales, los discursos y las prácticas que habilitaron los abusos y los sostuvieron a lo largo de décadas encubriéndolos.

Sus testimonios se suman al de otras exreligiosas argentinas que también han narrado y publicado sus vivencias de abuso como consagradas en instituciones religiosas: Yanina Lofval; [1]  Valeria Zarza; [2] Diana Fabbroni [3]. Se suman asimismo a los testimonios de Anna Adamciková, Evelyn Ormazábal Aravena, Bernardita Sánchez Edwards, Javiera Corvalán Azpiazu, Loreto León Soto, María Consuelo Martínez Pinto, Melanie Taylor Charme, siete exconsagradas que dejaron la vida religiosa en Chile y narran en primera persona sus vivencias en las instituciones católicas a las que pertenecieron. [4] A esta lista se adicionan los seis testimonios de exconsagradas de las Siervas del Plan de Dios recogidos en el libro de Camila Bustamante [5], al testimonio de Elena Sada [6] tras su paso por la rama femenina de los Legionarios de Cristo, y a los cuatro testimonios anónimos recogidos en el libro de la CLAR. [7] Obviamente la lista se engrosa si salimos del contexto latinoamericano.

Las autoras de los testimonios citados, además de ser víctimas, son testigos de abusos. En sus narrativas contextualizan las circunstancias en las que ellas y otras compañeras (la mayoría anónimas hasta el presente) sufrieron abusos dentro de sus instituciones.[8] Todas ellas habían proyectado sus vidas dentro de un instituto de vida consagrada femenino (que en Argentina son alrededor de 300), sellando su pertenencia y entrega a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Sandra y Valentina, al igual que las 21 mujeres a las que hice referencia en el párrafo de arriba, narran sus padecimientos muchos años después de haberlos sufrido.

«Raza de Víboras», el libro de Sandra Migliore, convertido en película como «Caminemos Valentina»

Salvo una mujer que aún continúa siendo religiosa, las otras 22 abandonaron la vida religiosa, abrumadas por las experiencias vividas. Las palabras de Evelyn, exreligiosa de Unión Lumen Dei: No me fui porque tuviese claridad sobre mi abuso de conciencia, sino porque me sentía asfixiada,[9] expresa el estado anímico en el que la mayoría toma la decisión de dejar la vida religiosa. La claridad sobre los abusos sufridos fue llegando con el tiempo; y la valentía para narrarlos, más tarde aún. Poder nombrar lo que vivieron, y poderlo contar es parte del largo proceso de sanación que todas están atravesando. Los abusos, sea el sufrido por la agresión de una persona en particular, sea el institucional (abusos que en general van juntos – el segundo potencia el primero-), deja huella profundas. Todos los testimonios lo evidencian.

El testimonio de las víctimas/testigos es la fuente más importante para comprender los distintos tipos de abusos. Estas narrativas permiten percibir la multiplicidad de aspectos implicados en situaciones de abuso; develen los contextos que los posibilitaron, no los “vieron”, los encubrieron, los justificaron. En el caso de Sandra y Valentina el contexto de oportunidad está dado por la casa de formación que reunía a varias adolescentes/jóvenes al cuidado de la formadora, Bibiana Fleitas, quien sin dificultades encontró oportunidades para agredir sexual y verbalmente de varias de ellas. Sus agresiones fueron claramente encubiertas por otras religiosas de la casa, especialmente la superiora, quienes sabiendo lo que sucedía abusaron de su poder para mantener “calladas” y con culpa a las jóvenes. Encubridores fueron asimismo el sacerdote a quienes recurrieron las jóvenes quien tuvo el atino de decirles a las jóvenes que contaran sus vivencias a la superiora; sin embargo ante la inacción de ésta no emprendió, ni sugirió otra acción. Tampoco actuaron las autoridades del arzobispado de Buenos Aires quienes recibieron la denuncia escrita de Sandra, Valentina y otra de las exreligiosas. Todas estas personas además de hacer parte de las redes de encubrimiento, enmarcaban las agresiones como “pecados”, y no como delitos, pese a que las agredidas eran menores de edad.

Las narrativas de las víctimas, en breve, permiten adentrarnos en las dinámicas del abuso institucional. De ellas surgen patrones comunes a los diversos tipos de abuso: de poder, de conciencia, espiritual, sexual, económico. El estudio de la dimensión institucional favorece una mirada sociológica, que sin desconocer la relevancia de las características individuales de quien comete el abuso, busca comprender las estructuras que los sustentan.  En síntesis, de estos testimonios y de la creciente literatura sobre el tema de abusos, emergen con creciente claridad los mecanismos que los sustentan, dejando en claro lo inapropiado del abordaje centrado en “se trata de unas pocas manzanas podridas”; para pasar en cambio a entender “el cesto que las pudre”.

Yanina Lofvall, autora de «Siervas Trinitarias»

De los abusos sexuales a los abusos de poder y espirituales

Cuando veinte años atrás explotó la crisis de los abusos tras la investigación periodística del diario the Boston Globe, el foco eran los abusos sexuales, y la trama de encubrimientos institucionales. La mirada se fue ampliando con el tiempo mostrando que detrás de abusos sexuales hay abusos de poder y espirituales. El enfoque actual es que los abusos de poder y espirituales, de los cuales pocos derivan también en sexuales, producen, al igual que los sexuales, daños profundos en las víctimas; y que los daños si bien son individuales también dañan a la estructura que los sustenta, produciendo una inevitable interacción entre estructura dañada/dañina

¿Qué se entiende por abusos de poder y espirituales/de conciencia en contextos religiosos?

El punto de partida y el “gran paraguas” de todos los abusos, es el de poder, que se define por la acción del infractor. En cambio el abuso de conciencia se define y observa por el daño que produce. En este abuso alguien se apodera de lo más esencial de una persona que es la conciencia; que es la capacidad de pensar por uno mismo, de tener una opinión propia, de dudar, de disentir. El carácter de abuso espiritual deriva del hecho de que la conciencia de alguien es abusada en nombre de Dios.

Samuel Fernandez (2021)[10] agrega que el abuso espiritual en contextos católicos es perpetrado por un representante de la iglesia que es respaldado por la iglesia como digno de confianza. Por lo tanto, el abuso de conciencia en estos contextos, siempre tiene una dimensión institucional, lo que agudiza el daño a la dignidad humana, lesionando a la persona a nivel espiritual, psicológico y físico.

En el caso de Sandra y Valentina, la hermana formadora, la superiora de la comunidad, el sacerdote confesor, las autoridades del arzobispado, son todas personas que a sus jóvenes ojos estaban legítimamente respaldas por la Iglesia en sus roles; y por ello mismo, para las jóvenes religiosas, eran todos mediadores de la voluntad de Dios. Sólo abandonando el sistema, en su estado de exreligiosas, y habiendo transcurrido algunos años, lograron despojarse de la culpa que les generó la estructura a la que adhirieron.

Camila Bustamante Soto, autora de «Siervas»

¿Qué condiciones institucionales, qué prácticas y discursos pueden favorecer el abuso espiritual en los institutos de vida religiosa?

El entendimiento y la práctica concreta de la obediencia (sellado en el voto de obediencia) es uno de los principales pilares. Se vincula a la asimetría del poder en toda la estructura eclesial y al interior de las comunidades. Se expresa en frases que se repiten acríticamente, tales como:

*“el que obedece nunca se equivoca”

* los superiores “hacen las veces de Dios” (canon 601 del derecho canónico vigente).[11] Creencia que sustenta un estilo sistémico de gobernanza hecho ya cultura en la VR que enaltece al superior /la superiora quien tiene la “gracia”, el/la que sabe lo que es bueno para cada una en su comunidad, porque interpreta la voluntad de Dios.

* La afirmación de que las decisiones comunitarias son más acertadas que las individuales. La percepción de la unidad como un valor primordial en la institución, lo que puede fácilmente llevar a “la tiranía de la unidad” en la vida consagrada (Angulo 2021)[12].

Estas creencias evidencian un particular ejercicio del poder de carácter patriarcal y clericalista (creencia que la sacralidad de ciertas personas les da poder). En este ejercicio del poder, la peor parte la llevan las mujeres. Ellas están bajo una doble sumisión: a la de la estructura de sus propias congregaciones, y a la estructura patriarcal y machista que gobierna toda la iglesia católica.

El clericalismo traspasado al interior del sistema de gobierno de la vida consagrada, en el marco de discursos que siguen concibiendo a la afectividad y al cuerpo como algo que hay que controlar (como algo “malo”) forman el combo que le da contexto a los abusos.

Elena Sada, autora de «Ave Negra»

Las consecuencias de estas prácticas conducentes al abuso, quedan claramente expresadas en las narrativas de las víctimas/testigos. Pérdida de autonomía, de criterio, de capacidad de discernir, que suele llevar asimismo a una infatilización en las relaciones. Favorecen la orquestación de dependencias ligadas a emociones y a la afectividad (aspectos que suelen estar mal trabajados en la vida religiosa). La cultura abusiva suele provocar un fuerte sufrimiento y agotamiento moral/psicológico, que se manifiesta en depresiones, en estrés, en desórdenes en la alimentación, y frecuentemente en enfermedades. Lleva en algunas situaciones, tal como lo relatan víctimas/testigos, a suicidios (encubiertos por la institución).

Cabe preguntarse, ¿cómo prevenir los abusos en contextos eclesiales, y específicamente en la vida religiosa? ¿Es suficiente acordar protocolos, tal como el Papa Francisco ha instado a todas las instituciones eclesiales? La respuesta es evidente: si no se afrontan las dinámicas institucionales que sustentan los diversos tipos de abusos, los protocolos pueden ayudar a prevenir algunos abusos (sobre todo los sexuales), pero no a ir al fondo de la cuestión. Surge entonces la pregunta. ¿Qué significa ir el fondo de la cuestión? ¿Pueden los institutos de vida religiosa seguir vigentes en el presente con el formato que tienen? El cambio radical que supone modificar prácticas y discursos que fueron la base sobre los que se fundaron, ¿no significaría algo así como barajar y dar de nuevo? Para responder a esta última pregunta es necesario remontarse al período en que se originaron la mayoría de las instituciones de vida religiosa.

La mayoría de las congregaciones religiosas presentes hoy en el mundo se originaron en los siglos XIX (aproximadamente el 60%); poco más del 15% en la primera mitad del siglo XX y alrededor del 10 % entre 1950-1980. La mayoría se originaron en Europa. Muchas llegaron a América Latina unas décadas después de su fundación. La Congregación de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey, a la que pertenecieron Sandra y Valentina, responde a este patrón. Se originó en Eslovenia en 1869 con el impulso de dedicarse a la educación de la juventud. Llegan a Argentina en 1931, donde se fueron consolidando fundando comunidades dedicadas a la enseñanza. Las etapas y el contenido de la formación de los nuevos miembros, el tipo de gobierno y su elección, la dinámica de la vida en las comunidades, la forma de encarar los servicios, etc. estaban claramente establecidos en constituciones.

El paradigma católico dominante del momento histórico donde tuvieron origen la gran mayoría de las congregaciones responde al de la imagen de un Dios como un ser todopoderoso, creador del universo y que domina el cosmos, juez supremo de las personas, premiador de buenos y castigador de malos, que habita en el cielo y que promete a sus seguidores la salvación eterna en los cielos, castigando a los infractores con el infierno. Una imagen antropomórfica de Dios que se reflejó en instituciones rígidas, patriarcales y verticalistas; donde los votos de castidad, pobreza y obediencia cumplen una función controladora y disciplinadora; en la que los superiores son concebidos como mediadores directos de Dios. Posiblemente en el marco de este paradigma dominante, para algunos de los miembros de estas instituciones, el camino de abnegación, humillación y sufrimiento imperante haya sido un camino de crecimiento espiritual; tema que menciono sin ahondar.

Sin embargo ante el quiebre actual del paradigma teísta; en el marco de paradigmas pos-teístas y pos-religionales como los que se están robusteciendo en las últimas décadas, se torna cada vez más evidente el sinsentido de las prácticas y los discursos que dieron origen a los institutos de vida religiosa. Poder nombrar varias de esas prácticas y discursos bajo el paraguas conceptual de “abusos”, marca un quiebre importante. No cabe ya significarlas como “padecimientos y humillaciones”, que a través de la mediación institucional expresan la voluntad de Dios. Esta “nueva” conciencia evidencia asimismo la necesidad de buscar formatos acordes a nuevas imágenes de Dios más afines con el contexto sociocultural actual; imágenes alejadas de las proporcionadas por el teísmo reinante en la tradición creyente.

La creciente caída en el número de miembros de congregaciones, el malestar reinante en varios de sus miembros puede leerse desde la clave de un cambio de paradigma que manifiesta el sinsentido de las dinámicas institucionales que les dieron origen; peor aun: la creciente conciencia de que esas dinámicas sustentaron abusos, encubrimientos, silencios y el quiebre psíquico y emocional de varios de sus miembros, deja abierto un camino que posiblemente sea de no retorno. Muchas mujeres que han pasado por los conventos buscando un camino espiritual, al igual que Sandra Miglore, pueden ahora decir Yo no creo en ese Dios, no quiero creer en El ni en la ridícula voluntad que se le atribuye, responsable de tantas aberraciones. No creo en el Dios de los conventos en los que viví. Concretamente, no creo en el Dios que dejé en ese convento cuando me fui.

Claro, como sucede en todo período se cambio, se generan movimientos de resistencia; de ahi que en la actualidad los institutos de vida religiosa que más crecen son los conservadores que resisten el cambio a la imagen tradicional de Dios (ej. Los legionarios de Cristo, los soladities, los Heraldos del Evangelio, entre otros muchos). Sus miembros se refugian en instituciones, que desde categorías sociológicas, se asemejan a instituciones totales, atravesadas por dinámicas sectarias. Estos grupos, vistos desde aquellos que sí empiezan a entender la imperiosa necesidad de un cambio, evidencian aún más el sinsentido de lo que buscan cambiar o dejar atrás.

[1] Yanina Lofvall Siervas trinitarias. Secta católica. Se puede descargar aquí.

[2] Su testimonio es uno de los cuatro recogidos en Constance Vilanova y Joulain, Stéphane. Religieuses abusées, le grand silence. Artège Editions Religiosas abusadas.

[3] Su testimonio es recogido en Ferruccio Pinotti (2021) La setta divina. Il Movimento dei Focolari. Fra misticismo, abusi e podere

[4] Sus testimonios, junto con el de cinco exconsagrados fueron publicados en Browne, María Olivia y Nicole Contreras (2022), Vidas robadas en nombre de Dios. Historias de abuso de conciencia y poder. Editorial Catalonia, Chile

[5] Bustamante Soto, Camila (2022) Siervas. El historial de abusos de las monjas soladicias. Planeta

[6] Sada, Elena (2020) Ave negra. La historia de una mujer que sobrevivió al reino de Marcial Maciel

[7] CLAR (2022) Vulnerabilidad, abusos y cuidado en la vida religiosa femenina. Editorial Claretiana. En este libro uno de los testimonios corresponde a una mujer que sigue actualmente en la vida religiosa.

[8]Por cada una de las 23 mujeres que brindan públicamente su testimonio en un libro publicado, podría hacerse el cálculo de otras 5 mujeres que sufrieron abusos y de las cuales ellas, según sus relatos fueron testigos. El número de víctimas por tanto podría fácilmente ascender a alrededor de 100.

[9] Ver el testimonio completo de Evelyn en el capítulo 4 del libro Brown y Contreras (2022) op cit.

[10] Fernández, Samuel (2021) Towards a Definition of Abuse of Conscience in the Catholic Setting, Gregorianum, Roma

[11] Al año 2023, no hay ningún documento vaticano oficial que hable sobre el abuso de conciencia. En la actualización del libro VI del Derecho Canónico realizada en 2021, se decidió de forma premeditada no incluir ningún canon que se refiera a él como un fenómeno en sí mismo, evidenciando que el tema de la autoridad en la Iglesia y el abuso de conciencia es “muy complejo” como para poderlo legislar canónicamente.

[12] Angulo, Ianire (2021) La presencia innombrada Abuso de poder en la Vida Consagrada in Revista Teología y Vida 62/3, pp 357-388.

Share
Ana Lourdes Suárez

Ana Lourdes Suárez

Ana Lourdes Suárez es Doctora en Sociología por la Universidad de California en San Diego y Doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires. Es Investigadora Principal del CONICET en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.
Publicado en Ensayos. Tagged with , , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *