Adiós a una luchadora de la religiosidad popular

Madrina Enriqueta Vargas

Enriqueta Vargas, In Memoriam  por Alejandro Frigerio

Hace pocos días falleció una de las dos más importantes líderes de la devoción a la Santa Muerte en México. Para quienes estudiamos religión (y, especialmente, las populares y más estigmatizadas) esta noticia es relevante -aún desde el Cono Sur- por al menos dos motivos. Sentimentalmente, porque doña Enriqueta Vargas siempre se mostró receptiva, amable y muy generosa con su tiempo con quienes la visitábamos por motivos académicos. Hace ya varios años llegué a su gran templo en Tultitlán, en las afueras del DF, un poco por casualidad: llevado por un taxista que se había enterado de mi interés por todo lo relacionado con la santa. No pude menos de admirarme ante la Santa Muerte de 22 metros (si, 22 metros) que preside sobre el santuario -y casi todo el barrio, ya que es visible desde bastante lejos.   También, con las múltiples imágenes en tamaño natural, simulando (¿?) esqueletos de personas vestidos con ropas de novia o con vestidos típicos mexicanos, que se encontraban en casillas dentro del gran patio descubierto presidido por la imagen gigante, y donde los devotos se congregan periódicamente para rezarle a la “Flaquita” de su devoción.

La segunda vez que fui, y gracias a los oficios de mi amigo y colega mexicano Antonio Higuera Bonfil, pude conocer a doña Enriqueta y pasar un día entero en su compañía, ya que además de darnos un tour detallado por su gran santuario, nos llevó  a otros de la zona. Resulta difícil creer que esta persona todavía joven, afable, risueña y enérgica ya no esté entre nosotros. Sociológicamente, su deceso es relevante porque es el ejemplo más acabado de la creciente institucionalización de las devociones populares. Junto con su tocaya doña (Enri)Queta Romero – la ya legendaria vecina de Tepito que fue la primera en abrir su altar al público, colocando su Santa Muerte en una gran vitrina a la calle- la recientemente fallecida Enriqueta se había constituído en la otra cara visible a nivel nacional de un movimiento religioso que crece en todos los rincones de México y que también tiene un pujante desarrollo en EEUU. Y cuya influencia también está llegando a Argentina, ya que los miles de devotos de San La Muerte ya conocen a la santa mexicana a través de internet y las redes sociales, se interrogan acerca de la relación entre ambos seres espirituales y van lentamente apropiándose de la imaginería de la mexicana e incorporándola a la práctica local.

Alejandro Frigerio, doña Enriqueta, Antonio Higuera Bonfil

Continuando (y expandiendo) con la labor de su hijo, el fundador original del santuario, asesinado por cuatro docenas de balas en un atentado por motivos aún no del todo claros, doña Enriqueta Vargas había expandido la influencia de su santuario y doctrina hasta constituir una red nacional de santuarios de La Santa Muerte Internacional –con sedes también en el exterior, la más famosa de las cuales está en Queens, Nueva York, liderada por Arely Vazquez. Con su trabajo social en las cárceles y su presencia en los medios nacionales e internacionales, doña Enriqueta intentaba luchar contra la estigmatización de la devoción, considerada satánica por la Iglesia Católica  o reducto de narcos por el gobierno –ambos ejercicios gigantes de malinterpretación de la naturaleza y el alcance real del fenómeno.

Los ya múltiples estudios socio- antropológicos con los que contamos sobre el culto indican, por el contrario, que es una devoción popular como cualquier otra, que alcanza a millones de mexicanos de todas las clases sociales, que sus devotos por lo general piden salud, dinero y amor más frecuentemente que el mal de los otros y que su culto va muchísimo más allá del mundo de la delincuencia y el narcotráfico.

Santuario La Santa Muerte Internacional

Las reivindicaciones de las luchas femeninas suelen obviar la acción social en el campo de la religión popular, así como las enormes dificultades a las cuales deben sobreponerse las lideranzas femeninas en ámbitos en los cuales las mujeres suelen ser protagonistas cotidianas pero sin alcanzar roles de relevancia. Nuestro prejuicio ilustrado nos impide comprender adecuadamente el valor de la lucha por los derechos religiosos, por poder creer en, y rendir culto a, los seres espirituales de nuestra preferencia, sin importar qué tan extraños puedan resultar a ojos ajenos. Como suelo decir, es fácil ver la “religiosidad” en la devoción a la Virgen María pero bastante menos poder verla en el culto a la Santa Muerte o a San La Muerte. Son precisamente devotes como doña Enriqueta Vargas (o su tocaya Queta Romero) quienes con su simpatía, su don de gentes y su contagiante amor, nos facilitan la empatía con creencias y prácticas religiosas que no son de nuestra inmediata comprensión.

Con pocas herramientas a su alcance, pero munida del amor por su hijo asesinado, su sed de justicia y su devoción por esa santa que su hijo veneraba, doña Enriqueta Vargas impulsó y se convirtió en una de las portavoces protagónicas de un movimiento religioso popular que ahora se verá innegablemente debilitado por su falta. Ella, por su lado, ya se habrá reencontrado, esperemos, con su hijo amado y ambos descansarán, ojalá, en los brazos de su Santa.

En las líneas que siguen, Adrian Yllescas, un antropólogo mexicano especializado en la temática, le rinde su homenaje.

 

La unidad en el legado   por Adrián Yllescas

El pasado ocho de noviembre mientras revisaba mi Facebook me enteré por medio de un mensaje del perfil de Enriqueta Vargas, que se encontraba grave de salud. Desde entonces un sentimiento de extrañeza y angustia pasó por mi mente. Días antes se me hizo extraño que el festejo de Día de muertos del altar de Santa Muerte Internacional (SMI) no se transmitió por esa red social,  ya que a la madrina Enriqueta le gustaba mostrar las oraciones semanales y todos los eventos por Facebook Live;  acto que era generoso porque no siempre era posible asistir al campo y por este medio virtual,  me mantenía enterado de las actividades y planes que tenía la lideresa para su templo y la manera en la que llevaba a cabo su objetivo de difundir el culto a cualquier rincón del mundo.

Desde que me enteré de ese mensaje le escribí a Arely, la lideresa del altar de Nueva York, a quien tuve la oportunidad de conocer por medio de Enriqueta; incluso  el pasado agosto del año 2017 tuvimos la oportunidad de asistir y estar juntos en el festejo del aniversario del altar a la Niña Blanca en Queens. Desde entonces tuve claro que entre ellas dos había un fuerte vínculo amistoso, por lo que decidí preguntarle a Arely si sabía algo del estado de salud de Enriqueta y me contó muy angustiada,  que la madrina estaba muy delicada y me pasó el perfil de Cris, una de las hijas de Enriqueta a la que contacté inmediatamente para preguntarle sobre su mamá, la espera fue larga; desde entonces estuve al pendiente del perfil de FB de la lideresa.

El 10 de noviembre se pudo escuchar el último mensaje que mandó Enriqueta a todos sus amigos y seguidores el cual decía  lo siguiente:

“La Santa Muerte, muchísimas gracias por estar conmigo,por tenerme en sus oraciones. Les agradezco a cada uno de ustedes por lo que han pedido, que han sido siempre cosas buenas, gracias y pues… no sé, lo que Dios diga, lo que nuestra Santa disponga, pero estoy a sus manos, los quiero a todos”

Un mensaje que parecía una despedida, ya que se escuchaba de su voz, la tristeza de estar enferma, y la alegría porque mandó un mensaje de agradecimiento a todos los devotos, que  diariamente ponían en su muro oraciones y peticiones a la Santa Muerte por la salud de su lideresa.

La última noticia que tuve de ella, fue cuando su hija Kris me explicó que estaba muy delicada de su hígado y que la situación estaba difícil, ante eso pregunté si era posible visitarla en el hospital y me dijo que no era tan sencillo, ya que solo aceptaban a familiares, por lo que le dije me avisara de cualquier cosa que sucediera.

Fue así que el 18 de diciembre me enteré por un colega y después por el muro de FB de la madrina Enriqueta, que ya había fallecido. Lo cual me sorprendió porque no habían pasado muchos días que había platicado con su hija; de inmediato llegaron todos los recuerdos de los vínculos que establecí con ella.

La primera vez en el altar

Era el año del 2009 cuando pise por primera vez el altar de la Santa Muerte Internacional, me di cuenta del proyecto que representaba tener una de las efigies más grandes del mundo, pues desde que uno transita por la avenida López Portillo se ve a lo lejos la efigie con los brazos abiertos y que mira hacia el frente, como retando un horizonte infinito. De inmediato surgieron las preguntas de quién y cómo la construyeron, cuál era su finalidad. Fue así que asistí a una oración dominical, en la que Enriqueta Vargas  oraba frente a otros devotos, con un tono de voz que transmitía fuerza y despertaba emociones propias de las evocaciones a lo numinoso.

Todos los devotos escuchaban muy atentos y con fe a su lideresa, quien siempre te miraba a los ojos o establecía un contacto directo;  ya sea con sus manos, por medio de una sonrisa o con sus palabras. Ese día me observé que al final de la oración,  los devotos hacían una fila para hablar directamente con la madrina, acto que seguí y fue así que hablé por primera vez con ella, le conté que estaba haciendo mi tesis y que me interesaba  hacerle una entrevista, ella aceptó y desde esa vez hicimos una amistad.

En ese entonces me comentó que tenía poco tiempo que habían asesinado a su hijo:  “el comandante pantera”; quien fue acribillado en la avenida López Portillo. Por lo que su meta,  desde aquel trágico día, era encontrar a los culpables del asesinato de su hijo. Me contó que fue por esa petición a la Santa, la que la llevó a crear su promesa de ponerse al cargo del culto y llevarlo a todos los rincones del mundo;  ella anteriormente era muy católica, incluso asistió a un colegio salesiano, pero fue esa tragedia la que la llevó a ser una digna representante del culto a la Santa Muerte. En esos días ella usaba unos collares parecidos a los eleques que se usan en la santería y que eran de su hijo, el cual los portaba al momento de ser asesinado.

El lugar donde estaba la efigie no estaba del todo construido y recuerdo que el sonido era malo, ella me enseñó todo el terreno y para entonces tenía la meta de mejorar el lugar, decía que para que los hermanos tuvieran un altar digno de su Santa; lo que ese día me mostró con orgullo, fue que la efigie principal, la cual logró un registro en el libro de los récords Guinness; sin embargo, me contó que la construcción del altar no fue algo sencillo pues tuvo problemas con los habitantes cercanos al altar, así como con las autoridades municipales y de la iglesia católica. Lo cual no era extraño pues estábamos pasando por una guerra contra el narco y este tipo de cultos se estigmatizaron como creencias de delincuencia y narcotráfico;  para la iglesia católica representa una idolatría y creencias que representan al Diablo, argumentos que solo se utilizaban para regular el incremento de religiones alternas,  que no necesitan instituciones intermediarias para su práctica.

Ella desde entonces me mostró como figura central a su hijo, el cual escribió las oraciones que se rezan en ese altar, me mostró la Santa Viva, que era la efigie del para entonces fallecido comandante pantera y que estaba en el centro del altar a los pies de la efigie mayor. En esas visitas me invitó a una pequeña prisión en Hidalgo, a la que cada primero de mes iba para dar una oración a los internos para orar por su bienestar. 

Comandante Pantera y su madre Enriqueta Vargas

Oración en la prisión

Amablemente y emocionado acepté ir con Enriqueta a ver cómo daba la oración en una cárcel local en Hidalgo, dentro de la cual había población mixta, en su mayoría varones. En el camino me contó que le gustaba mucho ir a la prisión porque sabe que ahí  la viven muy difícil los internos, y que su visita les daba un momento de alegría; ese gesto se me hizo interesante pues tenía el valor de ir mes con mes a la prisión, además la recibían con gusto no sólo los internos sino también las autoridades. Ese día pude ver las muestras de aprecio que tenían los internos con ella y que además siempre les dejaba un mensaje de que se respetaran y se portaran bien, que se cuidarán entre ellos porque “perro no come perro” y que para la Santa no había distinciones, que ella quería a todos parejo, sin importar a lo que se dedicarán.

Desde entonces surgió mi interés en conocer más sobre las creencias dentro de las prisiones y que posteriormente fue uno de los proyectos de investigación que emprendí. Ese día en nuestro retorno de Hidalgo me invitó a comer unos pastes que a ella le gustaban y me enseñó que era parte del orgullo culinario hidalguense.

Reunión en Morelos

Otro de los eventos importantes que tuve con Enriqueta fue a un encuentro de líderes de la Santa Muerte en Temixco, Morelos; en el cual se juntaron varios líderes del culto a la Santa Muerte, hombres y mujeres de varias partes del país. En esa reunión, ella era una de las promotoras principales de la unión de líderes. Desde entonces me hice consciente de la meta y el trabajo que estaba realizando Enriqueta, con la intención de hacer una red de altares;  la cual era la expresión de la heterodoxa forma que tiene esta práctica religiosa, en la que no se busca imponer un liderazgo único, sino varias formas de ser líderes; en la que se podía ver la manera en la que el culto se estaba expandiendo a varias partes del país y que cada altar tenía su singular forma de practicarlo.

Esa vez fue un festín, recuerdo ver a Enriqueta muy contenta con lo que se estaba logrado ese día y lo que representaría para el futuro. En la fiesta bailamos juntos con los chinelos y la Santa Muerte. Desde ese viaje pude ver que el culto estaba entrando en una fase distinta, como de consolidación, desde entonces ella tenía la idea de darle una legitimidad legal al culto, estaba en su mente la posibilidad de registrarlo ante la oficina de Asuntos Religiosos y hacer que se reconociera al culto, como una asociación religiosa oficial.

Difusión por medios

Algo que le gustaba a la lideresa y que ella veía como un potencial para la difusión del culto, era la transmisión de actividades por diversos medios de comunicación. Una vez me invitó a un programa que transmitía por internet e incluso invitó a otros colegas investigadores de otras partes del país y del extranjero. Su intención era hablar del culto desde otras perspectivas, para tratar de borrar los estigmas que carga esta devoción. Posteriormente con el uso de las transmisiones en vivo por medio de las redes sociales, tuvo la posibilidad de mostrar instantes que para ella eran significativos, como: las oraciones semanales, sus viajes por todos los altares que visitó e incorporó a la red de Santa Muerte Internacional, algunas cosas cómicas cuando estaba con sus allegados y amigos, las entrevistas que le hacían. Los servicios a la comunidad que ofrecía de parte del altar, como: las consultas médicas, darle juguetes a los niños en día de reyes, donar víveres en el sismo.

También mostraba sus planes a futuro y cómo poco a poco fue mejorando las instalaciones del santuario, ella hacia visible la unidad que se da entre los devotos del culto y las distintas formas de colaborar que se generaron entre la comunidad de creyentes.

Velorio Doña Enriqueta

Viaje a NY 

Uno de los momentos más significativos que viví en los últimos años con Enriqueta fue nuestra visita al altar de Arely en Nueva York. Fue gracias al apoyo de ambas,  que pude conocer esa ciudad. Recuerdo que nos encontramos en la casa de Arely y compartimos  momentos muy agradables con la picardía y carisma que la caracterizaba. Ambas lideresas tenían un vínculo afectivo lleno de recuerdos y experiencias, ya que Enriqueta asistía a los aniversarios a festejar con Arely la fiesta de su altar. Ese año, después de los festejos, fuimos al memorial de las torres gemelas y  caminamos por la entrada del puente de Brooklyn. Su meta al visitar a Arely, era la de consolidar una red de altares en Estados Unidos, la cual se está ampliando al igual que la de México. Ahora Arely tiene el objetivo de venir al altar de la Santa Muerte Internacional en México. Esto me permitió entender la manera en la que este culto se ha expandido y cómo se han logrado diversas conexiones entre líderes, además de la importancia que tienen las redes sociales ya que es una de las formas por las cuales se mantienen vigentes y actualizados los vínculos entre líderes y fue así que Enriqueta logró uno de sus principales objetivos, que era el de difundir el culto a cualquier rincón del mundo y de romper estigmas.

Velorio Doña Enriqueta

Despedir a una amiga

Siempre recordaré a Enriqueta por su singular carisma, su forma de vestir el día de las oraciones con un sombrero, con los colores combinados y con un dije de la Santa Muerte colgado sobre su cuello. La sonrisa y la energía que transmitía en el micrófono cuando hablaba en la oración semanal. Siempre saludando a toda la gente, tanto a los que ya eran asistentes de años, como a los nuevos, los visitantes y a nosotros que veníamos a entenderlos. Enriqueta siempre me abrió las puertas a la manera en la que ella ejerció su devoción, siempre me hablaba con amabilidad y no olvidaré que se refería a mí como: “mi adriancito”, quizás como antropólogos,  nos volvemos parte de nuestros dialogantes  como ellos se vuelven parte de nuestros textos.

El día 19 de noviembre convocaron a los devotos y amigos a que fueran al funeral de Enriqueta Vargas en el altar que ella poco a poco fue construyendo a diez años de que tomó su liderazgo. Ese día tenía un viaje por la tarde y decidí asistir a despedirme de ella, pues siempre será una amiga que me abrió las puertas a toda la red de significados que se materializan en esta creencia. Además de que tuve buenos momentos de amistad y vivencias que quedaron plasmadas para la posteridad.

 Ahora el reto será mantener vivo el legado que tanto el Comandante Pantera, como su madre dejan a sus sucesoras, Cris y Ana; un trabajo que no será sencillo puesto que el culto sigue vivo y expandiéndose geográfica y aritméticamente, su meta por ahora, quizás sea: ¿cómo mantener la unidad con el legado?

Share
Adrián Yllescas

Adrián Yllescas

Es Licenciado en Sociología y Maestro en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es doctorante del posgrado en Estudios Latinoamericanos de dicha universidad. Pertenece a la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México (RIFREM). Es autor del libro "Ver, oír y callar. Creer en la Santa Muerte durante el encierro".
Publicado en Ensayos, Ensayos Visuales. Tagged with , , , .

One Response

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *